Secciones
Servicios
Destacamos
Xabier inauguró su exposición bellamente titulada 'Todo fue una ilusión desordenada' en un local emblemático de Egia. 17 piezas fotográficas dialogando entre sí. Hubo que retirarlas. Su soporte era tan exquisito que podían resultar heridas por el roce de la vida farandulesca. Hablamos bajo un ... árbol de Cristina Enea. Proyección. Luz. Cuerpo. Fotografía.
– Nadie las maltrató, ¿verdad?
– No. Pero no estaban protegidas por ningún cristal. No podían estarlo. No debían estarlo. Encerradas tras un vidrio, ¿cómo iban a conversar entre ellas? ¿Cómo iban a crear esos 17 fragmentos una única imagen? Estaban impresas en papel mate de calidad de conservación museística que revela unos negros muy, muy puros. No se pueden rozar o el pigmento se correrá. En realidad, son tan frágiles como lo que representan: un paisaje, una transición emocional. No pasó nada. Se retiraron. Pero yo continúo. Continúo en mi indagación, en mi propia fragmentación-reconstrucción. Preguntándole cosas a la imagen de mi cuerpo roto en pedazos. ¿Cuánta gente puede permitirse el lujo de mirarse hacia dentro desde fuera? Poca. Yo sí.
– Empezaste a estudiar los misterio de la cámara en el Instituto Vasco de Fotografía. Saltaste a Londres. A la University of Arts. Allí comenzaste a crear tu portfolio. Volviste. Directo a Madrid. Al EFTI, Centro Internacional de Fotografía y Cine. Hiciste un máster; el máster que soñabas.
– Exacto, un máster internacional en Fotografía y Gestión de Proyectos. Fotografía Artística. De Autor. Un máster en el que suelen impartir clases creadores de la talla de Begoña Antón, Cristina García Rodero, Doménico Chiappe; un máster en el que colaboran autores que trabajan las técnicas de la Gestalt, esa psicoterapia que ayuda al desarrollo personal. De mis primeros momentos a los 20 años, descubriendo los secretos del laboratorio de foto analógica, hasta ahora que para estas 17 imágenes tan frágiles me meto en mi cuarto, bajo la persianas, coloco la máquina (Reflex) sobre el trípode (basta una mesa) y empiezo a fotografiarme durante horas, con el disparador, he aprendido y sentido mucho. Me fotografío también partido en los trozos reflejados por un espejo roto. Velado-Revelado.
– Sugerente. Sugestivo. Pero ¿por qué? ¿Para qué?
– Los grandes maestros, los no tan grandes, los directores de marketing, más quienes dominan el universo de la moda y las marcas icónicas, todos, hasta el más humilde taller de imagen, dicen que una fotografía debe contar una historia. La mía soy yo mismo. Mi cuerpo. Fragmentado. Fragmentado y vuelto a (re)construir. Documento ese pasaje. No sé si busco respuestas pero ante mi imagen, imágenes, me hago preguntas. Muchas. Que llevan a otras. Cada fragmento, un interrogante.
– Sin respuesta, a lo que dices.
– Cierto. Pero también es verdad que si indagas, si no dejas de cuestionar(te), alguna respuesta ya encontrarás. Y por otro lado, creo que al fragmentar mi cuerpo y reconstruirlo luego en el ordenador, con los distintos programas de fotografía o mismamente con papel, tijeras, collages, logro algo que otros solo consiguen en los relatos fantásticos. O si creemos en ellos, en los viajes astrales.
– ¿El qué?
– Contemplar tu cuerpo desde fuera de él. No de ti porque el cuerpo es solo tu envase, tu contenedor, pero sí desde fuera de él.
– Me estoy acordando del señor Valdemar. Aquí en Cristina Enea, contigo, que has llegado de Dunboa, junto al Bidasoa. En Irun.
– ¿El Sr Valdemar?
– Un personaje de Allan Poe. Le inducen el (al) coma como parte de un experimento y su alma queda suspendida sobre su cuerpo, viéndolo... desde fuera.
– Vaya. A mí me seduce la idea de ir contemplando mi evolución a través del tiempo. Tanto la física como la psíquica. Por eso insisto en la idea no solo del paisaje emocional sino de la transición emocional. Empecé a los 20, tengo 28, cumpliré 38 y luego 48 y al final... mi cuerpo desaparecerá y ya nada importará. Ni en papel de alta calidad en el que copié las fotos que me hice ni los pigmentos ni nada. Dicen también que la fotografía ha de contar un sentimiento. Este es el mío. Para conmigo. Pero este trabajo es también para los demás.
– Pues se diría algo muy personal, una intimidad entre tu cámara, tus espejos, tu disparador.
– Estoy seguro de que (casi) todos los creadores creamos para que otros miren nuestra obra. A mí me gustaría provocar, con mi cuerpo fragmentado, que otros intentaran meterse dentro de sí mismos y se cuestionasen. Me gustaría compartir el placer de las horas que paso disparando sobre mi cuerpo. Cuando hoy lo habitual es apretar el botón de la cámara del móvil y ya está, ¡foto! Yo dedico horas a mi obra. Con una paradoja...
– ¿Cuál?
– Por mucho que no me importe exponer fragmentos de mi cuerpo en diálogo con otros fragmentos a la vista de los demás, no me siento cómodo fotografiándome en exteriores y notando la mirada de la gente sobre mí.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.