La salud del bañista

Acabarla y esconderla. Enterrarla en la arena y hacer como si nada. Seguir tomando el sol con la tranquilidad que da saber que una colilla no podrá delatarte. Ver como los niños corren, saltan olas y se rebozan en la arena. Esa arena en la ... que si se remueve un poco sale más de un cigarro. La playa es así. Es tener a alguien cerca los días que hace mucho calor, andar sin pisar castillos de arena o socavones y esquivar balones y 'frisbees'. Es tener que escuchar la música de los quinceañeros y las conversaciones de los señores que se sientan en sillas frente al sol. La playa es convivencia porque es un sitio público más. Como en las terrazas, el debate está servido. Hay fumadores que se cambian de silla para que el humo no le llegue a los más pequeños y también hay quien decide quedarse en su sitio «porque está en su derecho». Y sí, lo está. Medidas para proteger a los niños (y no tan niños) y el cuidar el medio ambiente ya se han tomado. Hace unos años, con el fin de tener la playa limpia, se distribuyeron unos conos para reducir el número de colillas. Porque todos conocemos a un fumador que en un momento dado ha tirado la colilla al mar. Y así nos contaminamos todos. En Vigo, por ejemplo, están haciendo una consulta para saber qué opina la gente sobre fumar en la playa y parece que en unos meses se pondrán multas a quienes incumplan la normativa. Aquí, en San Sebastián, todavía no han llegado tan lejos, pero tiempo al tiempo. Lo interesante sería saber quién controlaría que en las playas de La Concha, Ondarreta y Zurriola no se fume. Imagíneselo. Por el momento, el Gobierno Vasco ha pedido a los fumadores que se abstengan de echar humo junto al mar. Porque por una colilla no pasa nada, pero si tenemos en cuenta que en Euskadi se consumen cada año 1.640 millones de cigarrillos, de los que se estima que el 15% acaba en los arenales y en el mar, la cosa cambia. Y tiene consecuencias en la salud del bañista.