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Cuestión de educación

Desde el Bule ·

Beatriz Campuzano

San Sebastián

Miércoles, 1 de mayo 2019, 15:07

Pide casi todos los días en el mismo supermercado. Sonríe a los clientes, da los buenos días e, incluso, ayuda a las personas que llevan peso. Su historia no la conozco. No sé ni cómo se llama, ni de qué país africano viene, ni si ... tiene familia o no. No me atrevo a preguntarle y robarle tiempo. No quiero que deje de saludar y de alegrar las mañanas a los compradores. «Así saca dinero porque es simpático. Tiene algo que decir a todos», comenta un caballero que sale del comercio. Y, es verdad. Te podrá gustar más o menos, pero es educado. Y qué quieres que te diga tampoco cuesta nada responderle brevemente. Pero es que ya no se habla como antes. De pedir perdón ni hablamos, ¿no? Bueno, sí. El otro día, un señor de mi barrio se quejaba de que un perro, no de estos 'patadas', sino de los de pelaje bonito, patas largas y baba colgando, le empujó al pasar. El señor se desequilibró y se cayó. No le pasó nada, tampoco es un chaval y el cabalgar del animal le podría haber hecho una buena avería. La cosa es que no protestaba por el perro, sino por la dueña que, ni siquiera, tuvo tiempo de pararse a pedir perdón. Ya sabes las prisas, el móvil, la música... La falta de educación.

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