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«La verdad es que aquí se está muy a gusto», asegura José María al ser preguntado por la nueva ubicación que el lunes de ... la semana pasada se asignó de manera provisional a las caseras de la Bretxa. Las plantas que cada día trae desde Segura reposan ahora bajo una de las siete jaimas de 25m2 que se han colocado en la plaza del mercado. Durante los próximos meses, estas acogerán los puestos que anteriormente se situaban en el encuentro de la calle San Juan con plaza Sarriegi, bajo una marquesina y pegadas al edificio Boulevard.
«Llevo 55 años viniendo a trabajar al puesto y con los años vamos mejorando. Recuerdo cómo hace tiempo hasta se nos mojaban los productos cuando llovía porque no estábamos cubiertos», explica este vendedor que asegura ser «el más veterano» de los que hoy están bajo las nuevas estructuras.
En la nueva ubicación provisional «hay menos corriente y estamos más resguardados del viento». Haciendo un balance de pros y contras, José María destaca que, «al poder abrir la trasera, hay más espacio para colocar los productos». Sin embargo, «los grifos nos quedan lejos y tenemos que ir hasta el lugar donde estábamos antes a llenar los cubos de agua para regar las plantas. Pero vamos, que aquí se está muy bien», añade. «No nos vamos a quejar de más», añade sonriente.
El ir y venir de clientes frente a a los puestos es constante. Las caseras atienden con simpatía y rapidez a los compradores habituales y a los nuevos, para tratar de disolver las colas que se forman en momentos puntuales lo más rápido posible.
A la izquierda de José María está el hernaniarra Miguel Mari. «Ya nos han movido unas cuantas veces, así que esta es una más», dice en tono alegre mientras recoloca algunos de sus productos sobre la mesa. «Verduras, nueces, alubias y tomates, entre otros, «a los que es importante que no les dé el sol». En lo que respecta a la temperatura, «lo cierto es que de momento es buena. A ver qué pasa cuando pegue más el sol. Espero que las carpas no hagan efecto invernadero», señala. Otra cuestión que, según dice, «es algo peor es la cuestión de la carga y descarga, que ahora resulta más incómoda», apunta.
«Por lo demás, no ha cambiado nada mucho. Para que los clientes no se nos despisten, hemos llegado a un acuerdo entre los vendedores y hemos respetado el orden en el que estábamos antes», explica Miguel Mari. «Quizás lo que más nos vaya a afectar es que aquello era una zona de paso», lamenta, «y aunque los clientes de toda la vida siguen viniendo, puede que bajen las ventas porque esto no queda tan a mano», explica mientras entrega un manojo de grelos a Ana, clienta habitual. «Para nosotros no ha cambiado nada», asegura después de introducir la verdura en su bolsa.
No opina lo mismo Eva, cuyo puesto está unos metros más a la izquierda. «No hemos tenido tiempo suficiente para avisar a los habituales». El pasado lunes hicieron carteles que colocaron en el anterior emplazamiento, «pero aun así hubo gente que no se dio cuenta del cambio y se pensó que estábamos de puente», apostilla esta casera astigartarra. A pesar de ello, reconoce que el traslado no ha tenido consecuencias en la dinámica del día a día.
Este traslado es provisional hasta que el edificio sea reformado para cumplir su nueva función. Las decenas de pequeñas tiendas que había hasta ahora darán paso a seis grandes comercios, todos ellos con acceso desde puertas acristaladas a nivel de calle. El centro comercial cambiará totalmente, no solo por el concepto de tienda sino por sus accesos. Hasta ahora se entraba al centro comercial por dos puertas ubicadas en Boulevard y plaza de la Bretxa que daban acceso a un espacio central o galería que, a su vez, permitía la entrada a las diferentes tiendas. El nuevo edificio elimina el espacio central interior. A cada tienda se entrará directamente desde la calle -San Juan o Aldamar- gracias a que los actuales muros se rasgarán para colocar puertas y escaparates de cristal.
Debido a este cambio, las caseras de la Bretxa no podrán volver a la ubicación anterior, y la definitiva será el lado norte de este edificio, el que da a la plaza de la Bretxa. En la actualidad se diseña el modelo de puesto que tendrán y que les protegerá de las inclemencias meteorológicas y les proporcionará una mayor comodidad, según afirman fuentes municipales.
Es precisamente ésta la cuestión que más preocupa a algunas de las trabajadoras de los puestos. «Como no da el sol, será más fría y húmeda. Además, la orientación de la lluvia nos va a perjudicar», explican preocupadas. Respecto a la ubicación en la que se encuentran ahora, ambas vendedoras coinciden en que «lo malo es que la carga y descarga que para en la plaza nos quita visibilidad y hasta que dan las once no se despeja la zona».
Aunque les genera cierta incertidumbre el no saber qué pasará cuando lleguen los días de más calor, reconocen que las siete jaimas bajo las que reposarán sus productos durante los próximos meses «tienen buena pinta». «Lo importante es que la verdura y el queso, durante los meses que estemos aquí, no pasen mucho calor, porque entonces se secan y se arrugan», concluyen las dos compañeras.
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