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Sesión de trabajo en los locales municipales de Morlans. LUIS MICHELENA
Hazi eta Ikasi estrena aulas en su nuevo local de Morlans

Hazi eta Ikasi estrena aulas en su nuevo local de Morlans

Esta asociación reúne a voluntarios que ayudan a chavales con los deberes escolares

Cristina Turrau

San Sebastián

Domingo, 24 de enero 2021, 07:02

Arrancaron en el año 2009 y desde entonces no han parado en su tarea de ayudar con los deberes escolares a estudiantes de familias con recursos limitados. En el arranque del curso 2019-2020 atendían a más de 240 niños en cuatro barrios donostiarras. Pero la pandemia lo cambió todo. Ahora han tenido que dejar sus clases de Egia por falta de aulas pero mantienen su trabajo en los barrios de Amara, el Antiguo y Bidebieta. En Amara acaban de estrenar locales en Morlans. «El área de Bienestar Social del Ayuntamiento se ha comprometido mucho con nosotros y nos ha cedido unos locales que compartimos con otras dos asociaciones, Al Anon/Alateen Gipuzkoa, de familiares de personas alcohólicas y Bizi Bide, asociación de fibromialgia», explica Enrique García, presidente de Hazi eta Ikasi. «No coincidimos con ellas en el horario de uso y podemos organizarnos bien».

Con la pandemia se pararon las clases el pasado año. Ahora las ofrecen online y presenciales con nuevos protocolos. Han establecido un ratio de un profesor por alumno. Se miden los metros cuadrados de cada clase para acoger a un determinado número de estudiantes. Actualmente cuentan con 90 alumnos y necesitan voluntarios, preferentemente con conocimiento de euskera, para poder atender a los chavales en una larga lista de espera.

De los estudiantes que acogen 60 están en Amara y 30 se reparten entre el Antiguo y Bidebieta. Enrique García fue maestro en Amara Berri. «Empecé en la asociación en 2013, cuando me jubilé a los 60 años. Alumnos míos hacían sus deberes con Hazi eta Ikasi y yo mantenía contacto estrecho con la asociación», explica. «Era muy consciente de que, por circunstancias ajenas a ellos, estos niños se quedaban descolgados del aprendizaje y necesitaban un empujón, una ayuda para engancharse al carro de la educación».

Como profesor veía resultados. «Hay chavales que por diversas circunstancias familiares dejan de hacer los deberes. Porque no hay espacio en casa. Porque sus padres no pueden ayudarles. O porque no hay nadie cuando llegan del colegio. Y se nota cuando esos alumnos empiezan a trabajar».

A las clases de Hazi eta Ikasi acuden dos días por semana, en sesiones de hora y media. Son para niños y niñas desde 7 y 8 años hasta 14 ó 15. «Cuando empiezan a pasar los cursos se nota el esfuerzo», dice el profesor. «Se convierten en uno más de la clase. Aprenden a sentarse, organizar sus tareas y trabajar. La autoestima es muy importante. Los chavales se hacen autónomos y trabajan solos».

Cuentan con una lista de espera tremenda. «Antes de la pandemia teníamos 240 alumnos y ahora trabajamos con 90. Esos chavales no han desaparecido. Están a la espera, para lo que necesitamos nuevos voluntarios».

María Luisa Larzabal, responsable de las aulas del Antiguo, agradece a la congregación de las Esclavas y a la ikastola Jakintza la cesión de nuevas aulas. «Hasta que estalló la pandemia estábamos en los bajos de la parroquia de San Sebastián Mártir, en un sótano muy grandes pero sin ventilación», explica. Patxi Tamés, responsable del centro de Amara, añade que el Covid lo ha complicado todo. «Antes reuníamos a todas las familias, ahora hay que ir una por una», afirma. Han comprado 10 ordenadores con la ayuda de Kutxa Fundazioa y Fundación La Caixa, que han cedido para el curso a 10 alumnos cuyas familias no disponen de uno, explica Juan Martínez Apeztegia, miembro de la asociación. «Estamos esperando los que nos prometió el Gobierno Vasco».

Chavales de entre 7 y 14 años para quienes buscan voluntarios

Se necesitan voluntarios, preferiblemente que sepan euskera. En Hazi eta Ikasi acogen a niños y niñas de entre 7 y 14-15 años. A Adela Ioanitescu, de 11 años, nacida «aquí», de padres rumanos, lo que más le gusta son las matemáticas y los problemas. «Va para ciencias», dice su profesora. A Fresia, también de 11 y de Costa Rica, lo mejor de Donostia es la playa y lo peor, el frío. Su profesor, José, trabajó en una imprenta y daba clases de artes gráficas. «Estoy en mi salsa», dice.

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