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Jon García Gallego
Jueves, 15 de agosto 2024, 02:00
Después de cada cita con los fuegos artificiales, hay otra ineludible: el encierro de los toros de fuego. Unos chispeantes morlacos hacen su recorrido una vez que suena el cohete final y los fuegos artificiales, los calmados y más artísticos, acaban. Estos toros 'bravos' toman ... el relevo a las 23.30, durante unos 30 minutos. Y ya llevan 40 años haciéndolo.
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Esta tradición se remonta al 13 de agosto de 1984, cuando se celebró por primera vez el recorrido de los toros de fuego. Este año se cumple el 40 aniversario, y el evento se ha convertido en un acto imprescindible en la Semana Grande donostiarra, atrayendo a miles de personas cada año. Gorka Sagastume, quien lleva 25 años formando parte de este encierro comparte su emoción: «Ya son 40 años de encierros, se dice pronto. Llevo 25 años en esto y tengo muchas ganas de seguir, si puede ser, otros 25 más». Él es uno de los 'toros' que corren de lado a lado de las aceras llenas de familias y niños.
A lo largo de su historia, se han ido produciendo cambios, incluyendo modificaciones en el trayecto. «El recorrido de cada toro es de unos tres minutos y medio. Dejamos algunos minutos entre toros, así que no da tiempo a muchas cosas. Hay que venir, correr rápido y disfrutarlo», explica Gorka.
El espectáculo cuenta con seis toros de fuego que parten desde la plaza Cervantes, envolviendo a los asistentes en una exhibición de luminiscencia y destellos continuos. Miles de donostiarras acuden estos días, preparados con ropa cómoda y deportivas para correr delante o junto a los toros de fuego, pero sin acercarse demasiado. Todo, como en San Fermín, empieza cuando se lanza un cohete que anuncia la salida del primer toro de fuego.
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Los más pequeños son los verdaderos protagonistas. Cientos de ellos esperan con ansia la salida de los toros para echar a correr inmediatamente, evitando ser alcanzados por las chispas que lanzan los portadores. Gorka, después de tantos años, vive el toro de fuego con gran intensidad y cariño año tras año. Una de las cosas que más le motivan a seguir es ver las caras de los más pequeños, cómo disfrutan. «El toro de fuego es una pasada. Te tienen que gustar los niños; si no, no podríamos estar aquí». Y aunque algunos pequeños se asustan, los portadores recomiendan correr sin temor. «Es importante no detenerse cerca del toro, sino seguir corriendo», explica Gorka. De esta manera, la experiencia se disfruta al máximo.
Durante todo el recorrido los monosabios son los 'pastores' que guían a los animales. Son responsables de controlar el encierro y preservar la seguridad. «Nos encargamos tanto de la seguridad del toro separando a la gente, como también de la seguridad propia de los niños, intentando alejarlos un poco de la propia chispa del toro y otros peligros» relatan Jon y Martín, que por segundo año participan en el espectáculo.
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