![Gente de la bahía donostiarra](https://s2.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/201907/31/media/cortadas/gente-bahia-kslD-U80888126240KmH-624x385@Diario%20Vasco.jpg)
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Sus vidas están especialmente vinculadas al mar y a la bahía de La Concha. Son Carmen Ortiz de Urbina, quien se baña todo el año en Ondarreta y en verano nada hasta la isla; Luis Fernández Mata, gerente del bar de Santa ... Clara desde hace 40 años; y Roberto Torrón, trabajador de FCC que limpia a diario los gabarrones y recoge residuos desde el barco en la bahía. Nos cuentan cómo es su día a día vinculado al mar.
Carmen Ortiz de Urbina, Empresaria y nadadora
El mar le habla a Carmen Ortiz de Urbina. Lo aprendió por experiencia porque aún guarda una cicatriz de cuando una ola le derribó y le golpeó contra el muro en la bajada del Tenis, en Ondarreta. También se acuerda de cuando bajó en invierno, por ganar tiempo, por las escaleras de hierro del paseo de Eduardo Chillida, donde estaban los surfistas, y casi no puede volver a subir por el oleaje. Así que ahora sabe que el mar le habla. Y salvo en estas ocasiones, cuando hay temporales o por cuestión de trabajo, nada todo el año en el mar. En verano va hasta la isla, con su boya para que le vean los barcos. «Soy prudente», dice. «Al mar no hay que tenerle miedo, pero sí respeto. Cuando nado me doy cuenta de lo que pasa».
Hace deporte desde hace ya unos 30 años y disfruta en el gimnasio. En los baños de mar fuera de temporada le inició su amiga Montse. «Nos conocimos estando embarazadas de nuestras hijas, que solo se llevan un mes. Ella me ha inculcado muchas cosas buenas. Mis primeras travesías de monte las hice con ella».
Es una persona sacrificada. «El esfuerzo en el deporte para mí es placer. Me da estabilidad. Es un sacrificio grato». El mar ayuda. «Meterme en él y nadar lo cambia todo. Mientras nado, pongo muchas cosas en orden».
Los ratos de sofá no van con ella. «Las mañanas que nado hasta la isla tengo sensación de vacaciones. Socializas, te encuentras con alguien... Trabajo por la tarde y es una forma de que la vida no sea solo trabajo».
En invierno no va a la isla. «No hay socorristas y no sabes lo que te puede pasar. La temperatura del agua tampoco invita». Lleva una boya hinchable atada a la cintura para señalar su presencia. «Te da más seguridad. Están los barcos de la bahía y los grupos de paddle surf, que también te pueden dar un susto. Todos hemos de ser prudentes».
Ha cambiado de actividad. «Tuve una tienda de ropa durante 9 años pero con 50, me quedé en el paro. Y era mayor para el sector de la moda. Me enteré que los dueños de Pariès, la cuarta generación de la empresa confitera vasco-francesa, buscaba una persona para abrir sede en Donostia. «No cumplía todos los requisitos, pero algo vieron en mí. Empecé como dependienta y me he convertido en socia, la única de todos los establecimientos que tienen».
Es el trabajo 'de su vida'. «Es una pastelería totalmente artesanal y en continua innovación. En Sokoa tiene un equipo fenomenal de pasteleros, chocolateros... gente a la que le gusta lo que hace». Ha dado trabajo a tres personas que estaban en el paro. Cuatro, contándose a ella. «Son mujeres de 50, 36 y 26 años que se han contagiado de mi entusiasmo en el trabajo. Nos llaman de Madrid, Barcelona y hasta de Suiza para interesarse por la pastelería. Empecé en el Boulevard. Luego tuvimos que cambiar de ubicación por lo caro de los alquileres en San Sebastián. Ahora estamos en la plaza de Euskadi, en el edificio de la Equitativa, un sitio emblemático con unas vistas maravillosas».
Come dulces todos los días pero mantiene el tipo. «El tema no es lo que te comes, sino la actividad que hagas durante el día. Como de todo, con medida». Mantiene su filosofía positiva. «Cuando algo no me sale, pienso que lo que viene será mejor».
Luis Fernández Mata, Gerente del bar de la isla
La bahía en general y la isla de Santa Clara en particular, le han dado a Luis Fernández Mata, gerente del bar de la isla, más alegrías que disgustos. «Ha sido mi forma de vida durante los veranos. Trabajar cuatro meses al año, del 1 de junio al 30 de septiembre -aunque venimos antes y nos vamos después, para organizar y retirar todo-, no da para vivir el resto del año».
Ha sido pluriempleado. «He trabajado en la ambulancia del 112 en Irun los últimos 13 años y, anteriormente, 7 años en la gula del Norte», comenta. «Pocas vacaciones he tenido». Está al frente del bar de la isla con su socio Luis Garmendia Herrero. Él lleva 40 años en el trabajo y su socio, 12 años.
Disfruta de un trabajo que se realiza al aire libre. «El entorno marítimo aporta mucho. Y eso que hay trabajo. Todo lo que necesitas lo tienes que traer en barco». Pero hay momentos, al final del día, que compensan cualquier esfuerzo. Es cuando tiene posibilidad de darse un baño sin gente alrededor. «Me encanta ese momento, con la isla solo para ti. Los últimos 3 años sumaba mi trabajo de la isla en verano a otro trabajo y salía disparado en cuanto acababa la jornada laboral. Pero ahora ya puedo quedarme y relajarme en el baño. Es otra cosa».
Cierran el bar a las 20 horas y él se va hacia las 21 ó 21.30, después del baño. Las motoras de la isla se han ido ya con la gente y ellos tienen su propio barco -que usan para llevar y traer cosas-, en el que vuelven al puerto. «Las motoras de la isla se encargan de avisar con la bocina de que es el último viaje y la gente se va. Entonces llega mi turno, el baño al final del trabajo, el mejor momento del día. No es que nade mucho, pero solo el flotar en el mar me relaja».
El bar de la isla da mucho trabajo. «Hay que montar y desmontar sombrillas, poner mesas y sillas. A veces hay que contener un poco a la gente, que llega corriendo a coger sitio, pero nos sabemos hacer respetar con tranquilidad. Somos una pequeña familia. Algunos vienen desde hace 30 ó 40 años, pero las cosas en la isla han cambiado de forma radical. Ahora vienen sobre todo turistas, especialmente extranjeros. Muchos americanos, australianos, ingleses y franceses. También gente de la península. La motora de los Istúriz es la que nos mantiene. La gente autóctona viene poco».
¿Qué ha pasado con los donostiarras? «La gente se hace mayor y deja de venir. Curiosamente vienen los hijos de los hijos. Hay una generación que se pierde. Pero a los que empiezan, les compensa. Es un entorno precioso y para los chavales de 8 a 14 años es lo mejor. Cangrejos, rocas, playa... no se puede pedir más. Es una maravilla».
Le faltan un par de años para la jubilación. Y el pasado 7 de julio, día de su cumpleaños, su familia y amigos de la isla le engañaron en el homenaje sorpresa que le hicieron por sus 40 años de trabajo. De ese día y de todos los veranos pasados en el entorno de Santa Clara guardará -asegura- un gran recuerdo.
Roberto Torrón, Trabajador de FCC en el mar
Cuando hay mal tiempo, a las gaviotas no les gusta estar en los gabarrones. Cuando las plataformas se mueven mucho no resultan de su agrado. Así que esos días los gabarrones están más limpios. Aunque nunca se sabe. Es lo que cuenta Roberto Torrón, trabajador de Fomento de Construcciones y Contratas (FCC), encargado de limpiar los gabarrones y de retirar los residuos del mar. Lo hace desde el barco de limpieza de la bahía, dotado de dos palas-cesta para la recogida de flotantes y de una manguera con chorro a presión, que se nutre de agua del mar, para la limpieza de los gabarrones.
«Con tiempo bueno, este gabarrón estaría tres veces más sucio», explicaba Torrón el día del reportaje, una jornada nublada. «Aunque igual el gabarrón de al lado está lleno de porquería. Hay veces que uno está sucio a medias, y el otro, a tope de excrementos».
Hay que limpiar siete gabarrones: cuatro en La Concha (tres gabarrones y la plataforma) y tres en Ondarreta. Una hora ó una hora y media cuesta limpiar las balsas de las dos playas. «A veces, la porquería está incrustada. Hay veces, cuando el cielo está encapotado y no hay rocío, en que ni con la pistola a presión sale la suciedad. Otros días sale muy fácil».
Retira residuos flotantes del mar y piensa que la gente cada vez está más concienciada, «porque hay menos que años atrás». Y lo dice alguien que lleva 18 años en el trabajo. «Echamos la culpa a los barcos, pero en tierra también hay gente que no es cuidadosa. Pero lo cierto es que vamos a mejor. La gente es más cívica. Es por el bien de todos».
A pesar de todo sigue habiendo suciedad. «Fuera de la bahía hay porquería acumulada, que se va metiendo. Mucha la arrastran los ríos y se va acumulando en las rocas. Cuando hay mareas vivas y vientos de fuera, la porquería se levanta de las rocas y va entrando. También las riadas arrastran mucho. Quizás en el río hay más descontrol que en el mar. En el río se vierte más».
Es de Irún y el primero de la familia con vocación marinera. El trabajo en contacto con la naturaleza le gusta. «Siempre he andado en el mar. Antes tuve un barco de pesca. Era mi trabajo. Había días buenos y otros en que hubieras preferido no haber subido al barco. Ser tu propio jefe tiene su gracia y su desgracia. Yo estuve 12 años. Desde que empecé hasta que lo dejé noté bastante diferencia y mis compañeros, también. Cada vez hay más barcos y más medios para engañar a los peces».
El verano es una temporada exigente en limpieza de playas. En invierno trabajan en las playas donostiarras tres personas. Y en verano, 23. Incluso llegan a ser 24 durante la Semana Grande. La limpieza manual de las tres playas se hace de 5 a 11 de la mañana. Es el baldeo de accesos, limpieza de arena y cambio de papeleras. El cribado con tractores se hace los siete días de la semana: en Zurriola, de 22.30 a 4 de la madrugada y en Ondarreta, de cuatro de la mañana hasta las 9 ó las 10. Salvo cuando hay eventos como el Festival de Jazz o la Semana Grande, que cambian los turnos. «Son playas urbanas y tienen sus exigencias», dice Mikel Egurza, responsable de playas en FCC. «Nosotros también nos exigimos mucho».
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