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Se la llevó el mar en 2014 y hasta ahora no había dado visos de existencia. Las mareas vivas del pasado fin de semana descubrieron 2 centímetros de una pieza de piedra color rosáceo que llamó la atención de los componentes del dispositivo que elimina los cascotes de la playa de Ondarreta. El elemento en cuestión es una pieza del bordillo de las escaleras de bajada a la playa desaparecido desde hace casi una década por el fuerte temporal que arrasó la costa guipuzcoana y que las bajamares de este mes han permitido recuperar. No es el único material recuperado en los últimos años. El arenal del Antiguo es un auténtico 'museo de la ciudad' que cíclicamente descubre parte de su historia.
El tsunami que arrasó el litoral donostiarra a principios de febrero de 2014 fue tan destructivo que apenas hubo tiempo de hacer un inventario detallado de los daños en la ciudad y en el territorio de Gipuzkoa. Ondarreta, el club de Tenis y los jardines quedaron literalmente arrasados por la virulencia del mar. Una de las farolas históricas de la rampa de bajada a la playa desapareció también engullida por las olas. Las zonas más cercanas a la playa fueron las más expuestas y las que peor lo llevaron. Entre ellas, las escalinatas de bajada a la playa. El acceso escalonado más cercano a la rampa perdió una de las piezas de 'mármol' rosa de su bordillo izquierdo. Desde entonces la escalera carece de esta pieza, no por falta de voluntad de sustituirla, sino por la dificultad de hacerlo.
Estos bordillos están elaborados con piedra de la cantera de Ereño (Gautegiz-Arteaga), que está en desuso desde 1989, según explica el biólogo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, Jon Etxezarreta, que fue quien descubrió este ejemplar el pasado fin de semana enterrado cerca de la orilla. Realmente no es una pieza de mármol sino de «caliza arrecifal», aunque a este material se le denominó durante décadas «mármol de Ereño» o «mármol rojo Bilbao» por su característico color.
300
kilos de peso se estima que tiene el bloque hallado hace unos días en la arena de Ondarreta, perteneciente al bordillo de una de las escaleras de bajada a la playa
El caso es que las fuertes mareas vivas del pasado fin de semana descubrieron una esquina de esta pieza a 150 metros del lugar de donde se desprendió. «Estaba a 25 metros del agua, en la parta baja de la orilla, a la altura del chiringuito Dabadaba», explicó Etxezarreta. El mar la enterró bajo la arena y desde hace una década la pieza se ha ido moviendo hasta que ha terminado por aflorar cerca de la orilla. Su color llamó la atención de los operarios que eliminan los cascotes de la playa y tras escarbar un poco descubrieron lo que nadie esperaba: la pieza del bordillo que faltaba en la escalera.
El elemento fue sacado con maquinaria de la playa (pesa unos 300 kg) y entregado a la contrata Hobetu, que se encarga de reparación, renovación y mantenimiento de los pavimentos de la ciudad, y que ya analiza con el Ayuntamiento la mejor forma de recolocar esta pieza en su sitio y con la mayor seguridad para evitar que se le vuelva a llevar el mar.
La arena de Ondarreta es una auténtica fuente de información del uso que se ha dado a este lugar y las construcciones que se levantaron en la zona durante el último siglo y medio. Donde hoy ponemos la toalla para tostarnos al sol en su día hubo fue un campo de instrucción militar, campeonatos de hípica, pista de aterrizaje de avionetas, una cárcel... incluso fue el primer campo de fútbol de la Real Sociedad.
El arenal del Antiguo solo comenzó a tener la configuración que hoy conocemos a partir de 1925 y no fue hasta 1949 cuando desapareció el centro penitenciario y se diseñó su trazado curvo hacia el Tenis. Han sido 140 años de usos de la playa muy distintos a los vinculados al ocio estival y estos son el origen de las piedras que han estado bajo la arena durante décadas.
La eliminación de los cimientos de la cárcel y de parte del antiguo muro de costa en 2005 es la explicación de por qué precisamente es en el sector central de la playa donde aparecen hoy la mayor parte de las piedras. «Se retiró el muro de costa, pero no se cribó en profundidad los cascotes en la parte alta de la playa», explica Etxezarreta.
La dinámica de la playa hace que estas piedras que en su día quedaron sobre la arena vayan descendiendo de cota con el tiempo (enterrándose) y aparezcan hoy en la zona intermareal, según explica el biólogo. Ni se retiró en su día este gran volumen de piedras cuando se construyó la nueva playa, ni se eliminaron todos los escombros del derribo de la cárcel (1949), que se llevó a cabo mediante una voladura con explosivos, lo que explica la diseminación de sus restos por toda la playa. En 2016 se encontró un bloque de gran peso proveniente de la antigua prisión con el que seguro que habrán tropezado los bañistas durante décadas.
En 2016 la extracción de piedras era aún manual. Los operarios sacaban de la playa antiguos ladrillos, conglomerados de cal hidráulica utilizados en el muro de costa construido en el siglo XIX, restos de mortero en piedras desgastadas que hoy parecen cantos rodados naturales. Se ha llegado a sacar de la arena piezas labradas de 'mármol' rosa empleadas en el bordillo del paseo construido en 1925 y, tras el derribo de la cárcel, en 1949. Hasta se han sacado fondeos empleados por las redes antimedusas de los años 80 y 90. Quizás lo más curioso entre lo extraído sea un bloque de ladrillo perteneciente a un salto de la competición hípica internacional que se organizó anualmente en la playa entre 1902 y 1911.
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Fernando Morales y Sara I. Belled
Amaia Núñez
Patricia Rodríguez e Izania Ollo | San Sebastián
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