
Miércoles, 6 de noviembre 2024, 07:24
Comenta Loli Paulis: «Hay problemas en la organización de las ciudades cuya solución no está al alcance de sus habitantes. Fallos estructurales que seguramente ya no pueden ser enmendados. Pero existen pequeños entornos en los que la ciudadanía puede y debe tomar
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parte, no solo para hacer la vida más agradable, sino sobre todo más humana, y uno de ellos lo tenemos en Amara, en el llamado parque de Menchu Gal, un pequeño edén formado por tilos, magnolios, cerezos japoneses, un tejo enorme, un cedro, catalpas, un roble de Hungría, arces, una prunus péndula, plátanos, césped, una fuente, bancos, una pequeña pérgola e incluso una coqueta construcción de estilo posiblemente racionalista que antiguamente acogía baños públicos. Hace unos años se habló de darles una utilidad, convirtiéndolos en una cafetería. En primavera es difícil sustraerse a la visión de sus cerezos, que por unos segundos te trasladan a Japón. Al principio del verano, tilos y magnolios compiten por hacer llegar a nuestro olfato sus dulces aromas. En otoño, las hojas de sus variados árboles ofrecen alfombras multicolores. Hasta las aves parecen mostrarse sensibles a estos encantos y no es extraño ver a una pareja de patos que se ha desplazado desde Cristina Enea. ¿Por qué privarnos de estos pequeños placeres que nos hacen sentirnos más cerca de la naturaleza? Tiene que ser hermoso sentirse partícipe de las decisiones de tu barrio. Además, al ser una zona de paso, el interés se haría extensible a otros ciudadanos. Esperamos que este deseo llegue a oídos de los responsables paisajísticos. No sería una buena idea estresar a los árboles, teniendo que atarnos a ellos antes de que una decisión mal tomada acabe con este bonito y útil espacio».
Critica Xabi: «Indignación y vergüenza sentí hace dos sábados al llegar en tren a la estación de Donostia. Estaba jarreando y con las obras, hasta a mí que soy de aquí me costaba saber por dónde salir. En el tren viajaba conmigo una pareja de norteamericanos de mediana edad y al bajar nos encontramos con varios grupos de magrebíes peleando entre ellos y con actitudes intimidatorias con nosotros. Les intenté ayudar llamando a un taxi, pero me salía un contestador y durante más de media hora no contestaban. Viendo la situación peligrosa, fui a casa a por el coche y les llevé a ellos y a una chica también extranjera a sus hoteles. Venía de Madrid de usar varias veces Cabify sin problema y sentí indignación y vergüenza. ¿Hasta cuándo, Goia y compañía?».
Escribe Julio A. Zalabardo: «He leído varias opiniones referidas a los perros playeros. Algunos dicen sí y otros dicen no a que vayan atados con correa o a que solo puedan bajar a la playa en fechas determinadas. Yo propondría que los perros puedan juguetear y correr a unas horas determinadas. Por ejemplo, desde el amanecer hasta las 11 horas fuera de la temporada de verano. Con esta propuesta, los perros se encontrarían en libertad dentro de ese horario y a partir de esa hora, las usuarios de la playa podrían pasear sin ser molestados por los animales».
Expone Adela Legasa: «En la plaza Gabriel Celaya de Intxaurrondo llevamos casi dos meses con dos grandes farolas, con varios focos cada una, que están averiadas. Ahora que oscurece pronto no es nada agradable pasar por ese lugar, además del miedo que nos da a algunas personas. Se añade a esa situación que dos de las casas están de obras y existen andamios que pueden atraer a personas que podrían estar tentadas de subir e introducirse en los pisos. Rogamos arreglen estas farolas lo antes posible».
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