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Perico Chicote lanzaba extraordinarios 'cocktail' desu creación. FOTOTECA KUTXA
1920-1940: El Día de la Virgen

1920-1940: El Día de la Virgen

Se pierde en el tiempo el momento en que San Sebastián celebraba el Día de la Virgen anunciándola como su patrona

Javier Sada

San Sebastián

Jueves, 15 de agosto 2024, 02:00

El día 1 de noviembre de 1950, cuando el Papa Pío XII declaró el Dogma de la Asunción de la Santísima Virgen, ya se perdía en el tiempo el año que San Sebastián había comenzado a celebrar 'El Día de la Virgen' anunciándola como patrona.

Son noticias de 1850 que «tanto es el entusiasmo por la fiesta de la Virgen, que el bullicio empieza antes de amanecer cuando los aficionados esperan en la Puerta de Tierra la llegada de los toros y, hecho el encierro, asisten a los oficios divinos».

El Ayuntamiento «tenía el buen gusto de organizar fiestas para satisfacer las aficiones de los donostiarras y del forastero, que así veía cosas para ellos desconocidas».

Difícil tarea condensar en menos de dos folios lo que supuso la prohibición del juego, el cierre de los casinos, la dictadura de Primo Rivera, la República, la guerra civil y la llegada de Franco al poder, pero todo eso, y mucho más, ocurrió entre las Semanas Grandes celebradas desde 1920 hasta 1940, sin olvidar los años que la literatura recuerda como bellos, locos y alegres.

En 1921 la crisis política ya estaba al pil-pil, el rey no venía a San Sebastián porque se iba a Melilla para acercarse a los campos de batalla y ordenaba formar gobierno a los liberales. El alcalde Pedro Zaragüeta, al tiempo que el día 15 inauguraba el puente del Kursaal, trataba de ayudar a la reina cuando se enteró que buscaba chalés para convertirlos en hospitales donde ingresar a los heridos que llegaban de Marruecos. Cerrado el Gran Casino, el edificio, hoy Casa Consistorial, fue convertido en hospital.

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El escaparate de la ciudad seguía presidido por la idea de que todo era oro, lujo, placer, rigodones, foxtrot y plenos en la ruleta

El veraneo donostiarra se venía abajo pero, como muestra de su continuo desarrollo, se inauguró el puente del Kursaal y al año siguiente el propio edificio del Gran Kursaal, aunque no llegó en el momento más oportuno. A finales del 22 Manuel García Prieto, marqués de Alhucemas, ordenó el progresivo cierre de los casinos y su Ministro de la Gobernación, Duque de Almodóvar del Valle, se encargó de su cumplimiento a partir de enero de 1923. Si bien las dificultades económicas hicieron que se echara en falta a los forasteros, «que este año no han hecho acto de presencia», el escaparate de la ciudad seguía presidido por la idea de que todo era oro, lujo, placer y plenos en la ruleta, entre orquestas que no cesaban con sus foxtrot, rigodones, valses y música de jazz.

Las Ferias de Muestras, en su tiempo, fueron tan reseñables como el muy citado circuito automovilista de Lasarte. El Ayuntamiento dedicaba grandes partidas del presupuesto a potenciar el «tourismo», y fue necesario hacerlo mucho más cuando a, partir del 24, los casinos cerraron definitivamente sus puertas y se acabó «la gallina que ponía huevos de oro».

Mientras la Corporación municipal en agosto de 1925 discutía si había que suprimir las raciones de comida que se daban a los pobres porque éstas eran denigrantes, el alcalde, Felipe Azcona, superó una moción de censura y los vecinos de la calle San Lorenzo celebraron por vez primera la festividad de su patrono.

El golpe de Estado dado por Miguel Primo de Rivera, el 13 de septiembre de 1923, había acabado con las esperanzas de que «en la cuestión del juego hubiera alguna excepción para San Sebastián», pero no la hubo y puesto que en Madrid corrían rumores de que no había nadie en San Sebastián, de que habían cerrado los principales hoteles y que la ciudad era un cementerio, el Ayuntamiento movilizó a los presidentes de todos los colectivos de la ciudad para decirles que era necesario echar el resto y, «basándose en la ilusión e imaginación, poder superar la crisis».

Desigualdad

Se discutía en la Corporación municipal si, por ser denigrante su calidad, no sería mejor suprimir las raciones de comida que se daban a los pobres

El llamado 'Pacto de San Sebastián', firmado el 17 de agosto de 1930, fue el comienzo de una nueva etapa histórica. Quedó la Semana Grande reducida a tres días, en el Ayuntamiento, 5 votos obtuvieron quienes deseaban seguir acudiendo a la Salve y 16 los que no, en la playa estalló la guerra del albornoz entre quienes consentían que se pudiera ir a la arena con esta prenda y quienes lo consideraban un desnudo no asumible por las buenas costumbres. El barman Perico Chicote lanzaba nuevos brebajes de su creación, Gaztelubide comenzaba a cantar su 'Festará', el circuito de coches de Lasarte celebraba su última carrera en 1936 y el alcalde, Fernando Sasiain, manifestaba que «las próximas elecciones se celebrarán con toda normalidad».

Si la llegada de la República popularizó los programas festivos, suprimiéndose incluso los nombres de algunos trofeos deportivos que recordaban a la monarquía, con la llegada de Franco el ambiente, y con él la Semana Grande, adquirió unos tintes de «turismo oficial» que duró hasta 1973, dos años antes de su muerte.

Fe de erratas: Al César lo que es del César y a los balnearios la ubicación que les corresponde: el de Santa Agueda, donde fue asesinado Cánovas del Castillo, estaba en Mondragón, hoy Arrasate-Mondragón, y no en Cestona, hoy Zestoa, como escribí el pasado lunes.

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