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Hubo quien este jueves no se atrevió a cruzar la verja y se quedó en la puerta a mirar, con cierta envidia, a los vecinos de Altza que desde primera hora se hicieron hueco y se tumbaron el recién estrenado solarium del polideportivo. «La verdad es que ha sido un acierto», reconocía José mientras observaba desde fuera. Quienes sí que pasearon por el tepe a «modo de inspección» fueron Pilar y Herminia. Estas dos amigas, asiduas a las instalaciones, se dieron una vuelta al terminar de nadar en la piscina interior. «Ha quedado estupendo, nos ha encantado. Está todo nuevo. También hemos ido a ver los vestuarios, que han quedado muy bien», incidía Pilar. Lo que más les llamó la atención fue ron los juegos de agua para niños. «Son ellos quienes más van a disfrutar. Tienen todo el verano por delante para venir. Nosotras también vendremos pero menos. Igual un día sí, uno no», apuntaba en tono jocoso Herminia. La espera, según apuntaron, «ha merecido la pena, ahora tenemos un polideportivo con unas instalaciones de estas características en nuestro barrio. Ya era hora. Han tardado en abrirlo, pero Altza se lo merecía».
Mientas niños y mayores compartían a mediodía las hamacas, a primera hora apenas había un par de familias. Leticia y sus dos hijas, Uxue y Maddi, fueron de las primeras en llegar «Necesitábamos un sitio así. Para los niños es lo mejor, les da mucha vida y nos evita ir la playa», reconocía esta madre que, tras pasar un par de horas, ya se marchaba a casa. Sentada en una tumbona y aprovechando los rayos de sol estaba Pilar. Esta vecina, que también llegó de las primeras, vive justo en frente y sabe bien lo que ha tardado en estrenarse el polideportivo. «He visto la evolución paso a paso y ahora estoy aquí. Dentro», comentaba satisfecha. Lo malo, por la cercanía de su vivienda, es que «igual tengo que cerrar la ventana por la tarde, porque se llenará», bromeaba.
También los jóvenes encontraron su espacio. Los hermanos Alexis y Neyzan o Eva, Irene y María:aprovecharon que tenían la mañana libre y, tras pasar por el gimnasio, salieron a refrescarse a la piscina. «Lo tenemos cerca de casa y se agradece. Así no tenemos que coger el autobús para bajar a darnos un baño a la playa», coincidían. «De vez en cuando viene bien tener un sitio como este cerca de casa», añadía Irene. Las únicas pegas que sacaron fueron la poca profundidad de la piscina y la escasa sombra que había ayer. «Yo mido metro cincuenta y la piscina uno veinticinco. Ahogarme no me voy a ahogar», se reía María. «¿Sombra? Sombra no hay, los árboles todavía no han florecido», se lamentaban.
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