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La Navidad está más cerca. Se asoma por el río, enseña la patita junto a la calle Santa Catalina y repite un año más en la calle Urdaneta. Entre luces y villancicos, artesanos y gente que se gana la vida en los días más ... fríos del año cuentan su experiencia. Adrián Marcilla va a cumplir 27 años, viene de Pamplona y trabaja para Dulces Artesanos Garrarte, una empresa familiar de Tafalla especializada en garrapiñadas. El negocio empezó hace muchos años, con una receta familiar que hacía la bisabuela. «Es un producto que se vende prácticamente solo», dice. «Cuando la gente lo prueba, quiere repetir». Adrián no es de la familia, pero como si lo fuera. «Desde el primer momento me han tratado como a un hijo más. La madre me llama su hijo adoptivo». Con ellos lleva poco tiempo. «Los navarros, entre nosotros nos ayudamos», dice. «Casi todos los de la empresa son de la misma familia. Producen en Tafalla y tienen tienda en Pamplona y en San Sebastián, en la calle Puerto. Elaboramos muchas producciones de chocolate, para regalo o aperitivo y tenemos chuches hechas artesanalmente. Esa es la base de nuestro producto, que es todo artesanal y eso la gente lo aprecia».
De la Navidad, le gusta todo. «Me gusta la Navidad tanto en mi familia adoptiva como en la mía propia. La verdad es que llevaba dos años fuera y este año sentía la necesidad de estar con los míos. Es una época en la que echas de menos a la familia y tienes que volver con ellos. Me he visto en la necesidad de tener que salir. He pasado dos años en Escocia, un entorno muy bonito y gente amable. Pasé frío, pero aquí, en el puesto, también. Pero lo paso bien con el calor que desprendo y la alegría de vender el producto».
En Escocia, la Navidad es diferente. «También es muy familiar y pude conocerla porque estuve trabajando vendiendo en el mercado de Navidad. Aquí vendo producto garrapiñado, producto bueno, y allí, nieve artificial. Al final se trataba de un producto perecedero, para tirar. Se lo daban a los niños para entretenerse. Aquí estoy mucho más contento».
Itziar Gómez trabaja en las taquillas del carrusel infantil instalado en el paseo Federico García Lorca. Es donostiarra y es la primera vez que se dedica a una tarea como esta. «Ahora mismo busco trabajo como profesora», explica. «Mientras me salga trabajo voy cogiendo lo que me sale». Tiene 26 años y ha estudiado Bellas Artes y un máster para ser profesora de Dibujo Técnico. ¿Están difíciles las salidas en su especialidad? «Un poco», asegura. Empezó en su puesto el pasado sábado, a través de un conocido, y los dueños de la atracción son franceses. «La experiencia está siendo buena. Hay bastante gente y los niños están encantados con ella». ¿Es Itziar una persona navideña? «Sí y no. Al final terminas un poco cansada de las fiestas, pero mientras estás en ello, bien». ¿Estará este año más ambientada o tendrá 'sobredosis'? «En algunos momentos, sí, pero mientras dure, aquí estaremos aguantando». Lo que más le gusta de la Navidad son los regalos y lo que menos... «Nada. Al final, no hay nada que no me guste», afirma.
En la carpa de Fomento de San Sebastián, ubicada en los jardines del paseo de Francia, frente a Renfe, se hacen talleres infantiles por la tarde, mientras duran las clases, de 16.30 a 18.30 horas, y cuando empiecen las vacaciones también habrá por las mañanas, de 11.30 a 13.30 horas. También hay actuaciones. Desde Fomento recuerdan que el mercadillo navideño se extiende a la plaza Ramón Labaien, junto a la calle Santa Catalina. Allí, en la carpa de la Asociación Belenista de Gipuzkoa, se van a ofrecer visitas guiadas de media hora y talleres infantiles y para adultos. La oferta de mercadillo navideño se completa con la tradicional feria de artesanía de Lur Kolektiboa en Urdaneta, que ofrecerá talleres en una carpa. En la web donostiagabonetakoazoka.eus se ofrece más información.
María Rojo tiene 38 años y es monitora de manualidades en la carpa de Fomento de San Sebastián. «Es el tercer año que se monta y yo llevo trabajando aquí desde el año pasado», relata. «Es mi segunda vez. Es un trabajo muy gratificante porque vienen niños de distintas edades, con ganas de pasárselo bien. En cuanto les das una mínima idea y les dejas libertad, con guiarles un poco salen unos resultados increíbles». Es licenciada en Bellas Artes y trabaja como diseñadora gráfica. «Durante el año imparto talleres infantiles en casas de cultura y allí donde surja».
Juan Gonzalo, Vende abetos y adornos navideños
María Rojo, Monitora de manualidades
Itziar Gómez, Vende tiques del carrusel
Anastasia Kamiakova, Convento de Bielorrusia
Adrián Marcilla, Vendedor de garrapiñadas
Nacida en Valencia, vive en Tolosa desde hace 5 años. «Siempre he tenido espíritu navideño y aquí se crea un ambiente muy bonito. El otro día un padre se puso a cantar villancicos y se unió el abuelo de unos chiquillos. El ambiente es especial, muy navideño, muy agradable».
Los abetos de la empresa de floristería y vivero Urtinea de Usurbil llevan tres años asomados al Urumea. «El primer año la gente no conocía el mercadillo y ahora pasa muchísima gente por aquí», cuenta Juan Gonzalo, socio trabajador de la empresa. «Aquí traemos material de decoración navideña, pinos y algunos árboles pequeños y plantas». Urtinea es una empresa de 60 años de historia, aunque sus actuales propietarios llevan 5 en ella. «Ellos eran productores y nosotros ahora hacemos parte de producción y comercialización», dice.
Los pinos y los acebos le acercan a la Navidad. «Es algo a lo que nos venimos dedicando desde siempre y los anteriores propietarios también trabajaban el tema de los árboles de Navidad. Está también presente la flor de Pascua o poinsetia. También traemos algún olivito, por ejemplo». La Navidad es un momento fuerte de negocio, «porque nosotros le pegamos también a la decoración navideña, que tira mucho; a la poinsetia, una flor que se vende mucho y el pino natural, que tuvo su momento de bajón y vuelve a coger fuerza. La gente se ha dado cuenta de que el plástico es más contaminante que el pino natural, de plantaciones de cultivo de tres años». Pero luego se tira. «Las posibilidades de replantarlo son escasas porque necesitaría más cepellón», explica Gonzalo. «También por la calefacción». Al menos, puede reciclarse. «Hay distintos puntos de recogida en la ciudad», afirma.
Han dado fuerza a los objetos de decoración navideña. «Traemos al mercadillo una parte de lo que hay en Urtinea. Aquí hay 6-12 metros cuadrados de decoración y allí tenemos 240. Además, hay viveros, cámara para flor cortada y diferentes secciones».
¿Le gusta la Navidad? (silencio). Habrá que preguntarle a su hijo Mikel: '¿Te gusta la Navidad?' «No tanto. Como no somos de Donostia no estamos tan acostumbrados a este tipo de Navidad», afirma el pequeño. «En Usurbil es distinta».
Al padre le gusta estar rodeado de árboles y comer de forma sencilla. «El consumo grande de comida no me llama tanto», asegura. Su sitio es la naturaleza. «Sí. Provengo de un caserío al lado de Irurtzun; soy de Navarra, de campo, de toda la vida. Me gusta la calle, la intemperie. Aquí estoy bien».
Considera una suerte estar en el puesto del paseo de Francia. «Al principio nos llamaban y ahora hay selección», explica. Hay vigilantes jurados que controlan que los puestos se abran en el horario establecido . «El primer año, los días muy malos se veían puestos cerrados. Pero ahora, si no se abre, el próximo año no estás aquí». El trabajo es duro. «Son 37 días seguidos con un horario largo. Hay gente aquí que se queda hasta las 10 de la noche. Y a las 11.30 de la mañana hay que estar abiertos».
Anastasia Kamiakova tiene 24 años y vende objetos artesanales realizados en el convento de Santa Elisabeta de Minsk, en Bielorrusia. «Son monjas Hermanas de la Caridad y yo soy laica consagrada, me puedo casar», explica la joven. «Hay 350 Hermanas de la Caridad, de las que 120 son monjas. Yo vivo fuera del convento, con mis padres. Como hermana, les ayudo».
El convento regenta una clínica para niños con discapacidad y ayudan a gente sin recursos a través de un internado para niños con trastornos psicofísicos y otro de tipo psiconeurálgico para adultos. Más de 250 personas viven bajo la tutela de estas religiosas. No reciben financiación del Gobierno y se mantienen con donaciones y venta de productos. «He estudiado Economía Internacional en la Universidad Económica de Bielorrusia», dice Kamiakova. «Trabajo en el mantenimiento del convento, que cuenta con más de 20 talleres de cerámica, madera, vidrio, bordado, costura y piedras, algunos de cuyos trabajos vendemos aquí. Este es el segundo año que participamos. También estamos en Murcia y Albacete».
¿Cómo llegaron hasta San Sebastián? «Una hermana buscó por internet una feria y encontró esta», relata. Aprendió castellano como segundo idioma en la Universidad y se aloja en el convento de las Carmelitas de Irun. Viene en autobús a San Sebastián y se queda al mediodía. Su horario, de 11 a 14.30 y de 16 a 20 o 21 horas. «Me gusta, porque hablo con la gente. Si ahora no se vende, ya se venderá. Con paciencia».
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