La parroquia del Corazón de María, en la avenida de Navarra, celebra mañana su última misa y, tras el cierre de San Pío X en marzo, deja a San Ignacio como única iglesia de Gros Michelena

Los claretianos se despiden cien años después

El cierre de la parroquia Mariaren Bihotza supone la salida de la ciudad de la congregación misionera, que desarrollará su labor pastoral en Errenteria

Jorge F. Mendiola

San Sebastián

Domingo, 30 de agosto 2020, 07:27

Los claretianos dicen adiós al barrio de Gros, la que ha sido su casa durante casi cien años, y se marchan de San Sebastián. El párroco Koldo Iribarren oficiará mañana la última misa en la iglesia del Corazón de María, en el número 1 ... de la avenida de Navarra, tras la que la congregación misionera emprenderá una nueva aventura en Errenteria, adonde ha sido destinada por la diócesis para continuar allí su labor pastoral.

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Con nostalgia por todo lo vivido en este rincón de la ciudad -donde hasta el pasado curso regentaron la ikastola Mariaren Bihotza de Sagüés- y la pena de dejar atrás a fieles y familias amigas, Josu M. Alday Otxoa de Olano, superior de la comunidad, recuerda cómo fueron los primeros pasos de la orden en la capital guipuzcoana.

Fue en 1920 cuando llegaron a Donostia los primeros misioneros claretianos para hacerse cargo de las Escuelas Vascas de Nuestra Señora del Coro, ubicadas en la calle Campanario, junto a Santa María. La misión encomendada por Miguel Muñoa, precursor de las ikastolas modernas, consistía en impartir en euskera la primera enseñanza completa y la formación cristiana, así como la práctica de las funciones sagradas. De aquella época destaca la labor pionera del padre José de Zabala-Arana, quien redactó los primeros textos en lengua vasca para la enseñanza de geografía, matemáticas y otras materias.

En 1924, los Claretianos tuvieron que dejar la dirección de estas escuelas y mudarse provisionalmente a Villa Carmen-Enea de Ategorrieta, donada por Carmen Elósegui Larrañaga, una de las grandes benefactoras de la orden. Cerca de allí, en un bajo alquilado de la calle San Francisco, reanudaron ese mismo año las clases con 85 alumnos y en 1927 se produjo el traslado al definitivo colegio, ya terminado tras dos años de obras gracias a la generosidad de Francisca Ajuria. El santuario del Corazón de María se inauguraría dos años después.

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Interior del templo, que está protegido con un grado B en el catálogo municipal de patrimonio.

Desde entonces, la comunidad claretiana ha desarrollado su acción educativa y ministerial-apostólica al ritmo y sintonía con los tiempos y tejiendo un estrecho vínculo con los habitantes del barrio. Fruto de esta intensa labor son iniciativas como la catequesis y la Asociación de Infantes del Corazón de María en 1930, la Archicofradía del Corazón de María en 1930, la visita domiciliaria y los Jueves Eucarísticos en 1931, la Asociación de Antiguos Alumnos en 1936 -germen de las Juventudes Cordimarianas-, el cine sonoro en 1942, la coral Mariaren Bihotza, el grupo de baile Bioztun, la escuela laboral, el grupo de teatro Biozkarbi, la tamborrada infantil en 1962, el hogar del jubilado en 1972 y un largo etcétera.

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«Abrazada» a la ikastola

El padre Teódulo Rodríguez, de 82 años, es el más veterano de los claretianos de Gros y ha vivido el declive de esta última década. Subraya que la ikastola y la parroquia formaban un todo, pero la enseñanza fue perdiendo terreno por la baja natalidad, la competencia de otros centros y la limitación de cursos. «No necesitábamos mucho alumnado, pero los que había se fueron marchando. Durante muchos años hemos aguantado con déficit, pero llegó un momento en que la situación era insostenible», narra con pesar. El curso pasado se decidió cerrar la ikastola, lo que provocó que la parroquia también se tambaleara porque estaban «abrazadas», y no solo arquitectónicamente.

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Tras analizar con la diócesis la realidad pastoral de Gros, se llegó a la conclusión de que ni San Pío X, en Ategorrieta, ni Corazón de María eran parroquias necesarias, ya que con la progresiva pérdida de fieles basta con San Ignacio para atenderlos a todos. Pero los misioneros no querían marcharse de Gipuzkoa y así se lo transmitieron al obispado.

En los años de mayor apogeo claretiano en Donostia llegaron a juntarse veinte religiosos, mientras que ahora apenas quedan seis. Cuatro de ellos, más un joven refuerzo llegado desde India, se trasladarán a Errenteria para hacerse cargo de las cuatro parroquias, seis iglesias de culto, un convento de monjas de clausura más todo lo que incluye la labor pastoral y social: bodas, bautizos, funerales, catequesis, Cáritas, grupos juveniles...

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Para hacer frente a tan ingente empresa, apelan al «espíritu misionero» de su fundador, Antonio María Claret. «Vamos a un sitio que no es nuestro y que no conocemos. Pero la dureza no nos va a extrañar porque hemos estado 17 años de misión en Bolivia. Llegamos con la máxima ilusión y ganas de ayudar a los vecinos», asegura el superior, quien como el capitán que no abandona el barco seguirá en Gros hasta que el edificio cambie de dueños.

Varios compradores pujan por construir un hotel o residencia

La congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María, popularmente conocidos como claretianos, ha iniciado ya los trámites para cambiar la calificación de la parcela en la que se asientan tanto la antigua ikastola Mariaren Bihotza como la iglesia que en septiembre cierra sus puertas.

El objetivo de la operación no es otro que modificar el Plan General de Ordenación Urbana para que ambos edificios pasen a tener un uso terciario, lo que permitiría reconvertirlos en algún tipo de alojamiento (hotel, apartamentos turísticos, hostel para surfistas...) o residencia de mayores.

Varios compradores se han interesado por el inmueble, que cuenta con un grado B de protección en el catálogo municipal, lo que conlleva importantes restricciones a la hora de reformarlo. Por ejemplo, no se puede modificar la fachada del conjunto -obra de Ramón Cortázar- y en el caso de la iglesia se exige que se conserve la nave con todos sus elementos originales.

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