
«De pequeña, astronauta. De mayor, miro las estrellas, recito y escribo poemas»
Mar Estévez García ·
Ayer presentó su 'Pisando cristales rotos' en Noski, el próximo sábado lo hará en ZubietaSecciones
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Mar Estévez García ·
Ayer presentó su 'Pisando cristales rotos' en Noski, el próximo sábado lo hará en ZubietaNació en un pueblecito muy pequeño de Salamanca, dentro del triángulo formado por Ciudad Rodrigo, Lumbreras y Vitigudino, Bañobárez. Tiene bandera, tiene escudo y 280 ... habitantes. En 1983 se vino aquí por amor. Bonita familia la suya, hermanos, hermanas (Mari Cruz, Rosi...), hijas, una nieta; un buen editor, Juanje Sanz Morera, buenos profesores de literatura (Luisa Etxenike, Maite Lorenzo, Karmelo C. Iribarren), buenos maestros de encuadernación y más (Luis Barrios, Blas Capa, Carlos Mena), buenos compañeros de aventuras astronómicas (Aranzadi, Astromares de Sevilla), buenas presentadoras para sus libros, (Shiara Nuño, Julia Otxoa), buenos gatos los que tiene en su casa de Trintxerpe (Orus, Kuma).
– Mirando el listado de tu gente no apareces en mala compañía en el Ezkurra tomándote un café templado con bebida de soja y azúcar moreno en vaso.
– No, tienes razón, estoy feliz si no fuera por estas alergias primaverales. Pero soy afortunada porque aunque he pasado por trancos malos, los hay tan buenos... Aunque no pudiera ver las recientes auroras boreales he tenido la fortuna a mi favor. Desde el principio de mis días. Desde el momento en que mi madre, Rufina, una mujer de pocas pero precisas palabras, se negó a ponerme de nombre Piedad como le aconsejaba una amiga. Desde el momento en que mi padre, José, me decía mientras ordeñábamos las vacas o las cabras, 'deja eso y vamos a ver amanecer'. Desde entonces. Hasta hoy.
– Y no te traumatizó que tu maestro te hiciera recitar aquello de Quevedo, lo de 'Érase un hombre a una nariz pegado' que no te gustaba nada, nada, nada.
– Ni siquiera que me cortara de cuajo cuando me puse a recitar 'A Margarita' de Rubén Darío: 'Una tarde, la princesa vio una estrella aparecer; la princesa era traviesa y la quiso ir a coger'. Acabarían dándome una beca...
– Que no aprovechaste.
– No porque mi padre, que siempre estaba cantando y escribía poemas (hubo un incendio en casa y solo pudimos salvar tres o cuatro) me dijo que era para ser enfermera, peluquera o...
– Y tú contestaste...
– Que no quería ser ni lo uno ni lo otro ni lo de más allá. Yo, astronauta.
– Y él te indicó que para eso había que estudiar muchísimo.
– Y yo le respondí que estudiaría tanto tantísimo.
– A lo que él añadió....
– Que además de estudiar mucho muchísimo había que ser alta altísima y como eso ya era más imposible, desistí y me puse a trabajar. Limpiando y cuidando casas. Lo que hago ahora. No dejé de leer. Porque después de Rubén Darío vino Lorca y después de Federico, Ángel González y los poetas que nos da a conocer Karmelo. Y también Maite Lorenzo, mi profesora en las clases donde estoy a prendiendo a recitar.
– ¡Recitar! ¿Cómo se hace? Supongo que ya no estamos en los tiempos de aquellas voces engoladas, impostadas...
– En absoluto. En cuanto a alguien, en los talleres de Tabakalera se le escapa eso, un falsete, una floritura barroca, se escucha no solo a Maite sino un siseo generalizado. No. Primero analizamos bien la poesía. Para entenderla. Para hacernos con su sentido. Para interiorizarla. Y luego no hay que cantarla sino contarla, contársela a quien te está escuchando, transmitírsela. Como si estuvierais hablando entre vosotros.
– Lo que hacéis cuando en Bilbao te juntas en bares y salas con otros poetas, con otros recitadores en esas 'Noches poéticas'.
– Y donde conozco a mucha gente. Por ejemplo, a quien publica mi 'Pisando cristales rotos', Juanje Sanz Morera, de la editorial independiente La Única Puerta A La Izquierda. Yo no estaba nada segura pero él me decía que le gustaba la filosofía que se desprendía de los libros de artista que yo hacía en ArteLiburu 21. Algunos hasta con cerámicas regaladas por un gran amigo, Antxon Elósegui.
– Es verdad ¡Tus libros de artista! Uno de ellos, el de la bota abierta (la que se ve en la foto) de la que sale un poema-acordeón ilustra la portada de tu primera obra. ¿Cómo empezó todo?
– Trabajé un tiempo en Encuadernaciones Capa, en la calle Arroka, sobre el ya desaparecido frontón. Cosía periódicos. Fui a un curso de encuadernación. Fue el comienzo. En cuanto a la portada...
– ¿Sí?
– Es, como has dicho, uno de mis libros de artista (otro punto de referencia para mí en este mundo, Arteko). Usé una bota usada que me daba pena tirar. Se nos ocurrió abrirla, como suele estar el calzado muy andado. Sujetarla con tuercas para que no se cerrara, escribir un poema acordeón y llenar el talón de piedras de río para indicar esa carga de experiencias buenas y malas que todos llevamos con nosotros. El calcetín sería como la coraza con la que nos protegemos...
– Léeme un poema, antes de la presentación en la librería de Reyes Católicos.
– 'Duerme la luna. El peso de la vida sobre nosotros' (...) 'La luz se impone como el peso sutil de las libélulas (...)'. 'La mariposa que liba dulce néctar, esa no soy yo'.
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