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Josu junto al busto de Tomás Garbizu, con 'Jack' al lado y una partitura de Aita Donostia en la mano. USOZ
«La música me conecta con algo que no sé qué es pero que sé que existe»

«La música me conecta con algo que no sé qué es pero que sé que existe»

Josu Okiñena UnanueUna partitura, un viejo perro y un café en la plaza

Begoña del Teso

San Sebastián

Domingo, 15 de marzo 2020, 10:48

De Andoain. Nieto de Natividad Pastor que tocaba maravillosamente las rapsodias húngaras de Liszt. Hijo de Natividad Unanue, que interpretaba los valses de Chopin de manera 'muy musical'. Hijo de Joakin, que cuando viajaban en coche ponía el 'Adagio' de Albinioni. Investigador, profesor, asesor científico de editoriales musicales y cafeinómano, prepara un concierto tremendo para el 8 de abril. Con una violinista impresionante, Liana Gourdjia.

– ¿¡'In questa oscura tomba?!

– Me has pedido algo de Beethoven que no se esté oyendo demasiado en la conmemoración de su 250 aniversario y comparto con vosotros mi propia sorpresa cuando al preparar con el tenor Guillen Munguia el disco 'Lexia' (y en el ciclo organizado por Carlos Benito) topamos con esta arietta hermosísima. Ludwig compuso 60 lied. Magníficos. En realidad, todo lo que escribió es soberbio. Porque también podría hablaros del tiempo lento de su segundo trío, menos conocido que el 'Archiduque'. ¿Sabes? Para mí hay cuatro músicos cuya obra no flojea jamás, algo que sí pasa en las creaciones de otros gigantes.

– ¿Y quiénes son esos cuatro?

– Bach, Beethoven, Mozart y Schubert.

– En la partitura que llevas en la mano leo... 'Ciucciarella'.

– Una canción de cuna corsa que Aita Donostia armonizó para voz y guitarra. Como hizo con otras 200. En 2013 grabé sus preludios y danzas vascas con Sony Classical y ahora estoy inmerso en los arreglos para piano de esas canciones.

– Pero otro es el programa del concierto que Liana y tú habéis preparado para la sala Club.

– Será también dentro del ciclo 'Batura', como el que hace nada ofrecimos el violinista Alex da Costa y yo. Vamos a recuperar un repertorio de música vasca que no ha sido editado, mucho del cual, aunque sea de maestros tan grandes como Guridi, se encuentra aún simplemente manuscrito. Estamos descubriendo maravillas que asombran a nuevas y valientes editoriales como OE Oficina Ediciones. Se está dando a conocer una música increíble, que a nosotros nos llega por cercanía pero que también impacta en intérpretes de otros lugares. Por ejemplo en Liana, nieta de una gran violinista de la orquesta de los estudios de cine moscovitas Mosfilm.

– Liana ha enseñado en Musikene. Gran defensora de la música contemporánea, encarga y estrena con frecuencia nuevas obras a compositores actuales.

– Hemos establecido una intensa conexión. Se diría que en otras vidas hubiésemos tocado mucha música juntos.

– Acaso tenga algo que ver con eso que a ti te conecta con algo que no sabes lo que es pero que sabes que existe. ¿Qué será?

– La trascendencia. No me preguntes qué es. No puedo predicarla. No puedo ni quiero adoctrinar a nadie sobre ella. Pero ahí está. Para algunos será algo religioso. Para otros, espiritual. Ontológico. Metafísico. Yo la siento desde que tenía tres años. Como una vivencia poderosísima.

– ¿Y cómo era aquel Josu niño?

– Oía tocar a mi madre. A mi abuela. Escuchaba las oberturas de Rossini en el cassete del coche y ya había algo ahí que me conmovía poderosamente. Como no sabía si a los demás les pasaba lo mismo que a mí, me acercaba al piano cuando no me miraban para que no se diesen cuenta de cuánto me apasionaba aquello. Vivía los primeros compases de aquella trascendencia en secreto.

– Hasta que no mucho más tarde...

– Me puse al piano e interpreté una de las piezas que tocaba mi madre. O mi abuela. Inmediatamente me llevaron donde las hermanas Aguirre.

– ¿Quiénes eran?

– Profesoras de música. Muy conocidas en Andoain. Hermanas del cura, que era organista.

– ¿Puedes trazar un hilo conductor entre ellas y todos los demás profesores que tuviste hasta convertirte tú mismo en uno ?

– Absolutamente. Félix Lavilla me impuso el estudio de la Partita n.º 4 en re mayor de Bach. Me dijo que me serviría para trabajar la articulación, para descubrir la estructura genial de un compositor genial y para tener durante toda mi carrera una pieza de repertorio. Me enfrenté a una obra complejísima. No la entendía. No podía identificarla con mis sentimientos. Hoy, hace 30 años que está en mi repertorio. Nunca la he tocado igual. Porque la música la interpretas desde tu vivencia. En el fondo no sé por qué hacemos música. Es una religión. Cruel. Un fuerza arrebatadora. Tuve mas profesores. Recuerdo a María Curcio, tan napolitana que en Londres nos hacía ir hasta Candem Town para buscar el café (Lavazza) sin el que no hubiésemos sobrevivido. Todos, todas, potenciaron, cada cual a su manera, mi amor por la música. Y así aprendí a ser profesor.

– ¿Y cómo eres como tal?

– No pretendo enseñar al alumno sino descubrir estrategias para que él, ella, aprenda. Despertar su inquietud. Es verdad que algunos solo quieren ser 'instruidos', convertirse en reproductores (buenos) de música. A mí me gustan más los que son capaces de salir de su zona de confort. Quienes por inercia tocaban a Sibelius y de pronto su violín se vuelve flamenco y suena a Camarón.

– ¿Quién es Janecek?

– Un músico checo introvertido y misterioso. Trabajo sobre su obra pero por ahora no me desvela lo que yo creo que me quiere decir. Mejor. Amo la incertidumbre. Sin ella no hay creación.

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