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«La maternidad es ingobernable. El grabado sí que puedes controlarlo»De Oaxaca, licenciada en Artes Plásticas, admiradora de pintoras cuya fama ha sido opacada por la gloria de Frida Kahlo, tal que Remedios Varo, Gabriela se vino a Donostia por amor a Javier, el padre de sus hijos Gegorene (3 años) y Galder (uno). Vive ... en Andoain, frecuenta la Asociación Artística de Gipuzkoa, donde ha hecho piña y peña con el grupo de grabado, y trabaja en La Casa del Artista de donde, si hubiese un incendio y habiéndose asegurado de que Eneko Etxebeste había salido bien, salvaría los pinceles de marta siberiana, los pigmentos Kremer y si las hubiese, las barras de óleo Sennelier.
– Tenemos que aclarar varias cosas, el titular, lo de la cocina al temple, eso de las mujeres independientes de esta ciudad... Empecemos por la comparación entre ser madre y ser grabadora.
– Estoy muy de acuerdo con Kandinsky. Dijo que cada obra es hija de su tiempo, de la situación en la que se encontraba o por la que pasaba en aquel momento su autor, su autora. Yo, en mis estudios, me especialicé en pintura por muchos motivos pero entre otras cosas porque un cuadro no es una reproducción sino algo único. Porque el proceso no tiene por qué ser meticuloso, puede ser rabioso, informe. Porque su tamaño puede ser desmedido. Amo pintar. El grabado me parecía algo muy distinto. Llegas a más gente, claro, porque puedes reproducir cada pieza. Debes cumplir estrictamente cada paso técnico. Has de controlar la presión de la prensa y si quieres trabajar con muchas ser capaz de lograr que todas encajen. Sin embargo...
– ¿Sí?
– Hoy por hoy, siendo madre de Gegorene (es el nombre de un pueblo de Oaxaca, en la región de San Pedro Taviche) y Galder me resulta imposible dedicarme a la pintura sin límites, desparramando botes por el suelo, preparando los lienzos... Ya que la maternidad es algo ingobernable, encuentro en el grabado esa técnica, ese arte que puedo tener bajo control. Sin que me ocupe más que una parte de mi escritorio, de mi mesa. Me basta con una plancha y unas gubias.
– Entendido. ¿Y lo de 'cocinar' al temple con huevo?
– Verás, mi facultad de Artes Plásticas mantiene la tradición de enseñarnos a los artistas no solo a pintar, a modelar, a reproducir sino a preparar los mismos materiales que habremos de emplear en nuestro proceso de creación. Los y las alumnas aprendimos a hacer las acuarelas, las barras de óleo. Es algo que me fascina, no sabes cuánto. Es a eso a lo que yo llamo 'la cocina del arte'. ¿Te cuento cómo se prepara un temple con huevo y pigmentos?
– Por favor.
– Lo leerás en internet pero en el taller que di en la asociación recomendé usar una proporción de 1 volumen de yema por 1 volumen de agua limpia; lograremos así un buen aglutinante base con el que fabricar un buen médium que permita diluir la pintura en capas ligeras sin que pierda fuerza de cohesión. Usaremos luego otra proporción, 1 volumen de yema por 10 volúmenes de agua. Por supuesto no necesitamos la clara sino esa yema que contiene básicamente agua y grasas, una emulsión que reacciona con el aire, volviéndose una película sólida, transparente y no soluble en agua, ideal para fabricar pinturas.
– Interesante.
– ¿Te gusta la encáustica?
– Si supiera lo que es, acaso.
– El arte de preparar el lienzo para pintar usando cera de abeja.
– ¡Soberbio! ¿Cómo?
– La cera sirve como aglutinante de los pigmentos y leerás en la Wikipedia que tiene efectos muy cubrientes y es densa y cremosa. La pintura se aplica con un pincel o con una espátula caliente. El acabado es un pulido que se hace con trapos de lino sobre una capa de cera caliente extendida.
– Me da que más que cocinera te sentirás alquimista.
– Totalmente y ni te cuento cuando encuentro pigmentos puros, muy puros. Hay un verde óxido que más que oliva es terroso; me tiene embrujada. Me encantan los puros, los que no están rebajados con materias como el caolín. Intento conseguirlos yo misma pero es muy difícil. En el caso de ese verde no alcanzo el grado óptimo de molienda.
– Lo harás. Hemos escrito que puestas a salvar (o incluso robar) algo de La Casa del Artista...
– Algún mes llegaré a no cobrar mi sueldo porque gasto la mitad 'in situ'. En pinceles Kolinsky de marta siberiana, por ejemplo.
– Pintarías con ellos...
– Trabajo en una serie titulada 'Mujeres llorando'.
– Vaya, creía que ya habías superado el susto morrocotudo que suele representar verte de pronto convertida en madre.
– Me recuperé hace un tiempo, sí. Te da vértigo sentir que la criatura que has parido depende totalmente de ti y no estar nada segura de que tú seas esa seguridad que ella o él necesita. Pero no, mis retratos no son de mujeres sufrientes. Yo entiendo el llanto como un mecanismo liberador. Al llorar limpias, barres el dolor y tomas impulso, coges fuerzas para seguir adelante, para vivir.
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