Jon Munarriz y M. Ruiz Egaña
San Sebastián
Martes, 11 de febrero 2025, 00:12
Mucho hollín y un fuerte olor a quemado. Esto es lo que se están encontrando los vecinos del número 8 de la calle San Marcial que están regresando poco a poco a sus viviendas, además de con las labores de limpieza que siguen activas todavía ... en el piso afectado por el incendio. «Esta noche es la primera que voy a pasar en casa desde el día del incendio», expresaba ayer Ana González, vecina del cuarto piso del bloque afectado. «Ya tenemos agua y luz. En mi caso, es un milagro que haya podido salvar todo», admitía por su parte Elena Bengoa, propietaria de la asesoría inmobiliaria InmoEb. Iñigo Garmendia, dueño del local de ejercicios 'El Estiramiento Inteligente' no ha tenido la misma suerte. «He intentado salvar todo el material posible. Hay algo que hemos podido sacar, pero hemos tenido que tirar la mayor parte». El momento de volver a acceder a su consulta sigue siendo muy difícil para él. «Parece que estás ya calmado, pero cuando entras ahí, hueles y te encuentras todo, te remueve por dentro. Me está costando darle la vuelta».
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Elena Bengoa tiene la asesoría justo en la puerta de al lado, y el resultado ha sido completamente distinto. «Lloré de angustia antes de entrar y de alegría al ver que había salvado prácticamente todo. La puerta de Iñigo estaba llena de agua y la mía estaba intacta. Hemos tenido mucha suerte». Elena se acordaba de los vecinos que han quedado más afectados. «Es muy triste ver cómo gente conocida tiene que irse de casa. Una señora ha tenido que alquilar otro piso porque el suyo ha quedado totalmente destrozado».
Rafael Dueñas tiene una oficina de abogados también en el primer piso del número 8 y, afortunadamente, no tiene que lamentar males mayores. «Vine el viernes para ver los daños y secarlo todo. Principalmente nos entró agua por el techo y tenemos algo de material que está fuera de servicio, pero por lo demás poco daño. Que no le haya pasado nada a nadie es un milagro».
El bar Itsaspe ha tenido que actuar a contrarreloj para recuperar una relativa normalidad lo antes posible porque «un día cerrados pasa factura» en las cuentas del local. «Teníamos todo lleno de agua y se nos cayó un cacho del techo. Hemos reformado casi la mitad del bar en apenas dos días y ya hemos abierto otra vez. En el comedor todavía nos queda trabajo porque afectó a la electricidad, pero el resto lo tenemos controlado. Estamos dando servicio con total normalidad», explicaba Luis Ubence, camarero del establecimiento donostiarra.
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