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«La cola te quema los ojos y la lija te rompe la piel pero es un oficio bonito»No está mal situada Larrua, reparación de calzado desde 1986: calle Zabaleta 17, detrás de la iglesia San Ignacio y de las escuelas de Viteri, ... junto al banco Sabadell, el bingo, el bar Diz, La Floris, Calzados Roriol y el restaurant senegalés Mapenda; cerca de Correos y de La Tortillería del Adamo donde a veces la familia Cardanha Méndez pilla la cena. A Manuel, Adrián y Ana hay que añadir a Diego expertísimo en ciberseguridad y una nieta, Laia.
– Toda esta historia empezó mucho antes de 1986, ¿verdad Manuel? Y no en Zabaleta sino en Usandizaga.
– Podemos irnos más atrás en el tiempo y en el espacio, incluso. Irnos hasta un pueblito portugués, Esteva de la Vilariza, cerca de Torre de Morcorvo, por Braganza, de donde me vine con nueve años. Antes de los 17 entré de aprendiz en la zapatería que Iriarte tenía en las galerías entre Usandizaga y Agirre Miramón, Zubai. Puede que durante unos años pensase que si encontraba otro trabajo dejaría la reparación de calzado pero después fui aprendiendo, afinando, el oficio y llegó a gustarme.Mucho antes de cuando nos instalamos aquí, en el 86, ya sabía que me jubilaría siendo zapatero.
– A pesar de que la cola quema los ojos y la lija te rompe la piel. A pesar de que las manos se van deformando, a pesar de que, de tan artesanal, ninguna reparación se puede cobrar al precio que las horas y la dedicación empleadas exigirían.
– A pesar, sí. Está la satisfacción del trabajo bien realizado, bien acabado y rematado. Está el gusto por eso que decías, un oficio realmente de artesano en el que a veces manejas materiales muy nobles (el buen cuero, el ante, el nobuk) y otros plásticos y más plásticos; cada uno con componentes distintos. Tan diferentes que donde antes solo aplicabas una cola ahora tienes que usar cuatro o cinco porque no todas sirven para cada polímero petroquímico de los que están hechos hoy muchos zapatos. Y tampoco es igual trabajar con un plástico biodegradable que con uno reciclado u orgánico.
– Adrián a ti, como a Ana (que es además buena costurera y trabajó de muy joven en el Mercadillo de la calle San Francisco) te gusta estar cara al público, en el mostrador, aconsejando sobre reparaciones, plantillas, suelas. Si tuvieras que cambiar de oficio... ¿elegirías Historia? Te gustaba cuando estudiabas...
– No fui buen estudiante pero iba encantado a Mundaiz, disfrutaba, mucho, allá. De muy chaval jugué al hockey. Hockey pista con patines de ruedas. Fui portero y sí, me gustaba la Historia pero no me veo fuera de Larrua sacándome el grado y siendo profesor. Elegiría una profesión del futuro. Y el futuro hoy es tecnológico.
– Manuel se levanta a las seis de la mañana (y suele volver a casa hacia las 10 de la noche). Ana se despierta a las 7 y Adrián a las ocho. Eso sí, los fines de semana, son sagrados...
– No siempre. En temporadas de mucho trabajo algunas reparaciones hay que hacerlas el sábado pero sí, digamos que todas las semanas nos vamos a la casa que tenemos cerca de Ejea de los Caballeros. El clima seco de Aragón le sienta bien a los huesos y a las articulaciones. Ahí tenemos nuestra huerta y yo (Manuel) suelo salir de caza con mis perrillos (un setter, un mestizo y una podenca andaluza). Vamos al conejo, la perdiz y en agosto, si no hace muchísimo calor, a la codorniz.
– ¿Cuál es el trabajo más habitual en una zapatería?
– Dar cola, pegar, prensar, recortar los excesos, lijar (uno de los pasos más difíciles porque si no le pones la fuerza justa, si no eres lo suficientemente diestro y te pasas, te hace un roto muy difícil de corregir). Luego viene el rematado, el acabado, el acicalado.
– ¿Y las tareas en las que más se disfruta, cuando uno se siente orgulloso de ser lo que es, zapatero, restaurador de calzado?
– Esas que te exigen pensar para encontrar la solución al problema, y ponen a prueba tu habilidad manual y mental. Haciendo, aprendí a recortar la punta de zapatos que aunque elegantes estaban pasados de moda y resultaban incómodos para caminar a diario por la ciudad. Me gusta ayudar a que alguien con diferencia de altura en sus piernas pueda andar con cuñas interiores. Poner cremalleras en botas que no las tienen, ensanchar cañas. Añadir suelas realmente antideslizantes.
– ¿Las hay?
– Pues sí, las 'grip'. Yo diría que aplican la tecnología de los neumáticos de Moto GP o F1.
– Por lo que decís seguimos sin hacerles el debido caso a los pies.
– Tampoco es eso. Ni tampoco lo es que solo haya malos materiales. Mira mi delantal, pone 'Andes', es una buena empresa española del caucho. En cuanto a la gente, no deja de pedir esas plantillas con refuerzos para el espolón y el metatarso. Y busca cómo estabilizar la pisada. Estamos aprendiendo que los pies nos sostienen. Y a mirar dónde y cómo los metemos.
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