Ciudadanos | Aron Szilagy
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Ciudadanos | Aron Szilagy
«Pesaba, sí, una maldición sobre el abanderado de Hungría en los Juegos»Ustedes lo saben, el esplendoroso equipo olímpico húngaro de esgrima ha estado entrenando en las pistas del polideportivo Pío Baroja, invitado por la Sala de ... Armas del Club Fortuna. La delegación estuvo encabezada por Pepe Navarrete, su entrenador de origen cubano, multimedallista, por Decsi András, preparador de campeonísimos y por Aron Szilagyi. grandioso maestro del sable. Con 17 años debutó en Pekin 2008. Perdió por unos pocos tocados. Se resarció con el bronce europeo en Sheffield. Desde entonces, todas sus pistas olímpicas han estado cubiertas de oro(s). En Río fue el abanderado de Hungría en el desfile inaugural.
– Me estabas preguntando algo, ¿verdad Aron?
– Sí, creo que vosotros tenéis, en vuestros dos idiomas, una frase que yo comparto y que tenía muy presente cuando llevaba la bandera de mi país en Río.
– ¿Te refieres a la de 'Izan zirelako, gara', algo así como 'Porque otros fueron, somos'?'
– Justo. Verás, corría por la villa olímpica una especie de maldición que venía a decir que ninguno de los abanderados de nuestra nación había conseguido en cincuenta años una medalla en los Juegos. Algunos me recomendaban incluso rechazar el honor de ser eso, abanderado.
– Pero como dices era un honor. Y contestar no, una deshonra.
– Y no solo un insulto a mi país sino a la gloriosa historia de la esgrima húngara. Mi patria ha ganado 87 medallas desde 1896. Un insulto a los campeones de otras épocas. Piensa en Aladár Gerevich que entre Los Ángeles 1932 y Roma 1960 conquistó diez medallas, siete de ellas de oro.
– ¿Cómo olvidar a uno de los más grandes si su hijo, Gyorgi, fue tu primer maestro, y tu primera inspiración cuando empezaste a blandir el sable?
– Cierto. Yo tenía por entonces nueve años y mi club era el Vasas SC de Budapest. Lo que comentamos, ni se me pasó por la imaginación renunciar a portar la bandera. ¿Maldición? Tal vez pero por mí y por los que vendrían y vendrán después logré romperla. Para entonces ya era oro en Londres, me habían nombrado hijo predilecto de mi ciudad y me sentía capaz de derrotar a los más grandes. A Alexei Yakimenko, por ejemplo. Luego llegaría Tokio y ahora es... París.
– Tienes exactamente el doble de años de aquellos 17 que tenías en Pekin. ¿Qué ha cambiado? ¿Cómo has cambiado?
– Todo y en todo. Física, técnica y tácticamente estoy perfectamente preparado. Aunque la esgrima , como los demás deportes, no es un juego estático, inamovible. Se inventan tocados, posiciones, movimientos y yo tengo que saber qué 'traman' mis contrarios. Verás, en Pekin y en otros primeros desafíos eran los demás quienes 'me recibían'. A mí. Ahora soy yo quien les 'recibo'. Vienen a mí, no voy yo a ellos. Vienen. A derrotarme . Y yo los 'recibo'. Técnica, física, tácticamente estoy preparado, sí, pero ningún día es igual a ningún otro día. Ningún momento. Ningún rival. Ningún asalto. Es eso lo que más entreno, el momento. Por supuesto trabajo al 100% con mi entrenador, Decsi András, pero también al 100% con mi psicóloga.
– ¿Como con Decsi? ¿Como con tu asesora psicológica?
– Con András he encontrado la conexión soñada. Buscamos la fluidez absoluta del movimiento, la perfecta colocación del cuerpo en la pista, la pureza máxima en el tocado. No me gusta perder el tiempo en los entrenos...
– ¿En qué sentido?
– Perder el tiempo y las fuerzas en ejercicios que no conllevan mejora. Solo nos dedicamos a aquellos trabajos que tengan un objetivo muy claro. En cuanto a la mente, a la serenidad mental...
– ¿Sí?
– Mi entrenadora me coloca delante de imágenes que sí o sí me harán crecerme. Por ejemplo, las mías como abanderado y los posteriores triunfos en Río. También me da palabras claves para cada asalto. Nunca serán la misma en el primero que en el quinto.
– Cuenta, por favor.
– Siempre hay un momento en que cualquier deportista se siente solo. La esgrima puede ser un deporte muy solitario.En Londres sentí miedo porque en Pekín caí. Para Río me preparé con lo que ella llama una 'terapia del shock', confrontándome a fotografías en las que la victoria había sido mía. Así me cargaba de energía positiva. Luego había también unas cuantas palabras clave-mantra- que tenía (y las tengo aún) claras en y para cada asalto.
– ¿Cuáles?
– 'Explosividad' para el primero. Salir a por todas, despreciar la presión pero asumirla. La segunda, 'seguridad'; sé que estoy preparado. Siéntete seguro aunque delante tengas a un rival como Bazadze, tan agresivo que parece querer devorarte. Esas palabras y otras me las hace repetir ante el espejo. La última es la más poderosa ¡dominio! De tu arma. De tu rival. De ti mismo.
– ¿Cómo preparas París 2024.
– Alto secreto. Solo te diré que analizamos hasta qué altura estarán colocadas las pistas. Y de qué color serán.
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