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San Sebastián.
Jueves, 30 de mayo 2024, 02:00
Sandra lleva 15 años viviendo en Martutene y, tras los últimos robos registrados en la zona, como el que la semana pasada mandó cuatro ... días al hospital a un hombre de 77 años que recibió una paliza en su caserío, siente «miedo». Una sensación que nunca antes había percibido porque «siempre ha sido un barrio muy seguro, en el que todos los vecinos nos conocemos y los críos se buscan de casa en casa». Su hijo tiene 9 años y no tiene teléfono móvil, pero sí luce un reloj con GPS en su muñeca. Así sé en todo momento dónde está. Vivimos al lado del parque, pero estoy muy intranquila por todo lo que está pasando». A su lado asiente Sonia, madre de dos hijo, que no tiene «miedo sino rabia. Rabia porque yo he nacido aquí y he visto cómo las instituciones han ido abandonando un barrio que ha sido una gozada para vivir».
Sandra y Sonia –que desde el ampa de la ikastola llevan «desde septiembre» pidiendo al Ayuntamiento «un interruptor en el patio para que los chavales puedan encender la luz cuando juegan por la tarde a unos metros de la villa okupada»– son dos de las más de doscientas personas que antes de las 19.00 horas acudieron a la concentración convocada por Sarroeta. En nombre de esta asociación que engloba a otras siete agrupaciones, Maite Barrón y Laida Etxeberria, mostraron su «solidaridad y apoyo» al varón apalizado la semana pasada, que se recupera en casa, y reclamaron «al Gobierno Vasco, Ayuntamiento y Ertzaintza una solución integral y duradera», tal como rezaba su pancarta.
Ambas portavoces apuntaron el foco de la inseguridad a los dos edificios okupados pero con matices. «El colegio Agustinos, que es propiedad del Gobierno Vasco, lleva 20 años cerrado sin que hagan nada. Y la villa Oyón, que fue expropiada por Laboral Kutxa. Pero no podemos estigmatizar a nadie ni tratar por igual a todos los que viven ahí. Hay chavales con problemas de drogodependencias, pero otros participan en cursos y están en vías de integración. Por eso, la vigilancia policial es una solución a corto plazo pero a futuro se requiere una acción integral que abarque políticas sociales».
Rodrigo Ulloa, vecino de Bar-kaiztegi, recordó que el 10 de abril, a las 5 de la mañana, se topo con un intruso que «quería entrar en casa, y pude retenerlo hasta llegar la policía. Al día siguiente puse una alarma. Tenemos una hija de 8 años y cuando oscurece no salimos porque hay poca luz». A su lado dialogaban varias mujeres. «Mi hija de 15 años –dice una de ellas– ya no coge el tren por miedo. A veces he ido a buscarle al apeadero porque les venían increpando desde Amara. Desde que solo hay una vía es peor, porque 'todos' se concentran en el mismo sitio».
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