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Fue raro. No fue una cabalgata más de esas que se olvidan de un año para otro. La de este 5 de enero de 2020 se recordará por ser la primera en la que no desfilaron animales y porque más que una cabalgata fue un ' ... show'. Minutos antes de que comenzara el desfile de sus Majestades de Oriente las calles parecían estrecharse por momentos y los gritos y la emoción de los niños iban en aumento según se acercaba la hora. Hasta ahí, nada nuevo. Los donostiarras esperábamos mucho y nos quedamos a medias. La cabalgata de este año prometía, pero se quedó corta. Muy corta. Quien dice cabalgata puede decir desfile de carnaval porque disfraces, este año, no faltaron. De hecho se podían coger hasta ideas. ¿O es que nadie ha pensado en vestirse dentro de unos días de Anubis? Primero nos sorprendieron unas estrellas de Oriente que menos de Oriente podían venir de cualquier lado, más tarde pasó la carroza de los cabezudos donostiarras que desentonaban totalmente con la temática y, después, aparecieron unas ovejas zancudas y pajes con globos. Un no parar vamos. Me parece bien que no haya animales si no tiene que haberlos, pero si no pueden salir ovejas, que no haya personas subidas en zancos haciendo de ovejas. Si no hay antorchas, que no haya globos gigantes con luces led. Si no hay caballos ni bueyes, que no pongan de esos de plástico que a la primera de cambio se pinchan. Que vale que era Navidad y en el ambiente había mucha magia, pero tanta no hacía falta. ¿Y los regalos? Ni los vi.
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