
Ciudadanos | María Rojo Calabuig
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Ciudadanos | María Rojo Calabuig
«Disfruto trabajando entre viejas máquinas, tipos de letras, resmas de papel»De Valencia, un buen día, a través del Instituto de la Juventud de su comunidad, se presentó en Zegama. Venía a formar parte de un ... campo de trabajo de verano donde, entre la arqueología y la albañilería, picarían, encalarían y pintarían lo que hoy es el Museo de la Madera. Muchos de sus monitores eran donostiarras. Con el tiempo empezaría a venir todos los años, la guía de películas bien subrayada y apuntada, al Zinemaldia (recuerda un título, 'Las tortugas también vuelan'). Siguió viniendo, se enamoró, tuvo en Tabakalera taller en torno al lettering, las linotipias, las cajas de letras y ahora pone en marcha el espacio físico de su estudio Maroca. En Ibarra. Donde hubo una panadería. Donde hoy pasan cosas. Hay talleres de collages y vermú, talleres de creatividad para peques de vacaciones. Allí hay vinos y papeles. Letras y exvotos gráficos.
– Cuentan que, apasionada del diseño textil, hiciste tu Erasmus en ¡Milán! Y en la academia Brera, buque insignia del barrio más chic de la ciudad hermosa.
– En Milán descubrí lo más apasionante de la moda y también que no sería mi mundo. Demasiado superficial. Yo necesitaba más compromiso, más anclaje. Necesitaba, necesito, saber que trabajo en algo que tendrá una repercusión positiva en la gente y en su pequeño negocio. No me atraen las carteras de clientes súperpoderosos. Por más que habiendo estudiado también programación de webs y dirección publicitaria de arte, habiendo trabajado en la agencia Ogilvy de Luis Bassat, haya participado en campañas potentísimas.
– Esa voluntad de compromiso te llevó, creo, a rechazar, cuando vivías en Múnich, la oferta de llevar el diseño gráfico de ¡McDonald's! en la ciudad del Bayern.
– Lo hice, sí. Me sentí satisfecha de que me lo ofrecieran porque era un reconocimiento, pero yo buscaba trabajar con pequeñas editoriales. Había un problema, al ser extranjera les daba miedo que al poco decidiera volverme a Valencia. O a Barcelona. A Zegama, a Donostia o Ibarra. No lo hice, pero me refugié en Dachau.
– ¿¡Dachau!? ¿Donde el campo de concentración y exterminio? Infames fueron los experimentos médicos del doctor Rascher...
– Pero es también una pequeña ciudad a solo 13 kilómetros de Múnich. Conocí allá a un viejo impresor que coleccionaba, atesoraba, utilizaba todavía las herramientas, la maquinaria, las tintas, las cajas de letras de su oficio. Fui muy feliz allá. Mucho. Amo el mundo de la impresión, del papel. De hecho, mi proyecto para Tabakalera consistía, en parte, en recupera la memoria, la sabiduría de los mejores impresores de Gipuzkoa. Recuperarla y conseguir que (me) la trasmitieran. Junto a los útiles de su oficio.
– ¿Lo conseguiste?
– No siempre. Algunos estaban cansados tras tantos años junto a prensas y guillotinas. Por eso te he citado casi con fervor a Bernard, de la imprenta Coronas de la calle Nueva, un templo de las artes gráficas. Me acuerdo de sacar como podíamos piezas, engranajes. No tenía yo dónde guardarlos. Hasta que encontré esta antigua panadería que ahora es Maroca, mi estudio.
– Bellas Artes, diseño de joyas, gráfico... Cuántas cosas has hecho y vivido hasta acabar sorprendiendo a todo Ibarra recuperando este espacio.
– Siento, sí, pasión por los oficios clásicos y las bellas artes. Por trabajos en los que hay que ser muy resolutivo y otros en los que es imprescindible ser cien por cien perfeccionista. En la bellísima Parma trabajé diseñando etiquetas y catálogos para uso interno en una marca que en la azotea de su sede tenia ¡un helipuerto! Y, sin embargo, siempre he vuelto a diseños íntimos e intimistas, con mayor carga social.
– Pasión absoluta por las letras, por la tipografía. ¿Hablamos?
– Me gustan las buenas y las de toda la vida. El mundo de las letras no es un mar sino un océano. O dos. O cinco. No me fío mucho de las fuentes gratuitas. Pienso que lo bueno se paga. Las malas tipografías se detectan fácil.
– ¿Tú crees?
– Sí. ¿Sabes que es el 'kerning'?
– No
– En castellano, interletraje. Significa la relación que mantienen unas letras con otras en una tipografía. En las menos buenas chocan entre sí, se comen sus respectivos espacios o no es fácil distinguir dónde empieza una y ha acabado la otra. Por otro lado, para darse cuenta de que una tipografía funcionará para ese logo que estás creando para una empresa familiar debes...
– ¿Qué?
– ...Ampliar cada letra para ver cuántos puntos de anclaje (curvas, formas, enlaces) tiene. Cuantos más, peor. Cuanto más limpia de esos anclajes, mejor
– Llevamos toda la página apuntándolo, trabajar para los negocios pequeño, cercanos es tu debilidad y felicidad. ¿Por qué?
– Porque creo en el diseño como una forma de entender la vida, de mirar el mundo y transformarlo desde los detalles más pequeños, desde la letra que escoges para tu logo. El diseño tiene la capacidad de impulsar negocios, pero también personas.
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