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Javier Guillenea
San Sebastián
Lunes, 8 de abril 2024, 06:31
Las calles de El Antiguo estaban llenas de gente. Era sábado a las ocho de la tarde y se respiraba un ambiente veraniego. En la ... terraza del pub Errotatxo, situado en la plaza del mismo nombre del barrio donostiarra, una especie de patio interior por el que se accede a dos garajes, un grupo de personas celebraba una fiesta. En las mesas había bandejas con embutidos y varios niños jugaban por las inmediaciones. Era una jornada que podría haber sido perfecta, pero no fue eso lo que ocurrió.
La paz en El Antiguo se vio quebrada por el grito de una mujer. «Era un grito de horror, de quien no se cree lo que está pasando, es algo que supera todo lo que imaginas», dice Ander, vecino de una vivienda que da a la plaza. Alertado por el creciente alboroto que subía desde la calle, abrió una ventana y entonces descubrió el motivo del espanto.
Vio a un niño de tres años tendido en el suelo junto a un paso cebra y a un todoterreno detenido a pocos metros, mirando hacia la puerta de un garaje. El vehículo estaba ocupado por tres personas: el conductor, una chica y un chico. La mujer que gritaba era la madre del pequeño. Las personas que estaban participando en la celebración contemplaban mudas la tragedia.
«Era una fiesta de cumpleaños, había unos treinta adultos con unos cuatro niños», afirma José María Álvarez, uno de los propietarios del pub Errotatxo, que todavía no entiende cómo pudo ocurrir el siniestro. «Parece ser que el vehículo bajaba por la rampa desde Zumalakarregi para ir a uno de los garajes. Por aquí siempre vienen muy despacio, al final de la rampa hay una curva y no se puede ir rápido; es una zona de confianza por donde apenas pasan coches», dice.
Él estaba dentro del establecimiento cuando todo ocurrió. «Oí gritos y vi que la gente se echaba las manos a la cabeza». Cuando salió al exterior se encontró con que los participantes en la fiesta «estaban en shock». «Todos estaban en silencio, nadie hablaba, nunca había visto nada igual».
No muy lejos, alguien entró en el bar Pepe. «Un médico, un médico», gritó. La noticia del accidente pronto circuló por la calle Matia y la avenida de Zumalakarregi. Alertados por los gritos, grupos de personas se acercaron hasta la plaza Errotatxo para ver lo que había sucedido. Algunos comenzaron a grabar la escena con sus móviles hasta que la Ertzaintza se lo impidió.
«Los ertzainas llegaron enseguida, lo hicieron antes que la ambulancia», afirma la dependienta de un establecimiento de la calle Matia. «Precintaron la zona para que nadie pudiera acercarse hasta la plaza», añade. Ella también recuerda «el grito de la madre» cuando vio a su hijo tendido en el suelo.
A la espera de que llegara la asistencia sanitaria, varias personas intentaron reanimar al niño. «Una chica que era cirujana lo atendió enseguida», dice José María Álvarez. «Un hombre empezó a darle masaje cardiaco. Iba vestido de calle, no venía de ninguna ambulancia, pero sabía lo que hacía», afirma Ander. «Ese hombre estuvo casi una hora tratando de reanimar al niño. Cuando llegaron los sanitarios le dejaron seguir y le relevaron casi al final. Estuvo todo el tiempo intentándolo, no se rendía, pero no pudo hacer nada». Hora y media después del accidente se confirmó oficialmente la muerte del pequeño.
Varios agentes de la Policía municipal apartaron del lugar a los padres del niño. En el suelo, el conductor del vehículo apenas se movía y no articulaba palabra alguna. «Se le veía deshecho», dice la dependienta. «Estaba sentado en el suelo con las manos en la cabeza. Permaneció así desde el principio hasta el final, mirando a un punto fijo», recuerda Ander.
Nadie se explica cómo pudo ocurrir algo semejante en un espacio tan reducido, donde la velocidad es imposible y los usuarios de los garajes conocen muy bien la zona», explica el responsable del pub Errotatxo, cuya voz comienza a temblar a medida que recuerda lo sucedido. «Es que todavía estoy nervioso», reconoce.
Según el Ayuntamiento de San Sebastián, el vehículo se encontraba haciendo una maniobra «a baja velocidad». La Guardia Municipal investiga los hechos para esclarecer las circunstancias en las que aconteció el dramático suceso. «El coche era alto y el niño pequeño; el conductor no pudo verle», aventura José María Álvarez. «No hay que buscar culpables. Fue todo un cúmulo de malas circunstancias», sostiene la dependienta.
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