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Nadie sabe cómo va a ser este verano en la ciudad. La incertidumbre es tal por la pandemia que no se puede prever qué pasará en los próximos meses. Los eventos masivos asociados a la etapa estival chocan de frente con la prudencia con la que se va a producir el desconfinamiento de la población. A 40 días de que dé comienzo la temporada de playas faltan certezas y no se pueden tomar decisiones claves sobre socorristas, toldos, fiestas de los barrios o contratación para la Aste Nagusia. Lo único claro a día de hoy es que el Ayuntamiento donostiarra no irá por libre en este tema. Eneko Goia adoptará decisiones consensuadas con los regidores de las otras capitales vascas y con el propio Gobierno Vasco, según explicaron fuentes de Alcaldía.
Que el verano va a estar absolutamente condicionado por la evolución de la pandemia parece que ya no le es ajeno a nadie. Cuando en Pamplona dan por hecho que los Sanfermines no se celebrarán (ni en su fecha ni en septiembre) está claro que todo es susceptible de suspenderse. También la Semana Grande donostiarra y los numerosos eventos festivos previstos antes y después de esta fecha. La tensión crece por semanas entre quienes tienen la responsabilidad de organizarlo todo porque es ahora cuando se cierran contratos, programas y se planifican servicios.
No es el caso de la Quincena Musical y el Jazzaldia, que tienen sus respectivas programaciones cerradas desde finales del año pasado año, pero habrá que ver si se pueden celebrar o en qué condiciones.
Los meses de verano parece que serán de recuperación paulatina de la normalidad, pero las condiciones de esta normalidad pueden recomendar suspender las tres Aste Nagusia. Eventos masivos como los Fuegos Artificiales parece difícil visualizarlos hoy cuando se sabe que las medidas de distanciamiento social se van a mantener en los próximos meses. Algo parecido a los conciertos de Sagüés, el segundo atractivo con mayor tirón en la Semana Grande. Ahora se deberían estar cerrando los contratos con los artistas, pero está todo «congelado» hasta ver qué pasa con el coronavirus.
Las autoridades vascas, con Urkullu a la cabeza, han defendido un ritmo propio de «desescalamiento», con medidas más audaces en cuanto a hacer deporte o en la apertura de determinados establecimiento, con el argumento del mayor control de la enfermedad en Euskadi. Esto no quiere decir que se vaya a abrir más la mano este verano en la costa vasca. El lehendakari ha solido utilizar durante las últimas semanas el ejemplo de Alemania como el modelo a seguir y este país, que tiene a la pandemia más controlada, ha decretado que no se celebren eventos masivos hasta finales de agosto. Las decisiones se adoptarán con la máxima prudencia. Nadie quiere patinar y menos con las elecciones vascas, probablemente, a la vuelta del verano.
No solo los eventos festivos están pendientes de un hilo. La propia temporada de playas no sabe por dónde tirar. Dentro de 15 días deberían comenzar a realizarse movimientos de arena para preparar los arenales. Los toldos ya se han cobrado a los abonados cuando no se sabe si se podrá ofrecer este servicio. Y el concurso para contratar los socorristas se ha suspendido por el coronavirus. Ni las escuelas de surf conocen si contarán este verano con autorización para trabajar en la Zurriola.
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