

El verdadero tesoro del barco de Ondarreta
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Los técnicos creen que el pecio localizado en la playa donostiarra es uno de los buques que transportaban mineral de hierro desde Bizkaia entre los siglos XVI y XIXSecciones
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Los técnicos creen que el pecio localizado en la playa donostiarra es uno de los buques que transportaban mineral de hierro desde Bizkaia entre los siglos XVI y XIXLa aparición de mineral de hierro junto a los restos del viejo barco descubierto el pasado miércoles en la playa de Ondarreta, en San Sebastián, ... ha ofrecido una pista sobre la procedencia del pecio. Podría tratarse, afirmó este jueves la diputada foral de Cultura, Goizane Álvarez, «del casco de una embarcación que se utilizó entre los siglos XVI y XIX para transportar por mar dicho mineral desde Somorrostro, porque era el más apreciado en las ferrerías guipuzcoanas».
Un equipo de especialistas comenzó por la mañana los primeros trabajos para documentar, registrar e identificar los restos. Lo hizo a partir de las 11.50 horas, coincidiendo con la marea baja, porque el pecio se halla, según la arqueóloga foral Mertxe Urteaga, «en el peor de los lugares posibles: ni debajo del agua, ni en superficie. Tiene todos los problemas de ambos casos y ninguna de sus ventajas».
Goizane Álvarez
Diputada foral de Cultura
Fue un trabajo realizado a contrarreloj. Solo tenían poco menos de dos horas para tratar de delimitar los contornos de la embarcación. Los técnicos sabían que en cuanto subiera la marea, los restos quedarían cubiertos por el agua y toda su tarea quedaría enterrada de nuevo por la arena. «Vamos a ver si aparece el otro costado del barco y establecer su tamaño», dijo Urteaga antes de comenzar los trabajos.
Dos horas después, ya con el mar amenazando con recuperar terreno, el costado no había aparecido y, en cuanto al tamaño, podría ser mayor de lo esperado. Una primera medición, aún sin haber localizado la proa y popa del barco, dio como resultado que su eslora «es como mínimo de doce metros».
La excavación permitió sacar a relucir más restos del barco. La hilera de madera, que tras una primera inspección parece ser de roble, ya dejaba entrever la línea curva de la embarcación. En algunos lugares hay tres filas de tablones, una junto a otra, lo que indica que el buque no se encuentra en su posición original. «La presión ha podido desplazar las tablas», explica Urteaga. También han salido a la superficie restos que podrían pertenecer a cuadernas y más fragmentos de mineral de hierro que los técnicos guardaron en bolsas llenas de agua de mar para ser estudiados posteriormente.
«¡Luchar contra el mar!», exclama una arqueóloga azada en mano. Sus esfuerzos y los de sus tres compañeros recordaban a los afanes de un niño que quiere hacer un hoyo en la orilla de la playa pero ve que invariablemente su gran obra se ve invadida por el mar. En cuanto quitaban arena alrededor de los tablas, el agua inundaba el hueco. Era necesario abrir canales de desagüe, lo que no era fácil porque en esa zona de la playa, junto al muro del Tenis, hay zonas donde parece haber más piedras que arena.
Excavan con azadas y a veces con las manos. Lo hacen con delicadeza para no romper nada. Nunca se sabe qué encontrarán debajo. «Aquí sale doble», dice Urteaga. Está inclinada frente a dos tablones situados en paralelo. Un compañero los observa, «Se fue plegando como un acordeón», comenta. El agua que los cubre parece teñirse de negro. Un poco más allá adquiere una tonalidad rojiza. Son los efectos de la descomposición de las maderas.
Mertxe Urteaga
Arqueóloga foral
Todavía es muy pronto para saber qué será de ellas. Ni siquiera está claro si el pecio será rescatado o seguirá descansando para siempre en el mismo lugar. «A veces es mejor no extraer algo que tiene problemas de conservación y hay que dejarlo», afirma Urteaga. Después de siglos bajo el mar, los tablones del viejo barco son extremadamente delicados. «Es madera saturada de agua que conserva su volumen gracias a que las células están llenas. Si se sacan de su contexto, el agua se evapora y la madera se deshace», explica.
Es cerca de la una de la tarde, La marea ha comenzado a subir y se aproxima al pecio. No hay mucho tiempo. Los arqueólogos solo tienen otros dos días para tratar de arrancar más información a la embarcación. Estas son fechas en las que la marea baja mucho, pero la próxima semana el mar volverá a sus cotas habituales lo que hará imposible trabajar con los restos, que estarán constantemente cubiertos por el agua. Habrá que esperar una semana más para poder reanudar la excavación.
«¿Dónde está el barco?», pregunta un niño junto a una de las vallas que delimitan los restos. Su padre le explica que está hundido y que es un buque pirata que ha naufragado. El niño mira atentamente a los tablones que han aflorado al exterior y no dice nada. Imposible saber si se lo cree o no. No se ven perlas ni doblones por ninguna parte, solo piedras y trozos de metal de hierro. «El tesoro es esto», dirá más tarde Urteaga junto a las maderas.
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