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La oficina de objetos perdidos de la comisaría de Morlans es una caja de sorpresas. Hasta aquí llegan cada año miles de cosas, la mayoría pequeñas pero también algunas grandes, que son halladas en la ciudad y se depositan a la espera de que aparezca su dueño. Cuando se abre la puerta, los agentes de la Unidad de Seguridad, Vigilancia y Control de la Guardia Municipal (USVC) –entre cuyas funciones figura la gestión de este servicio– nunca saben quién puede entrar ni qué llevará en las manos.
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La mayoría de objetos perdidos son los que habitualmente una persona lleva encima: cartera, tarjetas, documentación, gafas, llaves, paraguas, teléfonos móviles... Pero también hay hallazgos curiosos, como una guitarra eléctrica aparecida en un taxi, una tabla de pádel surf de grandes dimensiones olvidada en la estación del Norte, una silla de ruedas recogida en la Parte Vieja, muletas, una piragua localizada en la orilla de la playa de Zurriola, sillas de niño, patinetes, bicicletas, una bolsa con palos de golf, maletas de viaje olvidadas en la calle al cargar o descargar el coche, cajas de herramientas de gran valor dejadas en la acera por algún operario, material de escalada de gran valor económico, un álbum de sellos de coleccionista que está depositado en la comisaría mientras su propietario seguirá pensando dónde puede estar, la credencial del Camino de Santiago que extravió un japonés o incluso una urna con las cenizas de un difunto recogida en el jardín de paseo de los Fueros.
Los ciudadanos más honrados también entregan sobres con diferentes cantidades de dinero que en ocasiones han llegado a los 5.000 euros, que si nadie pregunta por ellos son entregados al depositante transcurridos los dos años que marca la ley.
Capítulo aparte merecen los audífonos que se reciben todos los años en la Guardia Municipal. Gracias a un colaborador que trabaja en un establecimiento del sector, con el número de serie que figura en cada aparato se identifica la marca y comercio y se le hace entrega para que localicen al dueño. En una ocasión, fue una frutera de Deba la que había perdido el audífono. Cuando lo recuperó, quiso agradecérselo a los agentes con dos cajas de cerezas.
En 2023, la oficina recibió 18.957 objetos, un tercio de ellos entregados por Dbus. El ritmo de hallazgos este año es superior y se prevé alcanzar los 20.000 registros. Los más frecuentes fueron carteras, tarjetas Mugi o de crédito y otras documentaciones (12.121), paraguas (1.480), llaves (1.221), gafas (1.084) y teléfonos móviles (1.060).
Según explica el concejal de Seguridad, Bomberos y Protección Civil, Martin Ibabe, con los datos personales que la USVC puede obtener de cada objeto perdido, principalmente si se trata de documentación o algún tipo de documento, utilizan los medios disponibles para encontrar al propietario: padrón, base de personas, datos policiales o a través de otros ayuntamientos o cuerpos policiales. También se utilizan las redes sociales. Esta labor de investigación posibilita que un 45 % de los objetos perdidos sean devueltos a sus legítimos dueños.
Asimismo, hay un servicio en la página web del Ayuntamiento (www.donostia.eus) para que los ciudadanos registren una notificación de pérdida y, diariamente, se realiza el cotejo de efectos entregados en Morlans con objetos notificados para buscar coincidencias.
El delegado del PNV señala que cuando los propietarios son localizados o se ponen en contacto con la comisaría, en muchas ocasiones se trata de turistas que ya han abandonado la ciudad. En estos casos, envían una empresa de transporte o facilitan una dirección postal para que se les remita por correo certificado el objeto perdido. Así se han devuelto mandar carteras y móviles a EE UU, Australia o Noruega.
Los objetos perdidos se guardan en la comisaría treinta días y, transcurrido ese plazo, se dan de baja del registro y de la propia página web –donde se exhiben clasificados en diez categorías–, excepto los paraguas, que se guardan solo siete días, y los enseres de valor como joyas, relojes, cámaras fotográficas, ordenadores, electrónica y dinero, que están los dos años mencionados. Pasado ese tiempo, se hace entrega de cada objeto a quien lo encontró o a asociaciones benéficas.
Los hallazgos cuyo propietario finalmente no es localizado tienen diferentes salidas. La mayoría son recogidos cada mes por Emaus, pero por ejemplo las gafas, ya sean graduadas o de sol, van a una ONG que las destina a países en vías de desarrollo. Los juegos de llaves se reciclan, los teléfonos móviles –por la ley de protección de datos– se envían a una empresa de reciclaje y los paraguas también se reparten entre otras entidades solidarias. En época navideña, se preparan algunos objetos para ser repartidos en residencias de mayores.
En cuanto a la documentación personal –permisos de conducir, DNI, tarjetas de Osakidetza, tarjetas Mugi...–, se envía a la institución que la ha emitido. Si es extranjera, se remite a la embajada correspondiente.
Con turistas extranjeros, se recurre a los datos que se tiene de personas hospedadas en la ciudad y a las redes sociales para intentar localizarles. Como caso curioso, ocurrido recientemente, un filipino que perdió la cartera con toda la documentación y tarjetas de trabajo. Para encontrarle, la Guardia Municipal llamó a la empresa y le escribió un email, con una respuesta automática en la que se informaba de que se encontraba fuera durante un mes. Finalmente, se le contactó por Instagram, contestó enseguida y a la media hora estaba en dependencias policiales recogiendo su cartera con todas las tarjetas de crédito. El hombre, muy agradecido, contó a los agentes que estaba en Europa de luna de miel.
Otro caso parecido sucedió con el pasaporte de un ciudadano japonés. Fue localizado por Instagram gracias al apellido y además porque en su perfil tenía una foto de Sanfermines... En otra ocasión, y después de varios meses, se encontró al propietario de un sobre con 3.000 euros. Era un nicaragüense afincado en Gipuzkoa, al que se halló a través de su embajada y después de realizar una labor propia de investigación por parte de una de las agentes de la USVC, quien localizó su lugar de trabajo y pudo contactar con la empresa para darle el aviso. «Cuando se presentó en la comisaría, su cara de agradecimiento y de felicidad lo decía todo», se congratula.
Hay personas que acuden a la oficina de Morlans para intentar recuperar gafas o paraguas y, al no encontrarlos, utilizan la picaresca para llevarse otro paraguas u otras gafas que no son suyas pero dicen que son parecidas... Gracias a los datos del registro, a las condiciones del hallazgo y a que los agentes piden información sobre la pérdida, la fiabilidad de la entrega a su legítimo propietario «prácticamente es total», apunta Ibabe.
En otras ocasiones, hay ciudadanos que vienen a entregar objetos perdidos encontrados en la vía pública y recuerdan en ese momento que en días anteriores habían perdido algún objeto personal, que buscan y encuentran en la vitrina de la exposición.
Por no mencionar también las veces que, viniendo a preguntar por algún objeto perdido o a entregar alguno, han coincidido las dos personas en la propia comisaría, por lo que el agradecimiento se hace de forma más directa y sincera.
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