
Tras la huella de Luis Elizalde en San Sebastián
'Faux bois'. ·
La barandilla rugosa de falsa madera que el arquitecto donostiarra diseñó para el parque de atracciones Monte Igueldo se convirtió en unaseña de identidad de San Sebastián'Faux bois'. ·
La barandilla rugosa de falsa madera que el arquitecto donostiarra diseñó para el parque de atracciones Monte Igueldo se convirtió en unaseña de identidad de San SebastiánJuan B. Echeverría (Dr. Arquitecto. Profesor de la ETSA, Universidad de Navarra)
Domingo, 27 de octubre 2024, 08:47
Las diferentes formas de defensa que nos protegen de caídas en los desniveles del entorno urbano poseen, además de su obvia función, características que las convierten en elementos arquitectónicos capaces de definir ámbitos y administrar la visión de los usuarios. Bien elegidas y dispuestas, proporcionan un auténtico disfrute y permiten una lectura perceptiva de la ciudad. Razones como la geografía, la escala, los desniveles, la presencia del agua o las actividades que se desarrollan hacen que, junto a un acertado diseño de esos elementos, San Sebastián pueda considerarse un caso paradigmático.
Publicidad
El parque de atracciones Monte Igueldo, inaugurado en 1912, se conectaba con la ciudad a través del funicular, cuya estación inferior estaba alejada del centro urbano, tras la cárcel de Ondarreta. No es difícil imaginar la impresión que producía en los viajeros la subida «contemplando cada vez más bajos y a mayor distancia los edificios de la ciudad». «Pero el encanto principal está en el magnífico panorama que se descubre desde aquella altura», continuaba el periódico 'La Constancia' del 27 de agosto de 1912.
El arquitecto Luis Elizalde (1868-1934) fue el encargado de proyectar las estaciones del funicular y el edificio del restaurante del parque y su entorno, incluyendo el remate de la torre. Elizalde adoptó para el edificio un estilo ecléctico, que conjugaba una arquitectura afrancesada con elementos modernistas y toques orientales. Como se aprecia en la sección del proyecto, otorgó una importancia crucial a la visión, representando en el dibujo los diferentes desniveles y sus protecciones.
Buen conocedor de la jardinería francesa de la segunda mitad del XIX, que con Napoleón III adoptó los principios del parque inglés, recreó en Igeldo un universo onírico sobre la roca del monte que se alzaba sobre la lámina de agua del mar y que mezclaba desniveles, paseos sinuosos y elementos de rocalla. No es casual que el elemento de protección elegido por el arquitecto para salvar numerosos desniveles en el parque fueran las barandas de 'faux bois' (falsa madera).
Las que se instalaron en muchos lugares de la ciudad en aquellos años son imitaciones de troncos de madera realizadas con mortero de cemento y lechada sobre una armadura metálica. Aunque su aspecto es irregular y artesanal, su fabricación supuso el desarrollo de una tecnología paralela a la introducción del hormigón armado en la edificación.
Publicidad
A diferencia de la limpia y perfilada barandilla diseñada por Alday en el paseo de La Concha (1910), los toscos elementos de 'faux bois' desdibujan la mirada del espectador. Mientras la primera se asienta en la zona geométrica del Ensanche y fomenta la visión táctil de las personas en la playa o los barcos en la bahía a través de sus óculos, el panorama que se ofrecía desde ese Igeldo mágico era de carácter geográfico.
La imagen de las jóvenes asomadas a una de las barandillas junto a un catalejo, de 1946, que acompaña este artículo remite a los cinéfilos a la famosa escena en el monte Rushmore de 'Con la muerte en los talones' (Alfred Hitchcock, 1959). El uso del artefacto, capaz de alcanzar con nitidez lo que el ojo no puede distinguir, se convierte en un acto voluntario de espionaje y encuentra en la barandilla de 'faux bois' el parapeto perfecto para llevarlo a cabo.
Publicidad
Luis Elizalde, uno de los grandes arquitectos donostiarras junto con su primo Ramón Cortázar, se movió en un registro estilístico muy amplio a lo largo de su carrera. Tras sus estudios en Madrid, ambos encontraron una ciudad pujante y en plena expansión urbanística en la que comenzaron su actividad de forma conjunta inspirándose en modelos franceses.
Ya en solitario, transitó por el clasicismo, el modernismo, el regionalismo (incluyendo el vasco) y el racionalismo. Organizó el VI Congreso Nacional de Arquitectos en San Sebastián (1915), intervino en el palacio de Miramar para ampliarlo y modernizarlo, ganó el concurso para urbanizar el barrio del Antiguo (1921) y dejó edificios tan singulares como el hotel de Londres e Inglaterra o la iglesia de Aiete.
Publicidad
Las barandillas pueden parecer, por tanto, una anécdota en la dilatada y prolífica carrera de Elizalde, pero son una muestra de la importancia que el arquitecto daba al diseño paisajístico a la hora de establecer el contraste entre la geometría y la naturaleza. El dibujo que realizó en 1933 para la ampliación del garaje de Eguzki Soro (una de las dos magníficas villas que había diseñado para los hijos de la viuda de Londaiz en 1898, en estilo normando) presenta el minucioso (e imposible) despiece de 'faux bois'. Y lo hace un año después de proyectar un edificio de viviendas de líneas muy depuradas en la calle Gloria del barrio de Gros.
Las barandillas de 'faux bois', que se diseñaron en numerosos lugares de San Sebastián por Elizalde y otros, han ido desapareciendo, aunque aún hoy perviven algunos restos en Igeldo y San Bartolomé. Sin embargo, en el recuerdo de los niños que las conocimos, siempre quedará su rugoso aspecto y la aspereza de aquellos palos que era imposible no tocar.
Suscríbete los 2 primeros meses gratis
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.