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Imagina que sí existe una máquina del tiempo. Es un sueño hecho realidad, como cuando Leonardo da Vinci o Julio Verne idearon aparatos que en su época parecían ciencia ficción, incluso diabólicos, y ahora nos son cotidianos. Da un paso más y déjate teletransportar como si fueras un viajero que de pronto 'aparece' de carne y hueso en la Gipuzkoa de finales del siglo XIX. Seguramente, con la mentalidad de 2019, y como no hay wifi, una de tus prioridades sería encontrar una guía que ofrezca los datos más importantes del territorio y de su capital, San Sebastián.
Una buena alternativa para no sentirte 'perdido' sería adquirir en una librería un ejemplar de tapa dura negra titulado 'Nomenclator y guía de San Sebastián', impreso en 1891 y dirigido tanto a los ciudadanos locales como a los forasteros. El autor es Cipriano Vecino, quien resalta en el prólogo que su «modesto trabajo» es una prueba de su «acendrado amor que profeso a la culta y hospitalaria ciudad de San Sebastián». Su precio era de 1 peseta y contaba con 230 páginas. Sonríes cuando descubres que el autor destaca: «hay que estudiar el pasado para disfrutar del presente». La Biblioteca Nacional de España guarda un ejemplar.
El primer capítulo de libro se titula «Reseña Histórica de San Sebastián». Cipriano Vecino define a la ciudad «como hermosa y pintoresca», al tiempo que destaca el «espíritu valeroso de sus honrados habitantes en los combates, su fe y abnegación en las calamidades y desgracias». Esto te da un voto de confianza hacia las personas con las que te cruzas en plena calle.
El autor remarca los fueros y privilegios que recibieron los guipuzcoanos de «príncipes y reyes» por su lealtad con la monarquía. Relata, además, los incendios que asolaron la capital desde 1278. También que en el año 409 después de Jesucristo, y bajo el dominio de los romanos, se llamaba Olarso; antes del siglo X Easo e Izurun, y ya en 980 y 1014, San Sebastián. Remarca la ocupación de las tropas de Napoleón en 1808 y el histórico incendio de la Parte Vieja el 31 de agosto de 1813. Lo califica de «día aciago y noche cruel». Pone énfasis en que la ciudad resurgió como un 'ave fénix' tras esa tragedia, y que el desarrollo a lo largo del siglo XIX fue en gran parte gracias a ser destino de veraneo de las reinas Isabel II, María Cristina y María Victoria. Esto posibilitaría a principios del siglo XX colocar a San Sebastián en la élite de 'Belle Epoque', pero esta es otra historia.
Para que sepas el significado de las calles que atraviesas, ten presente un capítulo llamado 'Biografía', en el que se detalla la vida de ilustres donostiarras y guipuzcoanos a los que como recuerdo y homenaje se dedican las arterias principales de la ciudad. Cipriano Vecino se centra en Domenjón González de Andia, Juan Sebastián Elcano, Juan de Echaide, Rafael de Echagüe, Esteban de Garibay, Cosme Damián de Churruca, miembros de la familia Idiáquez, Miguel López de Legazpi, Blas de Lezo, San Ignacio de Loyola, los Oquendo, Juan de Urbieta y Catalina de Erauso (La monja alférez), entre otras personas famosas.
A continuación puedes conocer la situación topográfica de San Sebastián, su comercio, la navegación y el ensanche de la ciudad en los años 80 y 90, por el aumento de la población, «llegando a 40.000 almas en el estío». Es curioso que de su agricultura Cipriano Vecino señala que su producción se dedica solo al maiz y a la manzana. Por si te ves obligado a pedir trabajo, destaca que hay empresas dedicadas a la importación de licores, cervezas, estearinas, papel, tejidos, jabón y velas, botellas, chocolates, fósforos, curtidos, ácidos, cal hidráulica, cigarros, sombreros, fundiciones de hierro, puntas de París, maderas de construcción de carruajes...
Para que sepas qué idioma se habla en Gipuzkoa, y especialmente en San Sebastián, afirma que sus habitantes «hablan el vascuence», pero, resalta que «son contados los que no poseen el idioma de la lengua castellana». Insiste en que los donostiarras son «sobrios, honrados, religiosos y hospitalarios, asiduos al trabajo, breves en sus razones, dóciles, respetuosos y aman a su país con delirio, y por defenderle arrostrarían toda clase de peligros; saben también sobrellevar con resignación y paciencia las penalidades y desgracias». Añade que sus «marinos son hábiles, entendidos y valientes para las rudas faenas del mar». Además, el juego predilecto es el de la pelota, y son aficionados «a la danza al son de las gaitas o flautas y tamboril (Vulgo chun chun)».
Pone en valor la «brillante y altamente satisfactoria instrucción pública». Remarca sus 21 escuelas públicas, 36 colegios privados, el instituto provincial de segunda enseñanza, la escuela de artes y oficios, la academia municipal de música y otra de gimnasia, además de una biblioteca pública municipal con 10.000 volúmenes.
También son los donostiarras solidarios. En el capítulo 'Beneficencia', indica que existen tres edificios, el de Santa Casa de Misericordia, el del asilo Matía y otro «pío establecimiento» para ancianos. Si eres religioso, de los templos, comienza el recorrido con la basílica de Santa María, y sigue con la iglesia de San Vicente, el convento de Santa Teresa y el del Sagrado Corazón de Jesús (en la calle Urbieta), junto a la iglesia del Buen Pastor, que fue consagrada al culto el 30 de julio de 1897. No olvida otras iglesias más modestas.
Como foráneo, y si te interesa la arquitectura urbana, también te interesa leer su narración sobre «edificios, plazas y paseos más notables». Inicia su relato con la «casa ayuntamiento», situado en la plaza de la Constitución. A continuación, -seguro que echas mano a la cartera- pone en valor la sede de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad, «en uno de los solares de la calle del Príncipe y esquina a la de Guetaria». Subraya que «pueden depositarse fondos de 1 a 500 pesetas la primera entrega y de 1 a 125 las sucesivas. Las imposiciones pueden hacerse los domingos de 10 a 12 horas». Por si quieres liquidez, sobre los empeños en el Monte de Piedad, «se admiten toda clase de valores, alhajas de oro y plata, muebles, ropas, etc.».
Para que recuerdes que debes cumplir la ley, el tercer edificio al que se refiere Cipriano Vecino es el de la «cárcel correccional y del partido de San Sebastián», «situado en los arenales del Antiguo, a continuación del campo de instrucción militar». Subraya que en cada piso hay 34 celdas en las que «el preso tiene todo lo necesario para su servicios, incluso urinario y asiento excusado con sus correspondientes sifones». Destaca que la prisión está dotada de agua y se estableció luz eléctrica, «pero a causa del mucno gasto se desistió, y se emplea ahora el petróleo». Detalla que en 1891 había 74 presos, de ellos 63 varones y 11 mujeres.
Alejas los malos pensamientos al leer la descripción del Gran Casino, «con admirables vista sobre el puerto, la playa, el paseo de la concha y el parque de Alderdi Eder. Lo define como «un vasto monumento aislado, de grandiosas proporciones arquitectónicas que ocupa con sus terrazas, jardines y demás dependencias una superficie de 3.000 metros cuadrados». Detalla su sala de fiestas, los salones del Círculo, el salón de descanso, las salas de baños para señores y caballeros, las cocinas del café y el restaurante.
Y para relajarte, como prácticamente todos los foráneos, seguro que a estas alturas ya has quedado rendido ante la paz y la belleza que te ofrece La Concha. Con el nombre 'La perla del océano', el autor se refiere a que en la playa hay un «espacioso establecimiento balneario e hidroterápico». Indica que en el mismo se realizan «todas aquellas aplicaciones externas del agua del mar que constituyen el precioso complemento de la higiene y la terapéutica marinas». Desvela que en los últimos años se ha agregado un departamento destinado al «Massage y la Gimnasia Sueca», muy beneficioso «para la mayor parte de las enfermedades crónicas».
Como seguro que te apetece tomarte un baño en el incomparable marco de La Concha, el libro recoge las «reglas de buen orden y decencia que deben observarse en los baños de mar de la playa de esta ciudad». Ten muy presente las reglas para no terminar en la cárcel que ya conoces, o ser multado con cinco pesetas por la primera infracción y más si reincides. Se prohibe a los hombres bajar a la playa desde la rampa que se halla frente al Hotel Inglés, hasta La Perla del Océano, y solo se permite a mujeres y niños bañarse en esa zona. Los bañeros están obligados a tener «en número suficiente casetas numeradas, amuebladas y provistas de asientos, perchas tocador, palanganas, agua dulce y correspondiente ropa de servicio; todo con el mayor aseo posible». Deben estar montadas sobre ruedas sólidas para su buen traslado hasta la orilla del mar. Esta prohibida en la arena «la condimentación de alimentos, salvo las horas comprendidas entre las diez de la mañana hasta las cuatro de la tarde».
Siguiendo con el recorrido por el meollo de la ciudad, Cipriano Vecino detalla que en la manzana comprendida entre las calles de Peñaflorida, Garibay, Andia y Plaza de Guipuzcoa se hallan reunidos notables edificios, como el destinado a escuelas públicas, la fábrica de tabacos, el Instituto provincial y «el majestuoso edificio destinado a Palacio de la Diputación, digno de ser visitado por el forastero, y que forma un conjunto armónico» en el que se encuentran «el Gobierno Civil, la administración especial de Hacienda de la provincia y Correos». Resalta el «amplio vestíbulo decorado con el mejor gusto» la «soberbia vidriera pintada que representa el memorable suceso de la jura de los fueros por Alfonso VII».
El autor destaca los dos teatros de la ciudad. Uno situado en la calle Mayor y llamado Teatro Principal, construido en 1843 y de propiedad municipal. «Aunque pequeño, se halla bien decorado y durante el verano actúan en él acreditadas compañías de zarzuela y ópera, viéndose con tal motivo dicho coliseo muy concurrido». El segundo es el Teatro Circo, enclavado en la calle Andia y de propiedad particular. Fue edificado en 1870. «Aunque es más espacioso y cómodo que el Principal, y bonitamente decorado, no reúne buenas condiciones acústicas, por haberse construido más bien para circo que para teatro. Sin embargo, durante las temporadas de verano suelen darse en él algunas funciones por compañías ecuestres y de zarzuela».
Aunque parezca mentira, por la importancia turística que tiene hoy día, apenas destina un párrafo a la Plaza de Constitución, y eso que alberga el ayuntamiento.
Si se extiende más al hablar de la Plaza de Guipuzcoa. «Es uno de los parajes más pintorescos y más deliciosos que posee la ciudad», remarca. Destaca su «preciosa cascada» que finaliza en un pequeño lago en le que flotan «multitud de peces y aves acuáticas», y para atravesarla hay un «puentecito rústico». Subraya también los «corpulentos árboles de diversas clases y de no escaso valor», los «bancos rústicos» y el suelo con «plantas raras».
No olvida «una columna de mármol de notable valor y mérito, que cuenta con un higrómetro, un termómetro decígrado y un barómetro, e incrustada en la misma una reseña de la longitud, latitud, temperatura máxima y media, oscilación y declinación, indicaciones barométricas de los aires y mareas de esta capital». Señala también «un curioso tablero de porcelana que contiene la diferencia de horas de San Sebastián con varias capitales del mundo, y montado sobre una pequeña columna de piedra un cañoncito, el cual es disparado cuando los rayos solares toca un disco que la cubre. Toda la plaza está cerrada por una gran verja de hierro, dando acceso a la misma seis puertas abiertas al público de sol a sol».
No dedica mucho espacio a la plaza de toros, tal vez porque todavía no es tan conocida como sería luego la del Chofre, que se inauguró el 9 de agosto de 1903. Afirma que la de 1891 está situada al final del paseo de Atocha, frente a la estación del ferrocarril, y puede acoger a unos 10.000 espectadores. «Se inauguró en el mes de julio de 1876 y durante las temporadas de verano se verifican en ella grandes corridas de toros de las más acreditadas ganaderías de España».
El autor resalta también el puerto de San Sebastián. «Sus principales muelles son Cay-arriba (el del extremo) y Cay-buru (el del centro, y donde se efectúa la carga y descarga)». Señala el «modesto monumento erigido a la memoria del célebre y valiente marinero José María de Zubía, conocido por Mari, quien arriesgó muchas veces su vida para salvar a los que veían la suya en peligro, pereciendo él víctima de su denuedo el 9 de enero de 1866». Afirma que los buques de gran calado fondean en la bahía, detrás de Santa Clara, y que existen tres faros, situados en la isla, en la falda del monte Igueldo, junto a La Perla del Océano, y a la entrada de la bahía.
Un capítulo importante del libro son los «varios y pintorescos» paseos en el interior y alrededores de la ciudad. Comienza con el del «Boulevard o Alameda». Destaca las varias hileras con frondosos árboles y el elegante quiosco que se levanta en el centro. Del parque de Alderdi Eder menciona que «en castellano significa 'campo hermoso'. Dice que tiene «bonitos y bien trazados jardines de frondosa hierba y un caprichoso monte artificial denominado Monte Ruso, desde cuya pequeña elevación se domina todo el paseo de la Concha y la playa».
Del paseo de la Concha destaca que es «hermoso y aristocrático, con un sublime panorama y uno de los parajes más amenos y encantadores». A la Avenida de la Libertad la define como «segundo Boulevard de la población». Resalta que «a sus lados hay dobles hileras de frondosos árboles y por su centro atraviesa la anchurosa carretera del Estado, viéndose muy concurrido por las tardes en los meses de estío». De «Zurriola o De Oquendo» indica que es «otro de los paseos más frecuentados por la colonia veraniega y el más espacioso de la ciudad». De las afueras habla de los paseos del Antiguo, de Atocha, del Urumea, de los Curas y el de Puertas Coloradas. Éste último desde el puente de Santa Catalina hasta el barrio de Ategorrieta.
El autor presenta una «advertencia» que tal vez te deje algo apenado. Dice así: «Hallándose en construcción el magnífico y suntuoso Palacio Real de Miramar, propiedad de S.M. la Reina Regente, cuyo edificio ha de ser indudablemente una verdadera obra de arte, no ya tan solo en su parte de arquitectura sino también en la de su decorado, nos vemos privados hoy a hacer su descripción». La construcción del edificio, de estilo inglés, finalizó en 1893 y desde su entorno se puede admirar una de las más espectaculares vistas de la ciudad.
Como prueba de que se trata de un libro que pretende ser una guía tanto para los locales como para los foráneos, en las siguientes páginas se ofrece al lector el nombre de cada calle de la ciudad, en orden alfabético, con sus «entradas» y «salidas». Prosigue con el nombre de las principales autoridades civiles, militares y eclesiásticas de San Sebastián y sus «dependencias». También las «sociedades de recreo, socorros e instrucción», al igual que un nomenclator de profesiones.
Sabiendo que la ciudad ha sufrido muchos incendios desde su fundación te reconfortara conocer el nombre de los mandos del cuerpo de bomberos de la ciudad, que cuentan con 300 mangas de cuero y que en todas las calles hay bocas de incendios. También disponen de nueve escaleras colgantes y dos sacos fuertes de lona que se utilizan como salvavidas.
Puede venir bien en tu periplo por tu ya más cercana Donostia la 'sección de conocimientos útiles'. Concreta la «tarifa general de carruajes de punto», las medidas superficiales y agrarias que se utilizan en Gipuzkoa, al igual que las medidas de capacidad para áridos, líquidos y pesas. También la tarifa para la recaudación de impuestos y arbitrios en San Sebastián y en Gipuzkoa, y los horarios y tasas en Correos. Había correspondencia que salía a Cuba, Puerto Rico, Filipinas y América del Sur.
Otro dato interesante es el de número de mercados y ferias en Gipuzkoa y días de la semana en la que se celebraban. El autor destaca los de Tolosa, Ordizia y Azpeitia. También ofrece los pueblos de la provincia con su número de habitantes según el censo oficial de 31 de diciembre de 1887. San Sebastián tenía 29.047 habitantes, Irun 9.264, Tolosa 7.223, Azpeitia 6.6161, Oñati 6.152 y Eibar 5.103. Detalla, además, el servicio de la Vascongada a los pueblos de la costa, los servicios de coche a Tolosa e Irun, y el de trenes apra la temporada de verano.
Un capítulo es ilustrativo y curioso, ya que es la sección de «anuncios generales y preferentes». El foráneo puede acceder a una amplia y variada información sobre decenas de establecimientos de San Sebastián. Se pueden localizar fácilmente gracias a un plano de la ciudad que publicó el periódico semanal 'La Unión Vascongada'. Los reclamos publicitarios son variopintos y curiosos vistos por un viajero de pleno siglo XXI, y más para un teletransportado como tú. Feliz estancia en la San Sebastián de 1891 y exitoso regreso a 2019. Ojalá que te haya sido útil el 'Nomenclator y guía de San Sebastián' y se lo cuentes a todo el mundo. Aunque tal vez no se crean tu experiencia recuerda, como dice Cipriano Vecino, «hay que estudiar el pasado para disfrutar del presente».
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José Mari López e Ion M. Taus | San Sebastián
Miguel González y Javier Bienzobas (Gráficos) | San Sebastián
Javier Bienzobas (Texto y Gráficos) | San Sebastián
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