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Desde finales del siglo XIX hasta nuestros días la bahía de La Concha ha tenido tres barandillas distintas. Y hoy es posible contemplar las tres, ... las originales, porque siguen ahí. Solo hay que acercarse hasta el Palacio Miramar por Miraconcha y antes de entrar al recinto de los jardines echar una mirada hacia el paseo de La Concha. Desde allí veremos una roñosa barandilla blanca que hoy no conduce a ningún sitio, pero que en el pasado bajaba junto a unas escaleras hasta el paseo de La Concha y otra barandilla verde, que hoy también está colocada en el paseo de Francia, y que fue el segundo barandado que tuvo la bahía.
La bahía de La Concha, su arena y sus baños de mar se popularizaron gracias a la presencia de la familia real española en San Sebastián. El médico de Isabel II le recomendó baños de mar para sanar su herpes y ese fue el pistoletazo para que toda la corte real recala en San Sebastián en verano desde mediados del siglo XIX. Este vínculo se consolidó con la reina regente María Cristina que decidió no solo veranear en la ciudad sino construirse un palacio en Miramar. La construcción del túnel del Pico del Loro (1880-90), bajo los jardines reales, recomendó la colocación de una primera barandilla (1890-91) que asegurara este paseo hasta Ondarreta desde el centro de la ciudad. Era un barandado blanco con unas esferas en los escuentros de las barras, tal y como se aprecia en las imágenes de la época.
Desde la entrada al Palacio de Miramar por Miraconcha hubo durante décadas una comunicación mediante escaleras con el paseo de La Concha, un trazado que tuvo el mismo barandado que tenía el paseo. Este tramo con peldaños entre Miraconcha y el paseo de la Concha hoy sigue con la misma barandilla que se colocó en el siglo XIX, aunque en la actualidad no conduce a ningún sitio porque desde hace tres décadas el trayecto está tapiado.
En 1988 hubo un grave accidente ocasionado porque una persona cruzó la calzada del paseo de La Concha por este punto y provocó la caída de un motorista que por el golpe entró en coma al llegar al hospital. El conductor puso un pleito al Ayuntamiento por mantener estas escaleras abiertas con el riesgo de que cualquier persona se atreviera a cruzar, como sucedió, una calzada de 4 carriles sin paso de cebra ni semáforo. La administración fue condenada a pagar 20 millones de pesetas, una sentencia que condujo al cierre definitivo de este paso. Se tapió la parte de abajo, pero las escaleras y la barandilla se dejaron. Ambas se pueden ver hoy desde las inmediaciones del acceso al palacio Miramar.
En ese mismo punto, se puede observar otra barandilla colocada hoy en Miraconcha y que fue la segunda que tuvo el paseo de La Concha a principios del siglo XX (1905 y 1916). El Ayuntamiento encargó, no obstante, a Juan Rafael Alday el diseño de una nueva barandilla para la Concha (la que hoy conocemos) que se inauguró oficialmente en 1916, y el segundo pasamanos de color verde se trasladó entonces al paseo de Francia, donde hoy se puede ver con sus peculiares jardineras sobre el murete del río. Parte de los tramos se dejaron también para flanquear el paseo de Miraconcha, donde hoy se pueden observar, curiosamente junto a la primera barandilla de La Concha, en las inmediaciones del palacio Miramar.
Y no hay más que jugar un poco con el horizante y mirar hacia abajo para captar las tres barandillas: la blanca colocada a finales del siglo XIX (1890-91) que acompaña a unas escaleras que hoy no conducen a ninguna parte, la verde que tuvo La Concha entre 1905-15 y la actual (1916-2018) que, por cierto, tiene los días contados porque ya hay proyecto y presupuesto para sustituirla el año que viene en el tramo que falta por renovar entre la Perla y el túnel del Antiguo. Tres barandillas para tres siglos distintos.
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