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Iñigo Goñi Davó
San Sebastián
Miércoles, 17 de julio 2024
La convivencia entre los vecinos de Amara-Osinaga y Guau, el parque para perros situado entre Amara y Riberas de Loiola, no está siendo fácil. Ladridos a altas horas de la madrugada, arena invadiendo la calle o la tala de árboles enfermos son algunos de los problemas que denuncian. «El ruido de los ladridos, todo el día, todos los días, se hace insoportable», aseguran. Los afectados coinciden en señalar como causa de estos males la ausencia de una cerradura consistente que evite el uso del recinto a horas intempestivas de la noche, cuando el ruido es «especialmente molesto». No es la primera vez que protestan ante esta realidad: «Nos dijeron que pondrían cerraduras, pero han pasado años y no ha cambiado nada». El pasado mes de junio, el nuevo concejal de Ecología, Juantxo Marrero, informó de que su departamento está «intentando resolver» este problema. Por ello, se comprometió a «controlar los horarios de uso y que se respete la normativa».
Los vecinos también demandan que se traslade el parque a otro emplazamiento más alejado de las viviendas, por ejemplo Ametzagaiña, donde «no haría falta candado». Para reforzar su petición, recogieron 60 firmas y las entregaron en el Ayuntamiento, con «nulo» resultado. Iñaki Gurrutxaga, Mentxu Irigoyen y Teresa Marrero, tres de las voces contrarias al arenal canino, afirman que «no tenemos nada en contra de los perros ni de sus dueños, pero existen ubicaciones más favorables en las que el parque no molestaría a nadie». La respuesta del edil es clara: «No contemplamos cambiarlo de sitio».
En cuanto a las afectaciones medioambientales, Gurrutxaga explica que antes de la creación de Guau, un informe municipal ya alertaba de «las micciones y defecaciones que pueden llevar a cabo los perros en las instalaciones y los efectos que pueden originar en el entorno, más aún considerando la cercanía del río».
Desde su apertura, el impacto del parque en el entorno natural ha sido «muy negativo». «Está a la vista de todos que los cerezos y demás arboles que fueron plantados en el terreno están enfermos, con un tallo cada vez más delgado y deshojados casi al completo. Van a ir cayendo uno a uno», lamentan en el vecindario, donde de los 23 cerezos japoneses que se plantaron en origen solo quedan ocho. El concejal Marrero niega la influencia del parque: «No es real que los orines afecten a los árboles que, además, están fuera del parque». Los residentes exigen pruebas más concienzudas.
A estos problemas hay que añadir los que ocasiona la arena del recinto, pues, según cuenta Gurrutxaga, «no es extraordinario que amanezcamos con un rastro de arena que cubre toda la bajada». Como solución provisional, los servicios municipales de limpieza instalaron una alcantarilla que acumulase la arena para evitar su dispersión por la vía pública. No obstante, con la nueva solución surgió otra queja: «Para sacar la arena de la alcantarilla tienen que usar una bomba extractora, que suele venir hacia las 7 u 8 de la mañana y hace un ruido descomunal», apunta.
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Fernando Morales y Sara I. Belled
Amaia Núñez
Patricia Rodríguez e Izania Ollo | San Sebastián
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