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DANI SORIAZU
SAN SEBASTIÁN.
Domingo, 28 de enero 2018, 08:32
Las sociedades gastronómicas donostiarras viven un momento de transición, aunque a un ritmo lento. El compás de los nuevos tiempos las arrastra, de un modo casi irrefrenable, por un camino en el que la presencia de mujeres y su aceptación como socias se impone. Ahora bien, las entidades que, a pesar de sus muchos años de historia, avanzan en este sentido lo hacen despacio, lastradas por las férreas estructuras heredadas durante años y que se fundamentan, en gran medida, en que estos espacios sólo puedan ser ocupados y disfrutados por varones. Eso sin contar aquellas otras que se mantienen estáticas, con los mismo usos y costumbres instalados desde su nacimiento hace un par de siglos, aunque desde su interior se escuchan cada vez más voces que piden un cambio.
Para muestra de esta realidad, un botón. La Unión Artesana, la sociedad más antigua de San Sebastián, y también de Euskadi -surgió en 1870-, está a un paso de admitir en su seno a sus dos primeras socias mujeres. De hecho, sus estatutos, desde el año 2011, no hacen ninguna distinción de sexo entre los requisitos para convertirse en miembro de pleno derecho. La directiva de la sociedad se muestra confiada en que este paso se acabará dando sin mayor problema. Ahora bien, no depende solo de ellos, sino de la voluntad mayoritaria de sus 220 socios, que son los que con sus votos deben de dar, o no, el visto bueno a su entrada el próximo mes de marzo en asamblea. Y no todos están dispuestos a que el cambio se produzca ahora. Una situación que se repite en muchas de las más de un centenar de agrupaciones gastronómicas y recreativas que hay en San Sebastián.
Lo cierto es que la norma tradicional que prohibía la entrada a las mujeres en las sociedades se ha ido quebrando poco a poco, pese a quedar ciertas reminiscencias. El primer paso fue aceptarlas en la víspera de dos fechas señaladas: el día de San Sebastián y el de la Virgen, algo que ya hacen todas. Después cada una fue aplicando distintos criterios, cada vez más laxos y diferentes. Pero algunas siguen siendo un reducto masculino donde la presencia de ellas queda reducida, como mucho, a unas horas al día o unos días al año.
En el presente hay en Donostia dos sociedades que no permiten la entrada de mujeres en sus sedes, excepto la víspera del 20 de enero y del 15 de agosto: Gaztelupe y Gizartea. «Siempre que un socio ha querido llevar este debate a votación se ha hecho y siempre, hasta ahora, ha salido que no a la entrada de mujeres», señala Mikel González, presidente de Gizartea. Desde su punto de vista, la sociedad va evolucionando y la composición de estas agrupaciones con ella. Pero en lo que respecta a la que él preside lo tiene claro: «la sociedad es como los socios quieren que sea. Y hasta ahora se ha decidido que se mantenga como en el año de su fundación en 1932. Pero en algún momento también le tocará dar el paso».
«Se acabará imponiendo»
Gaztelubide, otra de las sociedades clásicas de San Sebastián, ha caminado por otros senderos. En la actualidad permite la entrada de mujeres los mediodías, los sábados y las vísperas de fiesta a cenar. Y el resto del año pueden acceder a su interior acompañadas de un socio y previa solicitud, una fórmula que utilizan muchas otras sociedades, como por ejemplo Aitzaki, Zubi Gain o Ur Zaleak, entre otras. Eso sí, sin posibilidad de pisar la cocina ni que puedan hacerse socias de pleno derecho. «Cualquier hombre que quiera venir a cenar a la sociedad con una mujer no va a tener problema», indica el presidente de Gaztelubide, José Ramón Mendizabal, Mendi. Y respecto al ritmo en el que avanzan los cambios en este sentido señala que «vamos más rápido de lo que muchos quisieran y más lento de lo que otros querrían», añade.
«Es algo natural y que se acabará imponiendo», destaca un miembro de la sociedad Kondarrak, de Gros, donde se permite desde hace cuatro años la entrada de mujeres cualquier día de la semana acompañadas de algún socio. «Si me preguntas a mí te diré que yo creo que este paso ya se debería haber dado hace tiempo», menciona. Pero su parecer no es el mayoritario. «Nosotros queremos dar este paso bien, pero hay determinadas generaciones que no lo ven todavía y no queremos que se sientan extraños», apunta Mendi, que asegura que no le gusta calificar esta situación como de «discriminación», porque es una cuestión de «costumbres».
Por otra parte, no todos los consultados creen que esta realidad se mantenga sólo por el parecer de las personas más mayores. «Hay muchas sorpresas en las votaciones», asegura un miembro de una de las sociedades clásicas, que indica que «en la nuestra hay personas de 65 años que votan porque puedan entrar mujeres mientras que a la vez hay treintañeros que votan todo lo contrario». En cualquier caso, hay otras voces que aseguran que el cambio llegará «forzado por necesidades económicas y por falta de socios que puedan pagar las cuotas». Ya se sabe: renovarse o morir.
Precursoras del cambio
Basollua, con sede en la calle San Bartolomé, nació en 1935 como una asociación de cazadores y pescadores en la que la mujer no tenía cabida. Más de 80 años después, la historia es bien distinta. Silvia Goikoetxea es su presidenta, 30 de los 174 socios son mujeres y toda esa transición se produjo con la mayor naturalidad. Aprovecharon el cambio de sede en 2008 para establecer nuevos estatutos.
«La sociedad ha cambiado, hoy en día ya no somos como nuestras madres, que se quedaban en casa mientras sus maridos salían. Y cada vez menos. La gente ahora no entiende el hacer un plan que no sea en pareja, por lo que sociedades que no admiten mujeres no tienen mucho sentido», señala Goikoetxea.
Por su parte, Aurora Aramburu fue durante 16 años la presidenta de la sociedad recreativa y de ocio Casa de Álava, en la Parte Vieja, y hoy en día sigue siendo miembro de la directiva. Era el año 1998 y se convirtió en la primera mujer en presidir una sociedad en Euskadi, y reconoce que llegó al puesto «no sin algunas miradas extrañas de hombres. Pero no tardaron en acostumbrarse». En 2016 se sumó a la lista de presidentas Patricia Martín, que desde ese año dirige la sociedad Casa de la Rioja. Todas ellas confían en que no serán las últimas y que la realidad se acabará imponiendo.
La sociedad Mamelena, por su parte, tiene apenas 19 años. Es un ejemplo de como las entidades de moderna creación ni siquiera se plantean este debate. «Solo faltaba. Desde un principio ha sido mixta en todos los aspectos. No tiene ningún sentido que una sociedad sea solo para hombres», apunta Jon Lasa, miembro de esta sociedad.
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