¡Por qué toca la fuente!
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Si ya era complicado antes de que apareciera el coronavirus en nuestras vidas circular por las aceras, ahora lo es todavía más. No hay espacio para todos, al menos a determinadas horas y si lo que se quiere es cumplir con el distanciamiento social. Si ... ya es gracioso de por sí ver un día cualquiera de fin de semana y de no virus cómo peatones y ciclistas se medio enzarzan para intentar resolver quién tiene preferencia en algunos pasos, estos días no les quiero ni contar. Ayer, cruzar al Paseo de la Zurriola era todo un show. Más valía poner en práctica los reflejos y no dudar ante el mínimo hueco que se avistara entre las bicicletas. Eso sí, los frenazos y las semicarreras de los viandantes hacían reír a los ciudadanos que no quisieron perderse el paseo a última hora de la tarde por los arenales y ver la puesta de sol. Cientos de caminantes, vestidos con pantalones cortos o remangados, bajaron a la orilla, tocaron el agua, pisaron los charcos y después, como un día más de verano, se dirigieron hacia la fuente. Hicieron cola, uno detrás de otro e intentaron guardar la separación recomendada. Cuando les llegó el turno presionaron el botón y esperaron. El agua se llevó los restos y quién sabe si ellos algo más en las manos. Porque no había guantes, geles ni nada, pero alguien ya lo desinfectará. O no.
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