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Marcos Rodríguez
Domingo, 4 de febrero 2024, 14:07
Varios minutos antes de que los relojes marcasen las doce del mediodía, decenas de personas se iban acercando a la calle Euskal Herria, en Donostia, desde donde partió el tradicional desfile de Iñudeak eta artzainak. Según se acercaba el momento de salir a desfilar, todo el mundo se iba colocando en sus posiciones.
«Cuánto falta», preguntaba uno de los tamborreros antes de empezar a tocar por las calles de la Parte Vieja donostiarra. Y no se hicieron esperar, porque en cuanto dieron las doce, la txaranga The Joselontxos empezó a tocar, dando así comienzo al desfile.
Con una llevadera temperatura de once grados, que subió con el calor de los cientos de personas que se apelotonaron en las calles, los integrantes de Kresala comenzaron a marchar hacia la calle Aldamar.
Encabezados por los pastores y las nodrizas 'txikis', los tamborreros marcaron el paso del desfile aporreando sus instrumentos al ritmo de las obras de Sarriegui, tradicionales de esta festividad. Eran cerca de cien los tambores, cuyo estruendo se podía escuchar desde varias calles adyacentes.
A la comparsa le seguía su inseparable txaranga, que muy animada tocaba a un volumen idóneo para que los de los tambores y el numeroso público desplazado pudiesen escuchar las piezas.
Justo por detrás, una treintena de pastores, a los que les acompañaban otras tantas niñeras, no dejaron de bailar durante todo el recorrido hasta llegar a la Plaza de la Constitución.
Como mandan los cánones, ellos iban vestidos de blanco, con chaleco, gerriko y txapela rojos, y bailaban con la 'makila' en la mano. Por su parte, ellas iban con los típicos vestidos azules a cuadros y los mandiles blancos. Y en sus manos, cómo no, llevaban los 'bebés' con los que realizaron sus danzas y, de vez en cuando, cuando la canción lo pidiese, lanzarlos al aire para volver a cogerlos antes de que cayeran al suelo, ante el delirio de los espectadores.
A toda esta fanfarria de músicos y bailarines, cerrando el desfile les siguieron los característicos personajes que convierten esta tradición en algo tan especial y que hace florecer el ambiente carnavalesco que se vivirá en la ciudad el próximo fin de semana.
Entre quienes se acercaron a ver el espectáculo estaba Kontxi Zabala, que «desde hace unos cuantos años» trae a su nieta Paula a la plaza. «Súbeme, quiero ver», le decía la niña a su amama con el muñeco del bebé en la mano. «Le gusta ver cómo bailan las nodrizas», reconocía su abuela mientras trataba de hacerse un hueco como podía entre la multitud para que la pequeña pudiera ver el desfile con claridad.
Otra de las niñas que veía la representación desde detrás de las vallas gritaba el nombre de su hermana, «Mia, Mia», para ver si la joven nodriza la veía entre la multitud, aunque no tuvo éxito en su intento.
Entre el bullicio hicieron acto de presencia el alcalde y su mujer, los camareros, el pirulero, la panadera y sus bocadillos de chocolate, los bomberos que iban repartiendo chuches, las viudas, los vendedores de globos, la florista, los guardas, el repartidor de correos, las sufragistas, los forzudos del circo, las pescateras y arrantzales, el obispo y los monaguillos, las matronas y los socorristas de la playa. Cerrando la comitiva, y «como en muchos años anteriores», un caballero con un traje de época conducía un viejo Rover 10 descapotado que acaparó muchas de las miradas al paso de la comitiva.
El desfile hizo retroceder un par de siglos en el tiempo a las calles de la Parte Vieja donostiarra. Fue un viaje a la Belle Époque en todo su esplendor. Esta tradición se remonta hasta el 2 de febrero, día de la Candelaria, del año 1885. Desde entonces, los 'artzainas' cortejan a las 'iñudes' bailando a lo largo del desfile a ritmo de la música de Raimundo Sarriegui. De hecho, la estatua que tiene en su honor en la plaza que lleva su apellido, pudo ver pasar a la comparsa, que se desvió de la calle Aldamar hacia la Alameda del Boulevard, para posteriormente, al llegar al Ayuntamiento, encarar la Calle Mayor en dirección a la Basílica de Nuestra Señora del Coro, para a continuación dirigirse hacia la Plaza de la Constitución, donde llegaron a la una de la tarde en punto.
Cientos de personas esperaban la llegada del desfile en la 'Consti'. Muchos de los espectadores eran bebés de apenas unos pocos años de edad, cuyos padres tenían que cargar a hombros con ellos para que pudieran ver algo del espectáculo entre la numerosa multitud.
Todo esto mientras los tambores retumbaban en una plaza abarrotada y ante los paseos constantes de los distintos personajes de la comitiva. Entre ellos, un fotógrafo muy metido en el papel advertía, «no os mováis», a los tamborreros, a los que intentaba capturar con una cámara antigua de fuelle plegable. Los personajes desfilaron, algunos repartiendo piruletas a los más pequeños, hasta el último golpe de tambor.
El calendario ha querido que este año el desfile de Iñude eta artzainak coincidiera con la víspera de Santa Águeda. Una fecha tradicional en la que muchas personas se han reunido para cantar a ritmo de sus bastones, con los que golpearon el suelo al unísono para intentar 'despertar a la madre tierra'. Las personas cantaron de caserío en caserío y también por la calle, donde reciben donativos. También quedan escasos días para el inicio del Carnaval. Desde este jueves hasta el próximo martes habrá distintos actos en Donostia, en los que podrán verse comparsas como la de este domingo, formadas por distintos grupos. En algunos casos también les acompañarán las obras de Sarriegui. Los carnavaleros ultiman ya los detalles para su arranque.
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