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lola horcajo / JUAN JOSE FERNANDEZ BEOBIDE
Domingo, 1 de septiembre 2019, 14:53
A la mayoría de los donostiarras le resultan familiares las dos formidables estatuas de perros guardianes que custodian el porche del palacio de Ayete. Son dos magníficas tallas de tamaño natural, realizadas en mármol blanco estatuario, que fueron colocadas por los duques de Bailén, primeros propietarios y constructores de este palacio neorrenacentista francés, y de su parque de estilo paisajista.
El nombre de 'perros molosos', con que se conoce este tipo de esculturas, alude a una antigua raza de perros de la región de Molosia, al oeste de Grecia. Por su tamaño, fortaleza y ferocidad, estos perros guardianes fueron utilizados para la caza mayor y la guerra. De ellos descenderían las diferentes razas actuales de mastines y dogos. En el siglo III a.C. un escultor griego realizó una estatua de perro moloso, que más tarde fue copiada por los romanos. Sería en 1558 cuando, al realizarse unas excavaciones en Roma, salieron a la luz dos de estas estatuas, que hoy en día se exhiben en la Galería de los Uffizi de Florencia.
A partir de entonces se descubrieron más tallas de molosos que adquirieron gran notoriedad, mostrándose en colecciones tan importantes como las de los Museos Vaticanos o el British Museum de Londres.
Reproducciones de estas figuras también pasaron a decorar edificios y jardines. Así se encuentran en el palacio Pignatelli de Nápoles, en el Victoria Park de Londres y en lugares más alejados como Mar de Plata (Argentina) o en Chile, y sin ir tan lejos, en el parque Canalejas de Alicante. Para nosotros ha sido una agradable sorpresa descubrir sendas parejas de molosos en los famosos jardines franceses de Vaux-le-Vicomte y Courances, al sur de París.
El Château de Vaux-le-Vicomte del s.XVII con sus extensos jardines de estilo francés, sirvió de ejemplo para que Luis XIV, el Rey Sol, construyera Versalles y se considera uno de los conjuntos monumentales históricos más importantes de Francia, siendo visitado por 300.000 personas al año.
Paseando por sus jardines entre estanques y fuentes, cuidados parterres y añosos árboles, encontramos la pareja de molosos en una idílica terraza donde los sábados al anochecer se sirve champagne a la luz de las velas.
Perro moloso raza antigua de carácter fiero y valiente que ha dado origen a los mastines y dogos actuales
Las esculturas de estos perros provienen de un modelo griego del s.III a.C. copiado por los romanos
Tallas de molosos romanos se muestran en los Museos Vaticanos, British Museum y Galería Uffizi
Sus reproducciones decoran jardines históricos como los de Vaux-le-Vicomte y Courances en Francia
Las tallas de Aiete son simétricas, a diferencia de las figuras romanas que miran a su izquierda.
El Château de Courances, con sus fachadas de piedra y ladrillo rojo, posee también otros magníficos jardines históricos. Allí hallamos otros molosos sobre pedestales, manchados de líquenes y musgo, que guardan muchas similitudes con los de Ayete. Quizás sirvieron de ejemplo a la duquesa de Bailén, la donostiarra Mª Dolores Collado, para ponerlos en el porche de su palacio donostiarra, ya que Courances fue adquirido por la familia de banqueros Haber, emparentados con los duques de Bailén a través de sus primos los Duques de Mandas.
La finca de Ayete de los duques de Bailén y más tarde de los condes de Casa-Valencia, fue comprada por el Ayuntamiento de San Sebastián en 1940, para utilizarla como residencia veraniega de Franco. A la muerte del dictador el parque se abrió a la ciudadanía y el interior del palacio fue restaurado. Declarado Bien Cultural con categoría de Conjunto Monumental en 2006, en la actualidad alberga oficinas municipales. La planta noble conserva su mobiliario de época y desgraciadamente no es visitable.
Pese a la magnífica factura de los perros de Ayete, no hay firma ni documentación que nos indique su autoría. Dado su buen estado, lo más probable es que sean tallas del s.XIX, contemporáneas a la construcción del palacio (1878). Los duques de Bailén fueron coleccionistas de arte y mecenas de artistas españoles que se formaban en Italia. Para decorar su residencia palaciega en Madrid encargaron varias obras en Roma al artista catalán Jerónimo Suñol, uno de los grandes escultores del s.XIX. Los molosos de Ayete bien pudieran proceder de este autor. Son muy semejantes a los de la galería florentina Uffizi, con la particularidad de que, en el caso donostiarra, se trata de dos ejemplares de imagen simétrica, mirando en direcciones opuestas, lo que demuestra aún más la maestría en su realización.
Mientras en otros lugares estas esculturas se exhiben en museos o se muestran sobre pedestales, nuestros molosos se encuentran al paso de la gente, que en la mayoría de los casos desconoce su historia y su valor artístico. Tomados como objetos de recreo son montados por los niños que agarran con fuerza sus orejas, como si se tratara de un juguete.
Pero ahí siguen los guardianes de Ayete, sentados, con su pétrea figura tranquila pero intimidante, embelleciendo la entrada del palacio y viendo pasar a duques, reyes, dictadores, alcaldes, ciudadanos y turistas… formando parte de un conjunto histórico que junto a Miramar y Cristina Enea, sigue esperando un mejor futuro y mayor consideración y respeto.
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Fernando Morales y Sara I. Belled
Amaia Núñez
Patricia Rodríguez e Izania Ollo | San Sebastián
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