
Ciudadanos | María Ángeles Aranburu Berakoetxea
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Ciudadanos | María Ángeles Aranburu Berakoetxea
«Nos hizo amar la música. Era soprano; una monja elegante y moderna»El funeral, la ceremonia en la que se celebró el recuerdo de la memoria siempre viva de Sor Martina Ansorena Miranda, Hermana de la Caridad ... de San Vicente Paul, dormida para siempre en el Señor y la Música a los 103 años en el convento de Mungia, fue el martes. Se pensaba hacerlo en el camarín de la Virgen pero como acudió tanta gente tuvo lugar en la plena Basílica de Nuestra Señora del Coro. Lógico, ¿quién más parteviejense que una Ansorena hija, nieta, hermana, tía, tía abuela de músicos? ¿Y dónde mejor que a unos pasos de Elizaran, el colegio donde a tantas chavalas de los años 50 ( y también 'mayores') les inculcó el amor a la música?
– Y usted es...
– Una antigua alumna, que como tantas otras no olvida a Sor Martina. Ella nos hizo amar la música y por ese amor nuestra amistad se ha mantenido. Con otras muchas, también. Pero nosotras siete éramos y somos, aparte de mi, María Murgiondo, Encarnita Uriarte (dos de las tres componentes del grupo Kemen) Pili Zunzunegi, Coro Urbieta, Loli Fernández. Sin olvidar a Matilde Aranburu, fallecida el año pasado. Se hizo monja y se vino al colegio de San José, justo donde ahora con el coro Aita Donostia estamos ensayando el repertorio de los conciertos de Navidad. Si supieras las bromas que le gastábamos diciéndole que dejara los hábitos y viviera en nuestras casas...
– Buena debía ser Matilde. Como todas ustedes, qué ochenta años más bonitos los suyos. Por cierto, ¿me diría algunas de las obras que oiremos al Aita Donostia en tiempo de Adviento?
– Por ejemplo 'Bi Gabonetako abestiak', de Urteaga, 'Gau ilunak' de Sarasola, 'Christmas Lullaby'.
– Cantaron ustedes el martes en Santa María en la ceremonia que recordó la 'dormición' de Sor Martina Ansorena Miranda, hija de Isidro y Concha, hermana de (entre otros muchos) de Amparo, que trabajó en Casa Erviti.
– ¿Cómo no íbamos a hacerlo si cada vez que venía a Donosti (con el tiempo la llamaron a otros conventos, otras escuelas) comíamos con ella en bares de Lo Viejo (el Itxaropena, por ejemplo)? ¿Si, como era costumbre en aquellos tiempos, cuando nos casamos le llevamos el ramo? ¿Si fuimos a visitarla a Mungia hará cinco años y nos la encontramos pequeñita y de andar frágil pero, agárrate, nos acompañó con el armonio cuando cantamos en la iglesia del convento y nos enteramos de que había formado un pequeño coro y de que solía ir por los caseríos. De visita. Y a cantar...? Pero...
– ¿Pero qué?
– Al principio nos dijeron que sería en el camarín de la Virgen. Bien. Es un lugar hermoso y recoleto. Estaríamos cómodas, nuestras voces resistirían. Sin embargo, luego decidieron que el funeral se haría en toda la iglesia. Y nos asustamos un poco, ¿nos fallarían? Yo he cantado en coros importantes pero ya son 82 años. Siempre he sido soprano suave. No como Amparo Ansorena, que tenía fuerte voz. Sor Martina era fina soprano, muy dúctil, con mucha capacidad. ¿Sabes que cantó con los Xey y quisieron que les acompañase a América?
– ¡No!
– Sí. Creo que hasta formó un trío con sus hermanas Consuelo y Ana Mari... No fue con ellos a América pero ¿ves? Entró en la vida religiosa joven pero no niña, a los 27 años. Amaba tantísimo la música. Y la vida. Y era muy de aquí. En aquellos tiempos, hazte la idea, nada de euskera. Yo lo hablaba en casa (soy de la plaza Lasala, de encima del Edaska; mi madre tiraba baldes de agua a quienes armaban bulla abajo) pero nunca en el cole. Ella se empeñaba en cantar canciones vascas. Algo que no gustaba demasiado a otras monjas que eran.... 'menos de aquí'. Mira, otras vivían solo en la comunidad. Martina vivía, mucho, para fuera. Sin dejar de ser religiosa fue siempre muy moderna. Y ahora dirían que 'dinamizadora'. Organizaba teatrillos, enseñaba solfeo. Había un par de pianos. Los alquilábamos por horas...
– Me da que algo de 'ojeriza' ya les tendrían a ustedes...
– Pienso que sí. Notabas un 'run rún' cuando algún profesor decía 'que vengan las de música'. O cuando íbamos a ofrecerle flores a la Virgen en Santa María y nos quedábamos a hablar con los organistas, amigos suyos: José Olaizola, Don Luis Urteaga, su hijo Juanito... ¿Te cuento una cosa?
– Claro.
– Igual que luego, mucho más grandes, le soltábamos alguna fresca a Matilde cada vez que veíamos a un cura guapo, de niñas nos daba por pensar que acaso Sor Martina y Juanito se gustaban.... Es que no sabes lo elegante que era. Y lo bien que bailaba.
– Sí lo sé. He visto fotos suyas. En el Principal, en Tolosa, en el Náutico. Y bailando el 'arin arin'. Con esa toca que parecía un par de alas almidonadas.
– Y no pienses que era fácil llevarla. Ni andar con ella sin que se te moviese sino te acompañase.
– Pasión por la música... que surge de gente que se junta para eso, para que suene
– Nosotras, coralistas. ¡Qué placer cantar en compañía, empastar tu voz con la de otros! y qué envidia me dio el coro Suhar en Tolosa!
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