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Las diez noticias clave de la jornada
Ramón García, con sus hijas Lorena y Marta, delante del mural con más de 600 fotografías de artistas que han pasado por el Oquendo. Un verdadero museo del mundo del cine.
Un restaurante familiar con una historia de película
Oquendo

Un restaurante familiar con una historia de película

El café inaugurado hace un siglo por los Iriondo-Arregui contaba con pensión en sus inicios y allí han comido y se han alojado cientos de estrellas y artistas

Lola Horcajo. J. Fernández Beobide

Viernes, 26 de julio 2024, 02:00

Desde sus comienzos ha sido uno de los establecimientos más populares y concurridos para donostiarras y foráneos, un 'café de cine' que brilla con luz propia por su buen servicio y por los cientos de estrellas y artistas que lo han visitado a lo largo de un siglo. Con un almuerzo compuesto por entremeses, huevos revueltos con sopa, langosta a la americana, judías verdes a la española, cordero asado, frutas, flan y helado, se inauguraba en 1924 el bar restaurante Oquendo de la mano de Lorenzo Iriondo y Vicenta Arregui. Un año más tarde nació su primera hija, María Luisa, quien a día de hoy, con sus 99 años, recuerda perfectamente la historia del café que regentaron sus padres y toda la familia hasta 1985.

Las claves

  • 1924 Inauguración del Café Oquendo de Vicente Iriondo y Vicenta Arregui.

  • 1964. Moderna reforma con participación de José Luis Iriondo.

  • 1968. José Mª Iriondo y Pilar Moreno, segunda generación.

  • 1985. Pizzería Oquendo, la primera de la ciudad, de Ramón García y Ramón Roteta.

  • 1996. Ramón García y sus hijos Álvaro, Lorena y Marta, al frente del Oquendo.

Los Iriondo-Arregui. Lorenzo Iriondo Esnaola (1899-1956) era originario del caserío Domingotegi de Legorreta. Había trabajado en la cocina de los hoteles Niza y Biarritz de los Juantegui y era chef de cocina del hotel Arana de la calle Bergara 7 (cerrado en 1987). Vicenta Arregui Zumalde (1898-1968) era del caserío Azpilleta de Arantzazu. Era la décima de doce hermanos y, habiendo salido a los 8 años del caserío a trabajar de sirvienta, llegó a ser camarera del mismo hotel Arana. Allí se conocieron Lorenzo y Vicenta y pronto decidieron compartir un proyecto de vida.

Café, restaurante y pensión. Con el oficio aprendido, apostaron por abrir su propio establecimiento, ayudados el primer año por Gregorio Anasagasti. «Mis padres, aún solteros, arrendaron a Juan José Echezarreta el bajo, el sótano y el primer piso de la calle Oquendo 8 y, para aprovechar el tirón de la temporada estival, el sábado 2 de agosto de 1924 inauguraron con toda la ilusión de una joven pareja, de 24 y 25 años, el café-restaurante Oquendo, dejando para más tarde incluso su propia boda, que celebraron en octubre». Comenzaban así una andadura dedicada a la esmerada atención de su café y restaurante, así como de la pensión que también regentaron.

El cierre de los casinos. La ubicación del establecimiento era excelente, frente al teatro Victoria Eugenia y el hotel María Cristina, y con el Gran Casino Kursaal al otro lado del río que, desde su inauguración dos años antes, había incrementado notablemente la afluencia de franceses a la ciudad. La definitiva prohibición del juego, ocurrida el mismo mes de su boda, y el consiguiente cierre de los casinos supuso un duro varapalo para la economía de la ciudad turística.

Una pensión de 25 habitaciones. El café-bar-restaurante y la pensión Oquendo, sin embargo, superaron con gran éxito las dificultades. El restaurante adquirió gran fama gracias al excelente cocinero que era Lorenzo Iriondo, con el que colaboraban hasta cinco personas en los fogones. Por su parte, la pensión se fue ampliando hasta ocupar los pisos superiores, donde llegaron a tener 25 habitaciones. Eran habituales los clientes fijos que allí vivían, comían y cenaban, además de los clientes abonados solo al comedor. De esta forma, los vínculos con los clientes eran muy estrechos y Vicenta guardaba una verdadera relación de amistad con muchos de ellos.

Los Iriondo-Arregui supieron atender el negocio y una gran familia de siete hijos que, aunque cursaban sus estudios, también se implicaban en el funcionamiento del establecimiento familiar, especialmente María Luisa, la mayor, Milagros, Isidro y José María. Éste último, tras completar sus estudios de Comercio, se haría cargo del café.

La Chelito. Las vicisitudes de la Guerra Civil hicieron que San Sebastián se convirtiera en refugio para muchas personas que llenaron hoteles y pensiones. En el Oquendo recaló La Chelito (1885-1956), que a comienzos de siglo había escandalizado a la sociedad española con sus picantes cuplés. Con ella llegaron su hija Consuelo, su hermana, los dos hijos de esta y también el guitarrista y su esposa. A pesar de la fama de casquivana que precedía a La Chelito, resultaba ser una mujer religiosa que acudía puntualmente a misa con su mantilla en la cabeza, como todas las señoras de esa época. Siempre conservó una gran amistad con doña Vicenta, que cuando iba a Madrid no dejaba de visitar a Consuelo Portela, que así se llamaba la famosa cupletista.

Siempre a la sombra del Victoria Eugenia, solían atender las comidas de las compañías que actuaban en el teatro, sirviéndoles la cena en los camerinos entre funciones o llevándoles el café en los entreactos.

El Festival de Cine. Cuando se creó el Festival de Cine en 1953, el prestigio de su cocina hizo que fuera el restaurante escogido para atender a los periodistas. «Traían unos vales del CAT. que luego nos costaba muchísimo cobrar, incluso más de un año. Además, los artistas, que eran alojados en el hotel María Cristina, siempre recalaban algún día en el Oquendo. Así conocimos a Cantinflas, Carmen Sevilla, Luis Mariano, Concha Velasco o María Dolores Pradera. Tampoco faltaron los cantantes de ópera y la familia disfrutábamos de pases para asistir a las representaciones».

Del mundo del teatro recuerdan sobre todo a María Fernanda Ladrón de Guevara, madre de Amparo Ribelles y Carlos Larrañaga, que se hospedaba allí siempre que venía su compañía a nuestra ciudad, con el entonces adolescente Carlos. Muchos otros personajes famosos acudieron al restaurante, como el general Perón, exiliado, con su segunda mujer Isabelita. Alojados en el María Cristina, un día lo reservaron para comer en el Oquendo unas pochas con codornices.

Una reforma moderna. En 1964 se realizó una importante reforma que era una apuesta de futuro. La primitiva decoración, con hermosas vidrieras de la casa Maumejean, azulejos sevillanos y una barra de latón dorado, fue sustituida por una decoración moderna con un mostrador en blanco liso, pirograbados en las paredes y otras decoraciones de pintura y de hormigón. En este cambio tuvo mucho que ver José Luis Iriondo, hijo de los propietarios, franciscano y artista, que realizó numerosos trabajos de decoración en iglesias de la provincia. Se le encuadra dentro del denominado Grupo de Arantzazu, que tanta importancia tuvo en el devenir artístico del País Vasco. En Donostia trabajó en las reformas de la iglesia de San Pedro del Puerto y la nueva iglesia de Ntra. Sra. del Rosario de la calle Ferrerías.

José Mª Iriondo y Pilar Moreno. En 1968 fue otra joven pareja la que continuó la labor en el Oquendo. José Mª Iriondo Arregui, hijo de los anteriores, y su esposa María Pilar Moreno Armendáriz. La cafetería fue entonces también punto de encuentro para melómanos. José María, gran aficionado a la ópera, a la que asistían turnándose todos los hermanos, organizaba desde su establecimiento un autobús que trasladaba al teatro Arriaga de Bilbao a un buen grupo de aficionados donostiarras que no querían perderse estos acontecimientos musicales, ya casi inexistentes en la ciudad.

El antiguo cafe Okendo y sus trabajadores
Imagen principal - El antiguo cafe Okendo y sus trabajadores
Imagen secundaria 1 - El antiguo cafe Okendo y sus trabajadores
Imagen secundaria 2 - El antiguo cafe Okendo y sus trabajadores

Segunda etapa, Ramón García. En 1985, a la jubilación de José María, el café-bar-restaurante se vendió a los socios Ramón García (empresario) y Ramón Roteta (reconocido cocinero hondarribiarra), que mantuvieron el nombre y lo transformaron en una pizzería, la primera de la ciudad, contratando a un pizzero italiano y pintando de rojo el local.

Desde 1996, ya en solitario continuó Ramón García, devolviéndole el aspecto de un café-bar más clásico, complementado con un restaurante de cocina tradicional con toques vanguardistas. Al negocio familiar se incorporaron sus hijos Álvaro, Lorena y Marta García Borges, que cuentan con la imprescindible colaboración del encargado «de toda la vida», Mauri Jaramillo.

Victoria Café. Desde 2007, en que se rehabilitó el teatro Victoria Eugenia, esta familia se encarga del café anexo, el antiguo Guria, que pasó a llamarse Victoria Café. Su decoración conserva el tono romántico del teatro, con mármol y cristal, y cuenta con una de las mejores terrazas de la ciudad. Además, dispone de un sótano enfocado a pub, música en directo, fiestas, etc.

Álbum de estrellas. El Oquendo, «el café a donde va el cine», es frecuentado por numerosos artistas, cuyas más de 600 fotos, tomadas en el propio local, tapizan la larguísima pared imprimiéndole un carácter especial. Como comenta Ramón, muchos de ellos se convierten en clientes habituales siempre que visitan la ciudad. Desde actrices como María Barranco, Cayetana Guillén Cuervo o Maribel Verdú, que siempre hace «el triángulo Victoria-Oquendo-Cristina», hasta actores como José Coronado, Javier Cámara, Luis Merlo, Héctor Elizondo, Willy Toledo, Sean Penn, Javier Bardem, Álex Angulo o el recordado Alfredo Landa, «estupenda persona y magnífico barman que preparaba tras la barra unos gin-tonics especiales». El director Woody Allen, los escritores Mario Vargas Llosa y Paul Auster o el mago Tamariz alargarían una lista innumerable que hacen de este café uno de los lugares de culto de imprescindible visita para los cinéfilos en esta «ciudad de cine».

El Oquendo, hoy en día, es un café «de sesión continua», ya que no cierra ningún día de la semana. Su concurrido restaurante ofrece carta, menús de día y de fin de semana y no es raro coincidir con personajes que lleguemos a reconocer, como nos sucedió este mismo lunes, al ver entre sus clientes al director y productor Álex de la Iglesia.

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