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«No me importa si creéis que mis carboncillos son un retrato fotográfico»Sus obras, tanto los originales como en su versión lámina, están expuestas y en venta en su cuenta de instagram y en ese local de ... Ekin Dendak repleto de emprendedoras (diseñadoras de camisetas, artesanas del cuchillo, artistas) abierto en Duque de Mandas 10, no lejos de la Escuela Municipal de Música. Son retratos al carboncillo en los que los ojos lo cuentan todo. Alguno representa más de 100 intensas horas de trabajo.
– Pues habrá gente a la que sí le molestaría.
– ¿El qué?
– El que se confundiera con una instantánea sacada con una cámara una obra hecha a mano, sobre un papel de exquisito gramaje, lo más liso posible, con lápices y barras de carboncillo.
– A mí no. A mí me causa la sensación de que he conseguido no ya el parecido más extremo (dibujo samurais que nadie conoce, mujeres en llamas que nadie ha visto, tejedoras de cestas de Turkana, en Kenia, que tal vez solo hayamos encontrado en las revistas de National Geographic) sino el realismo total. Más, busco el hiperrealismo. En las texturas, el brillo de los ojos, las arrugas de las manos o la frente.
– ¿Desconocidos? No siempre. ¿El del cuadro junto a la Mujer en Llamas no es un Lannister?
– Lo es, Tyrion, uno de los grandes personajes de 'Juego de Tronos', el llamado 'Gnomo' o 'Mediohombre', el enano culto, despiadado, valiente, astuto. Es dibujando a esas criaturas famosas cuando te juegas mucho porque la gente puede opinar si se parecen o no. Sucede lo mismo cuando acepto el encargo de retratar al carboncillo a los hijos de alguien o a esos padres que celebran sus bodas de oro...
– ¿Aceptas encargos?
– Sí. No es mi profesión soy guardia municipal pero por supuesto que vendo mis originales y dibujo para otros. Incluso, como entiendo que no todo el mundo no tiene no solo el dinero sino el espacio para obras que pueden llegar a medir un metro x 80 o 70x50 también me curro láminas...
– ¿Y consideras esas láminas tan buenas como un original?
– Casi. Tiradas limitadas, impresas en papel de buena calidad.
– Todo esto empezó...
– Pues de crío. Dibujaba. Sin más. En casa y en el cole. Con lápices normales, los habituales, los clásicos, los HB. Sin sospechar que pudiera haber otros, otras puntas, otros grosores, otras finuras. Dibujaba, sí. Pero también me gustaban los cálculos así que hice Ingeniería en la UPV. Nada que ver.
– ¿Estás seguro?
– ¿De qué?
– De que no tienen nada que ver tus estudios como ingeniero con el hiperrealismo de tu obra.
– ¿Tú crees?
– Piénsalo.
– Tal vez sí. En la limpieza del trazo quizás. En la exactitud con la que debo usar la barra o el lápiz de carboncillo. En el cálculo de las dimensiones. Sí hay algo de ingeniería artística en todo esto.
– Estamos hablando del carboncillo. ¿Saltaste a él desde los lápices HB? Diría que no.
– No, claro. Primero descubrí los lápices de grafito. Aprendí que el 8B es el más blando y el 6H el más duro. Me encantó el grafito. Conseguía con él texturas muy distintas, fondos más profundos. Funcionaba bien con y para los contrastes, era potente. Me gustaba esa formación del carbono, de color negro y gris con brillo metálico, refractario y que se exfolia con mucha facilidad. Mezclado con arcilla sirve para fabricar, precisamente, la punta de los lápices. Pero llegó el momento en que me resultó insuficiente...
– ¿Y? ¿Cómo? ¿Cuándo?
– Yo recuperé mi pasión por el dibujo durante el confinamiento. Navegué mucho por internet, entré en muchos canales de YouTube y me encontré con el carboncillo. Leerás en la Wikipedia que se trata de un «palillo de brezo, sauce u otra madera ligera como abedul, carbonizado, usado para aplicar los trazos del dibujo». Vi que dejaba, sí, trazos más gruesos, imprecisos, se prestaba más al difuminado. Incluso resultaba más negro que el grafito. Supe que era lo que necesitaba. El carboncillo para conseguir mucho contraste, mucho negro. Aunque me gustan tanto los grises...
– Son sugerentes, sí.
– La gente puede pensar que el gris es el gris y punto. Pero no, no existe un único gris. Ni dos. Hay muchos. Tantos. Nunca pienses que en una obra al carboncillo solo juegas con el blanco, el negro y un gris. Hay mucho más.
– Ingeniero, dime, no esparcirás el carboncillo a la buena de Dios. Se necesitará precisión máxima.
– Absolutamente. Yo afilo los lápices de carboncillo o trituro las barras y guardo el polvo en tarros. Uso distintos pinceles. El carboncillo suelta mucho polvo pero piensa que cuanto más grande es el pincel menos queda sobre el papel. Y con unos cuantos, precisos, movimientos vas logrando esos grises que buscas.
– El retrato de la foto tiene los ojos azules...
– Nueva prueba. Con lápices de colores. Me estoy dando cuenta de que debes poner primero el color y luego añadir negros, grises, blancos. Si no, no funciona.
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