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JORGE F. MENDIOLA
SAN SEBASTIÁN.
Domingo, 23 de septiembre 2018, 08:22
El distrito Este, el primero que se crea en la ciudad, ha echado a andar esta semana y tiene un largo camino por delante. Esta novedosa fórmula de descentralización de la toma de decisiones implementada por el Ayuntamiento afecta a Altza, Intxaurrondo y el eje Miracruz-Bidebieta, barrios que pese a ser y sentirse diferentes comparten los problemas importantes.
La falta de accesibilidad, los déficits de movilidad, la vivienda, la trinchera ferroviaria -con fondo de saco- y los túneles de la Variante condicionan el día a día y centran las demandas de los vecinos, que ahora se sientan a la misma mesa que los políticos y podrán trabajan para mejorar la vida del distrito.
Para conocer los retos a los que se enfrenta la Junta de Distrito, órgano de gobierno que el miércoles celebró su primera sesión, basta con repasar la realidad sociológica de la población a la que servirá. En esta parte oriental de Donostia arrastran problemáticas de fondo relacionadas con unas condiciones de vida en muchos casos limitadas por unos empleos precarios y una tasa de paro que supera el 12%, cuando la media está por debajo del 9%. Y mientras las desigualdades se hacen cada vez más insalvables, la esperanza de vida es 2,5 años más baja, 4 años en el caso de los intxaurrondotarras.
Las quejas recurrentes son que los servicios públicos -incluido el transporte- «no son iguales» en esta zona que en el Centro, que hay «donostiarras de primera y de segunda» y que aquí pagan «los mismos impuestos» que en el resto de la ciudad. Denuncian que el ocio en estos barrios es «limitado» y haurtxokos y gaztelekus municipales -que cierran en verano y periodos vacacionales- resultan ser la única alternativa para aquellos niños y jóvenes cuyos padres no pueden acceder al ocio de pago.
También son peticiones habituales que desde las instituciones se descentralicen las actividades de los diferentes festivales y celebraciones que se desarrollan en la capital guipuzcoana, así como el cubrimiento de los patios de los colegios o un quiosco en la plaza Sagastieder, un espacio amplio y abierto que no cuenta con una referencia central.
El ruido, sin ser un problema exclusivo del distrito Este, sí encuentra en Intxaurrondo, Altza y Bidebieta un altavoz que causa estragos en la calidad de vida de los vecinos. No es de extrañar, pues a la contaminación que provoca el tráfico urbano hay que sumar los accesos a la Variante -en Herrera, los túneles no están soterrados- y las líneas de Renfe y Euskotren. Y en el capítulo de la movilidad, la estrechez y sinuosidad de las calzadas, las pendientes y las dificultades de aparcamiento -extensibles a toda la trama urbana- se agravan en Altza y otros puntos del distrito.
Los flujos que soporta la rotonda de Garbera hacia las salidas de la ciudad generan no pocas dificultades a los conductores que atraviesan Intxaurrondo a determinadas horas del día, una situación que corre el riesgo de empeorar con la ampliación del centro comercial.
Pero si hay algo que caracteriza el distrito Este es la orografía del terreno sobre el que se asienta. Cuestas y más cuestas, escaleras y más escaleras que en contadas excepciones son mecánicas obligan a situar la accesibilidad vertical al principio de la lista de deseos que la Junta de Distrito debe trasladar a los redactores del presupuesto municipal de 2019.
Intxaurrondo, Altza y Bidebieta figuran entre los barrios más poblados de San Sebastián, cuya pirámide de edades refleja un progresivo e imparable envejecimiento que confiere aún mayor trascendencia a las inversiones en ascensores y rampas. En el lado de la cuesta de Lizardi ya disfrutan de estos inventos, que se hacen igualmente necesarios en la subida a Intxaurrondo desde la clínica Virgen del Pilar, entre otros lugares.
Son solo algunas de las demandas del distrito Este, porque hay más referidas a la recogida de basuras, mantenimiento urbano, parques y jardines, seguridad... La cuestión ahora es ver hasta dónde puede llegar la Junta de Distrito dentro de sus competencias (tráfico, mantenimiento, parques y jardines, euskera, servicios culturales...) y capacidad de decisión e inversión (1,25 millones en los presupuestos del año 2019.
Los vecinos del distrito confían en que este novedoso sistema de gobernanza sirva al menos como «altavoz» de los problemas y la realidad de sus heterogéneos barrios. Por eso reclaman al Ayuntamiento que mantenga su apuesta hasta el final y no desarrolle los distritos de cara a la galería o por simple mandato legal, sino que se convierta en un órgano que de voz a las asociaciones y colectivos sociales, que ejecute ideas y proyectos y, en definitiva, que permita acercar la toma de decisiones a la ciudadanía, como es su objetivo.
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