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J. F.
San Sebastián
Jueves, 5 de septiembre 2024, 18:34
Los pavos reales son una de las grandes señas de identidad del parque Cristina Enea de San Sebastián. El recinto, legado por el Duque de Mandas, acoge desde hace décadas de manera interrumpida a un buen puñado de estas aves que tienen garantizada su sucesión gracias al nacimiento regular de nuevos pollos.
La cámara de Lobo Altuna recoge parte de uno de los paseos de los nuevos ejemplares junto a la orgullosa madre, que sin duda conoce todos los recovecos de la finca donostiarra, en la que también habitan patos, cisnes y un buen puñado de tortugas en su estanque. Los pequeños pavos reales, cinco en este caso, dependen de la protección de su madre estos primeros meses de vida, ya que son muy vulnerables a los peligros que acechan en la zona, aunque nos parezca el rincón más apacible de la ciudad.
Todos los años, entre junio y julio nace una media docena de pavos en Cristina Enea, «aunque suele sobrevivir muy pocos», avisan desde la fundación del mismo nombre. Las gaviotas, salvajes, y los perros, aunque domesticados a veces sin vigilancia, son los principales culpables de que la mayoría no llegue a un tamaño suficiente como para defenderse por sí mismos.
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Las hembras de pavo real no poseen el vistoso plumaje de sus machos y son más pequeñas, con cola solamente de color marrón. Las crías macho que sobrevivan desarrollarán el vistoso plumaje de su cola secundaria cuando cumplan los dos años, aproximadamente. A partir de los tres ya será visible su colorida cola para pavonearse ante los visitantes del parque.
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