Sin poder decir adiós

Te fuiste, como muchas otras personas que se han ido estos días, sin despedirte. No nos dio tiempo. A nadie y a nada. Ni abrazos, ni besos ni palabras. Ni siquiera nos dijimos todas esas cosas que nunca nos atrevimos a expresar. No nos hablamos ... de las cosas buenas ni de las malas. Nada. Fue todo tan rápido y, hoy, no nos queda más que el consuelo de haber disfrutado en vida. Porque al final solo queda eso. La bendita memoria. ¿Te acuerdas cuando venías a casa y nos hacías un interrogatorio en francés? Que si el colegio, los amigos... Siempre te sentabas de espaldas al tapiz del salón. Nos contabas todo y más y nosotros te mirábamos. A ti y a las jóvenes de detrás que juegan al tenis. Hoy solo puedo pensar en cómo pasa el tiempo. Míranos, nos hemos hecho mayores. Ya no nos acompañarás el día del 'sí quiero', pero quién sabe, igual estás con la yaya. Cuéntale que aquí en la Tierra un virus nos mantiene confinados, que apenas salimos a la calle y que hablamos por videollamada. Explícale bien todo lo que nos reímos con los que no consiguen encuadrar el vídeo y les vemos la frente, que cantamos en el patio con los vecinos y celebramos los cumpleaños en la distancia. Pero no te preocupes que cuando se pueda te despediremos como Dios manda. Comeremos todos juntos y en persona. Por ti. Para decirte 'au revoir'. Por todos. Adiós.