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1 de enero 2023, las imágenes de Eneko y del monasterio de Onyshkivzi se reflejan en la ventanilla de su coche.
«Mecenas, cómplices. Los necesito para exponer mis fotos 'Navidad en Ucrania'»

Ciudadanos | Eneko Ertz

«Mecenas, cómplices. Los necesito para exponer mis fotos 'Navidad en Ucrania'»

Ha vivido en ciudades planas y ciudades con colinas; en ciudades verticales; ha vivido la guerra

BEGOÑADEL TESO

Domingo, 15 de octubre 2023, 08:45

En estos momentos está afincado en Villanueva de Valdegovía, en la cuenca del río Omecillo, a unos 40 kilómetros de Gasteiz. Pero podríamos haberle localizado en Singapur, en San Francisco, en Nueva York. En Almonte. En un recodo del Camino de Santiago. En el monasterio de Trakkar en el Tibet. En Venice (L.A.). En las orillas del Ganges. O con sus amigos de la asociación Ucrania-Euskadi (paseo de Herrera en Donostia; polígono Olibet en Errenteria) poniendo en marcha una exposición itinerante titulada 'Navidad en Ucrania'. Eneko es fotógrafo desde siempre. Aprendió con los mejores y usa máquinas bien interesantes

–Ese autorretrato tuyo, ese reflejo en la furgoneta, con la ventanilla como espejo de un monasterio... sitúanos.

– Día primero de este año, 2023. Cerca de Ternópil, fundada por un militar polaco en 1540. Estamos en la comarca de Galitzia. El monasterio que ves se llama Onyshkivzi o de la Exaltación de la Santa Cruz. De rito católico griego. Es tradición y devoción ir allá ese primero de enero y sumergirse en sus muy heladas y sagradas aguas. Tres veces te sumergirás totalmente y cada vez que saques la cabeza harás la señal de la cruz. Es, naturalmente, un rito de purificación.

«Me interesa trabajar el mundo, los mundos, de las devociones. No solo las religiosas. También las que provoca un político, una cantante, un deporte. Igualmente quiero fotografiar la devoción de los militares en las trincheras. O bajo las bombas»

–Sigue contando. Aunque hay un libro tuyo que se vende en plataformas. Ahí retratas las navidades pasadas. Las de 2022. Me hablarás, sí, del 'decalaje' de tiempo que hay entre sus festividades y las nuestras porque ellos siguen el calendario juliano y nosotros el gregoriano...

– Todo eso formaba parte del proyecto que me ha hecho viajar por medio mundo y hasta ser voluntario de alguna cofradía del Rocío. Mi intención/sueño se resume en su propio título, 'Devoción: cómo las distintas personas viven su Fe'. En mi periplo he convivido incluso con jainitas.

–¿Practicantes del jainismo, esa religión sin dios alguno originada en la India en el siglo VI a.C.?

– No veneran a ningún dios porque más que religión es doctrina filosófica. Su vía de salvación consiste en esforzarse para encaminar al alma-conciencia hacia un estado divino y de liberación.

– Sus postulados: no violencia, sinceridad, rectitud, renuncia...

– Su ideal de no violencia es radical. No pueden agredir de ninguna manera a un ser vivo. Un ejemplo, pueden comer fresas porque al hacerlo no destrozan la planta en la que crecen pero no prueban la patata porque debes arrancarla de la tierra. Pero estábamos hablando de Ucrania...

– Perdona, tienes razón. Sigue.

– Yo no buscaba ni deseaba hacer fotos de guerra, de la guerra. De esa guerra que todos sabemos que se fraguó hace mucho, en 2014, cuando Rusia se adueñó de Crimea. Yo quería fotografiar unas navidades vividas bajo el miedo y el tormento de las bombas, de los ataques. Nunca soy invasivo. Nunca hago la foto y me voy. No. Pido permiso, me quedo a vivir con ellos. Paso tiempo y cuando ya se han olvidado de la cámara que llevo, hago las fotos. No son 'posados' pero no son, tampoco 'robadas'. Para hacerlo así, necesito la colaboración de la gente más cercana. Para mi trabajo 'Navidades en Ucrania' tuve la ayuda de muchos desconocidos que hoy son amigos, Nadia y Paul, de la ong We UKrainians, por supuesto. Pero también y siempre Viktor, Ruslana y toda su bella familia.

– Cuentas a quien oírte quiere que las primeras veces las fotos suelen ser una especie de regalo. ¿En serio? ¿Cómo?

– Mi primer acercamiento es siempre sin cámara. Después, cuando ya me conocen un poco y sobre todo, claro, si no estoy en lugares muy urbanos donde hay cámaras y móviles por todas partes, saco fotos a los niños. Con una Fuji Instanx. Es eso, instantánea. Como las amadas Polaroid. Te juro que aunque tengan móvil, el momento de espera a que la foto salga, el tenerla en las manos, el mirarla les parece cuestión de magia. Los niños se hacen tus amigos. La madre que los ve felices, te abre las puertas. Y si tienes a tu favor a la señora de la casa, el padre de familia no va poner, nunca, ninguna traba.

– Dulce táctica la tuya. ¿Es verdad que ahora deseas poder estar en el frente para retratar la devoción de los soldados?

– Eso intento. He empezado a establecer los contactos. Hace tiempo, el ejército de Ucrania retiró a los capellanes militares pero ahora han vuelto a los cuarteles, a las trincheras, a los refugios. Y yo quiero ser testigo de cómo vive su religiosidad un soldado.

– Tu libro, a la venta en plataformas. Tus mejores fotos se pueden adquirir en tu web, hay una apuesta en Goteo para sacar delante el proyecto de la exposición que recorrería nuestros pueblos y ciudades. ¿Para qué más necesitas cómplices y mecenas?

– Está todo muy encaminado pero falta la financiación para la impresión de las fotos en 'dibond', ese aluminio cepillado sin reflejos que resulta ser un gran, si no el mejor soporte. Para la estructura de unos cubos. Serían 5.000 euros. Y nuestra eterna gratitud.

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