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A las doce de la mañana de este domingo lucía el sol en Pasai Antxo. En las aceras todavía quedaban algunos restos de la celebración del Sagardo Eguna y en los corrillos que se iban formando en las terrazas, cercanas a la calle Eskalantegi donde ... se produjo de madrugada una agresión con arma blanca, los vecinos comentaban el suceso. Sorpresa, la justa. «Se está poniendo todo», dejaba caer un hombre. No dio más detalles, pero tampoco hizo falta. Todos le entendieron.
Algunos de los residentes de la calle Eskalantegi, los números pares pertenecen a San Sebastián y los impares a Pasai Antxo, que presenciaron desde sus domicilios el altercado y alertaron a los servicios de emergencia, relataban lo acontecido. «Empecé a escuchar muchos gritos y me desperté. Salí a la ventana a ver qué es lo que estaba pasando porque no entendía lo que estaban diciendo y entonces vi que eran unos cinco o seis magrebíes pegando a otro joven. Al principio me asusté porque pensé que estaban agrediendo a algún chaval del barrio, porque justo aquí abajo –refiriéndose al portal número 60 de la citada vía– hay varios locales. Creí que le estaban pegando a uno de ellos», relata un varón de unos cuarenta años y que no dudó en salir a su balcón y dar voces para intentar ahuyentar a los agresores mientras otros vecinos llamaban a la policía.
«Empecé a gritar y entonces lo dejaron tirado en el suelo. Echaron a correr por la zona del ambulatorio», detalla. Este vecino que prefiere no desvelar su identidad cuenta que, como él, también se despertaron otras personas. «Éramos varios vecinos», precisa y añade que los agresores y la víctima «venían de la plaza -Alameda Gure Zumardia-. Parece que le venían siguiendo y le empezaron a pegar», precisa. Todavía este domingo en los adoquines, en un coche aparcado y cerca de una alcantarilla se podían observar los restos de sangre.
«Cuando salimos los vecinos y gritamos, se marcharon. El chico se levantó como pudo y retrocedió en dirección a la plaza. Caminaba despacio y a la altura de la taberna Laket se paró, se apoyó en un coche que estaba allí aparcado y se quitó la cazadora negra. Le vimos cómo tenía todo un costado de la camiseta blanca llena de sangre y después siguió», relata. Ya no pudo ver más porque el ángulo de su inmueble se lo impide, pero enseguida escuchó las sirenas y las luces de los servicios de emergencias «que llegaron muy rápido».
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En el interior de la taberna Laket, situada justo frente al coche en el que se apoyó la víctima, nadie sabía nada. No conocían más detalles. «Cerramos sobre las once de la noche y el suceso ha sido más tarde», apuntan «solo sabemos lo que hemos leído en la prensa», precisa una vecina sentada en la barra. Por su parte, dos jóvenes que paseaban por la zona explicaron que a las «a las cuatro de la mañana, cuando volvíamos a casa, vimos que había patrullas de la Ertzaintza investigando y haciendo preguntas a la gente, pero a esa hora no sabíamos qué había pasado. Luego ya nos hemos enterado, pero no sabemos quién es el joven ni qué ha pasado porque nosotras no hemos visto nada».
Sobre el motivo y el origen de la agresión todavía no se conocen más datos y, hasta el momento, no se ha producido ninguna detención. Algunos vecinos dicen que «hubo una pelea, que comenzó en la Alameda Gure Zumardia, donde se estaba celebrando el Sagardoeguna, y que, a posteriori, se desplazaron hasta la calle Eskalantegi hasta llegar la altura del centro de salud» de este distrito pasaitarra, donde se produjo la agresión.
«Llegamos sobre las seis de la mañana y nuestro compañero que siempre está en la panadería desde las dos, nos contó que sobre las tres de la mañana empezó a escuchar voces y que, poco después, vio varias luces. Se asomó a la ventana y vio llegar a las patrullas de la policía y la ambulancia», cuentan Elena Cuadrado y Rabii, dos compañeros del testigo que se encontraba trabajando en la panadería Gutizi, en el número 38 de Eskalantegi.
Con el paso de las horas, en la localidad, apenas quedaban personas que no se hubiesen enterado de lo sucedido. Los pocos que, al despertarse, desconocían lo qué había pasado de madrugada se enteraron rápidamente al bajar a la calle,tomar el aperitivo, comprar la prensa o el pan. Es el caso de Rosi, una vecina de Eskalantegi, que se soprendió cuando bajó a primera hora a la panadería y le contaron lo sucedido. «Yo no he oído nada y eso que vivo en la misma calle», apunta aún perpleja. «Pero mi casa da hacia el otro lado», concluye.
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