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Han pasado cinco años desde que el principal embalse de Artikutza se vaciara en su totalidad. Desde entonces, la naturaleza ha hecho su trabajo reconquistando el terreno antes sumergido bajo el agua. Ahora, el Ayuntamiento espera la autorización de la Confederación Hidrográfica del Cantábrico para dar el paso definitivo hacia la regeneración completa de esta finca de titularidad municipal situada en suelo navarro.
«Confiamos en que en las próximas semana podamos disponer del permiso para abrir una brecha en la pared de la presa de Enobieta, lo que permitirá a la regata recuperar su curso y favorecer el tránsito de las especies que habitan el parque», explica el concejal de Ecología, Iñigo García. DV acompaña al edil del PSE en su primera visita oficial a Artikutza junto a responsables técnicos de su departamento, quienes le han informado in situ del estado actual de este espacio verde único en Europa y de los detalles de la operación de derribo parcial de la presa.
Tras varios estudios y cálculos, se ha optado por la solución que plantea una escotadura o brecha vertical de la pared, desde el aliviadero izquierdo hasta el suelo, con una anchura de siete metros. La demolición total de la presa implicaba un impacto ambiental «inasumible», ya que se encuentra en una Zona Especial de Conservación (ZEC). Además, el material extraído debería ser transportado por cientos de camiones, causando durante varios años ruido y emisiones contaminantes en unas carreteras por las que transita un alto flujo de personas. Por todo ello, se valoró que la escotadura, que generará «una décima parte» de escombro y reducirá el tiempo de obra a siete meses, es la mejor alternativa en términos de biodiversidad y medio ambiente.
Una vez se obtenga el visto bueno de la Confederación Hidrográfica del Cantábrico, el Ayuntamiento redactará los pliegos para sacar la obra a concurso, un trámite de «gran complejidad técnica». Con la apertura de la brecha, que se empezará a ejecutar en noviembre de 2025, la regata de Enobieta podrá recrear, en los 30 metros por los que transcurren sus aguas por el interior de la presa, unas condiciones «similares a las naturales» y ser así un hábitat «adecuado» para la conectividad fluvial. Se estima que el coste de esta actuación, que cuenta con fondos europeos dentro del proyecto LIFE Kantauribai, ascenderá a 1,5 millones de euros.
La relación entre Donostia y Artikutza se inició hace más de un siglo. Fue en 1919 cuando el Ayuntamiento decidió comprar este oasis de 3.700 hectáreas –más de la mitad de la superficie de la ciudad– situado en el término municipal de Goizueta, que linda con Oiartzun y Lesaka y debe su nombre al pequeño barrio que se esconde en su interior. La razón: los donostiarras necesitaban agua potable.
A comienzos del siglo XX, durante la Belle Époque, el ritmo de crecimiento de la población de San Sebastián era extraordinario, sobre todo en verano, cuando la realeza establecía aquí su sede vacacional. Los pozos y manantiales cercanos no bastaban para garantizar el abastecimiento y hubo que estudiar nuevas soluciones buscando aguas arriba del Urumea. Entonces se construyó una pequeña presa en el río Añarbe, en el límite con la finca, pero en 1902 unas fiebres tifoideas acabaron con la vida de 40 personas y el foco de la epidemia se localizó en dos habitantes del barrio de Artikutza enfermos que infectaron el río con el lavado de ropas y el vertido de aguas fecales de las viviendas. Este hecho fue el detonante para que el Ayuntamiento viera necesario el control absoluto sobre Artikutza.
Tras difíciles negociaciones con los herederos del marqués de Acillona –hay que recordar que la finca, históricamente propiedad de la Colegiata de Santa María de Roncesvalles, había pasado a manos privadas con las desamortizaciones de finales del siglo XIX–, el consistorio pagó 3,2 millones de pesetas, una cifra que actualizada se elevaría a unos 7,5 millones de euros. A partir de entonces se desplegó una amplia red de tuberías y canales que aprovechaba el agua de todos los manantiales y se prohibieron las actividades susceptibles de contaminar los afluentes del Añarbe: explotaciones forestales, mineras, presencia de ganado... Además, se limitó el acceso de personas y se abandonaron los caseríos dispersos (Elama, Goizarin, Egazki...), trasladando a todos sus habitantes al barrio de Artikutza.
Entre 1950 y 1960 se construyó la gran presa de Enobieta, que por problemas geológicos no llegó a terminarse y su capacidad quedó reducida a la mitad de lo inicialmente proyectado. Estos déficits estructurales obligaron a crear un nuevo embalse unos kilómetros río abajo (presa del Añarbe), que comenzó a funcionar en 1975 y que, con una capacidad treinta veces mayor, es hoy fuente de suministro de agua de toda la comarca de Donostialdea.
Diez personas integran la plantilla encargada de mantener y cuidar Artikutza, un tesoro natural con cientos de especies animales y vegetales dignas de estudio. Por ejemplo, solo de hongos se han documentado más de 400. Robledales, tejedas, hayedos y bosques de ribera ocupan el mayor porcentaje de superficie arbórea. Y entre insectos, anfibios, reptiles, aves y murciélagos destaca el desmán de los Pirineos, un topo de agua en peligro de extinción ahora «crítico» que es la estrella del parque. Se trata de un mamífero pequeño, nocturno y esquivo que ha encontrado aquí su hogar y del que apenas quedan 40 individuos en la zona.
También hay erizos, musarañas, comadrejas, nutrias, tejones, garduñas, ginetas, zorros, martas, gatos monteses, liebres, jabalíes y corzos. Muchos de estos animales hacen del río su vida y para ellos es fundamental una de las características que convierten Artikutza un lugar único: la madera muerta.
Los árboles caídos forman presas naturales entre riberas, escenario favorable para el desarrollo del ecosistema. El Añarbe, afluente del Urumea, es uno de los ríos europeos con más madera muerta, un escenario que en el mundo solo es posible encontrar en los bosques de Canadá y Alaska, allí donde la huella del hombre es testimonial o inexistente.
Si Artikutza se ha mantenido en el último siglo a salvo de la acción exterior es en parte gracias al empeño del consistorio por limitar el acceso y las actividades que se desarrollan en su interior. Aunque se puede entrar cualquier día del año –no solo en la jornada de puertas abiertas por San Agustín– para llegar en coche hasta el barrio –a 6 kilómetros de la valla principal– hay que pedir permiso con antelación.
Una de las razones que han llevado al Ayuntamiento a apostar por el derribo parcial –y no total– de la gran presa de Enobieta, en Artikutza, es la presencia de una colonia de apareamiento del murciélago ratonero grande en los túneles existentes en el interior de la pared, que tiene una profundidad de 30 metros. La estructura alberga también otras tres especies de quirópteros: el murciélago grande de herradura, catalogado como vulnerable en el Catálogo Español de Especies Amenazadas, el murciélago pequeño de herradura y el murciélago ribereño. En total, se han citado 14 especies de murciélago en la finca, entre las que destacan el ratonero forestal, el murciélago de cueva, el nóctulo grande y otras escasas y poco conocidas como el murciélago ratonero bigotudo pequeño.
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Amaia Núñez
Patricia Rodríguez e Izania Ollo | San Sebastián
José Mari López e Ion M. Taus | San Sebastián
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