En el blog 'Txomin Enea Bizirik' reciben al visitante con el eslogan 'Bienvenidos a la república independiente de Txomin Enea'. Saben que son parte del gran barrio de Loiola, ahora de actualidad con la noticia del traslado de los cuarteles, pero defienden sus ... propias particularidades. Entre ellas está el orgullo por haber liderado el desarrollo del nuevo Txomin Enea, con 800 nuevas viviendas en la primera fase y 400 más en la segunda. Pero también echan humo.
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Se les prometió que las dotaciones culturales, deportivas y de salud para el barrio llegarían a la par que el desarrollo de las viviendas y de momento solo hay solares vacíos. «Se han conseguido dos actuaciones muy importantes», explica Joaquín Pérez Iriarte, expresidente de la asociación de vecinos Lanberri y Medalla al Mérito Ciudadano por su aportación al barrio. «Se trata de la regeneración de Txomin, por la que hoy todas las casas están sobre el nivel de inundación. Y además, hemos conseguido levantar el terreno para habilitar el parque fluvial, una zona natural de esparcimiento, que es inundable en situaciones límite de gran crecida del río. Se trata de una idea original de la asociación Urumea Gurea, que diseñó un plan mucho más ambicioso, pero cuya propuesta base hemos adaptado. Esto está muy bien, pero en esta primer fase, que incluye esas 800 nuevas viviendas, se preveían las dotaciones culturales y deportivas y el ambulatorio del barrio. De momento solo hay un enorme solar vacío para las dos primeras y otro, que ya se ve que resulta pequeño, para el segundo».
Los vecinos de Txomin representan uno de esos casos en los que tenacidad, constancia y muchas visitas al Ayuntamiento consiguen la rehabilitación de todo un barrio. Para los cinéfilos, serían como ese grupo de mujeres de la película 'Vivir' de Kurosawa, que rebotan de sección en sección en la oficina municipal hasta que un funcionario 'despierta'. Es él quien cree en la propuesta de esas ciudadanas de reconvertir un espacio de aguas residuales en un parque finalmente admirado por todos.
Joaquín pérez Iriarte (lanberri)
Joaquín pérez iriarte (lanberri)
¿Existe ese personaje en el caso de Txomin? «Empezamos a trabajar con Ramón Labayen de alcalde; luego, con Xabier Albistur y con Odón Elorza», relata Pérez Iriarte. «Fueron muchos años de relación y de buen trabajo con los técnicos y con los concejales del gobierno municipal y de la oposición. Los años más duros fueron los primeros, porque cuesta abrir camino. Luego ya sabes a quién acudir y la tarea se suaviza. Recuerdo que chocamos bastante con el que fue concejal de Urbanismo Jorge Letamendía y teníamos muy buena relación con Ricardo Burutaran, que llegó después».
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Todo empezó con el derribo del grupo de casas de Padre Abárzuza en 2013, una actuación impulsada por el movimiento vecinal tras las inundaciones de 2011. No fue el primer derribo en Txomin, pero sí el más simbólico y el de mayor envergadura. Las demoliciones habían empezado con el caserío Aintzieta Berri, pero la entrada de la grúa en Padre Abárzuza visibilizó que la operación urbanística de Txomin Enea no tenía vuelta atrás. El barrio se iba a transformar en uno nuevo a una cota superior para protegerse de las crecidas del Urumea. «El Ayuntamiento al final se enfrascó en el tema», apunta el expresidente de Lanberri. «Hubo que patear y pisar mucho el edificio consistorial. Hemos ido mucho a dar la cara. Y hemos tenido muchas reuniones con todos los alcaldes: Labayen, Albistur, Elorza, Izagirre y Goia»
Hubo muchos años de preparación de un proyecto que, remarcan, salió desde la asociación de vecinos. A la reurbanización de Txomin se presentaron dieciséis propuestas y el Ayuntamiento eligió la que elaboraron conjuntamente el equipo de la arquitecta Izaskun Larzabal y la propia asociación Lanberri. «Me gusta remarcarlo, porque a veces parece que se olvida: también conseguimos el realojo de 92 familias de gente del barrio, metro cuadrado por metro cuadrado, en vivienda libre. Quien lo ha querido se ha quedado en Txomin a vivir».
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Es triste para ellos que de la gran plaza diseñada por Izaskun Larzabal para el gran solar de Arteleku, donde irán también las dotaciones culturales y deportivas del barrio, nada se sepa aún. Y tampoco del nuevo ambulatorio, para el cual se ha reservado un espacio que, a la vista de todos, resulta pequeño.
Faltan también por construir, en esta primera fase, las dos parcelas de vivienda que competen al Gobierno Vasco: 146 pisos de protección oficial y 116 viviendas de alquiler en régimen de cooperativa según un sistema que viene con el sello de éxito en los países nórdicos.
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De las viviendas construidas por la concesionaria (Amenabar) falta por entregar un tercio de las VPO de alquiler que han sido promovidas por la entidad pública Etxegintza en el barrio. Son un total de 162 pisos de VPO, de los que están sin ocupar unos 50. Estas viviendas están situadas en uno de los extremos del nuevo barrio, junto a la cárcel y el edificio del District Heating, sistema ecológico de calefacción y agua caliente por biomasa que alimenta los edificios.
«Así como ha llegado el acuerdo para el traslado de los cuarteles, también se irá la cárcel que impide el desarrollo de Txomin», dice Pérez Iriarte. «La asociación trabajó para el espacio que dejarían libres los cuarteles. Quisimos traer aquí parte de la UPV», recuerda.
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Detalles de la nueva urbanización no son del gusto de todos los vecinos. Por ejemplo, la nueva rotonda de Txomin Enea, aún sin acabar de urbanizar, que regula el tráfico de acceso al barrio desde Loiola. Acoge un estanque de tormentas, un aliviadero de aguas residuales en momentos de mucha precipitación. Sobre él, una caseta de Aguas del Añarbe. Y delante de ella, unos arcos de la histórica casa Txomin. «Los arcos estuvieron tirados durante las obras y al final solo han rescatado unos pocos», explica Igor Martín Lopetegui, miembro de Lanberri. Lamenta además que no se hayan plantado árboles en el paseo de Aintzieta. «Nos decían que entre bidegorri, aparcamiento y acera no había sitio para ellos», dice. «Nosotros pensamos que sí».
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