Julián Isturiz y Lorea Moar, en el 'Aitona Julián II LUSA

El verano más corto de la isla

Temporada reducida. La instalación de la escultura de Cristina Iglesias en el faro y el coronavirus han restado un mes de disfrute. Los usuarios piden ahora que Santa Clara no se cierre en septiembre

Cristina Turrau

San Sebastián

Domingo, 2 de agosto 2020, 14:28

Los miembros de la Asociación de Amigos de la Isla de Santa Clara miraban con cierta envidia al bar de la playa de Ondarreta que abrió una vez empezado el mes de junio. Ellos no pudieron subirse al barco que les lleva a su territorio ... favorito hasta el 1 de julio. «Lo que ahora pedimos, y más sabiendo que la escultura de Cristina Iglesias no se va a inaugurar hasta Semana Santa, es que nos dejen disfrutar de la isla en septiembre». Lo dice Laura Gorospe, actual presidenta de la asociación. Desde la empresa Motoras de la Isla, tanto el patrón Julián Isturiz, como la vendedora de tiques Lorea Moar, afirman que la temporada ha arrancado floja por el miedo al coronavirus. El responsable del bar de la isla, Luis Fernández Mata, está resignado a un año bajo mínimos. «Ya vendrán tiempos mejores», afirma.

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En la venta de tiques para el barco a la isla, los números no se parecen a los de otras temporadas. «Hemos bajado a la mitad los fines de semana y entre semana apenas hay movimiento», dice Julián Isturiz. «La gente parece que tiene miedo a la Covid-19 y hay planes que se dejan de hacer. Está siendo difícil».

No saben si la isla seguirá abierta al público en septiembre. «De momento desde el Ayuntamiento no nos han comunicado su decisión», comenta el patrón.

Ellos saben lo que es resistir. Motoras de la Isla es una empresa familiar con varias generaciones dedicadas al transporte marítimo de pasajeros. El servicio regular con un barco de motor lo empezaron en 1942. Fue Julián Isturiz, abuelo del actual patrón, el que arrancó con los viajes regulares motorizados a la isla de Santa Clara. Lo hacía con la embarcación Belmonte, de 8,30 metros de eslora. En 1958 construyeron la embarcación Belmonte II. Tenía 9,15 metros de eslora y doblaba la capacidad de pasajeros del Belmonte I.

En 1983 llegó el 'Aitona Julián'. Lo encargó construir Ángel Isturiz, padre del actual patrón, siguiendo el legado de su aita. El barco tenía 12,50 metros de eslora y una capacidad para 98 pasajeros. En el año 2000 llegó la revolución con un barco de pasajeros construido en poliéster, el Antxeta, que superó en dimensiones a todos los demás. En 2010 se incorporó a la flota el 'Gure Aitona Angel', un barco de 14 metros de eslora y visión submarina a través de 2 cristales instalados en el fondo del barco.

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Zona cortada por la obra de la escultura de Cristina Iglesias en el faro. C.E.

Un sueño de Ángel Isturiz se cumplió cuando encargó la construcción del Aitona Julian II, un barco de grandes dimensiones y mucha estabilidad, con visión submarina, dos máquinas propulsoras y capacidad para 140 pasajeros. Era el homenaje de Ángel a su Aita. Y es que el amor por el mar y el reconocimiento a sus mayores se transmite en la familia Isturiz. En la web de Motoras de la Isla hay un reconocimiento a Ángel Isturiz, fallecido en 2015, tras 45 años como capitán al servicio de donostiarras y turistas: 'Gracias aita por inculcarnos tu pasión por el mar. Siempre estarás a nuestro lado haciendo viajes a la isla', escriben.

Desde el bar de la isla, su responsable, Luis Fernández Mata, está resignado a pasar el verano como se pueda. «Hemos empezado tarde por la alarma del Covid-19 y por las obras en el faro de la isla», dice. «La temporada se inicia habitualmente el 1 de junio y este año nosotros hemos arrancado un mes después». Es comprensivo con el desarrollo de estos trabajos. «Dejaron todo bien recogido para la apertura de la temporada», explica. «La zona de arriba de la isla es otra cosa, porque allí continúan trabajando».

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No saben si podrán abrir en septiembre. En circunstancias normales terminarían el día 30 de ese mes. «De momento no nos han dicho nada», afirma.

Su ruego es que en lo que queda de verano predominen los días de buen tiempo, porque cuando llega la lluvia ni se acerca con su barca. Esta es su 41 temporada como barero y conoce los veranos 'torcidos'. «Siempre hay un verano que toca malo», comenta. «Son ciclos de la naturaleza». En todo caso ha aprendido a ser paciente. «La isla me ha dado mucho, ha sido mi vida», asegura.

Le queda un año más de trabajo en el bar de la isla para jubilarse. Su socio tomará el relevo al frente del bar.

La barca, con el aprovisionamiento del bar, que se descarga 'a mano' y Luis Fernández Mata, responsable del bar de la isla, en su 'territorio' laboral y casi 'espiritual'.

Ha conocido a muchos tipos de usuarios y tiempos cambiantes. «En la asociación la gente se ha ido haciendo mayor y la renovación cuesta un poco», dice. «Ahora hay un nuevo equipo al frente, que llega con ilusión. Liderar proyectos requiere un esfuerzo. Cuesta meterse en una asociación de vecinos o en una comisión de fiestas. Todos queremos disfrutar pero huimos de las responsabilidades».

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La isla no se frecuenta tanto como en los 'felices' años 70 y 80. «La gente subía corriendo a coger mesa. Eso ya es el pasado». Las mesas que instaló el Ayuntamiento en su día, hace tiempo que no se llenan. «Hay algunas más deseadas que otras por estar a la sombra, pero, independientemente de las obras de este año, la isla ya no es lo que era. Años atrás para hacer planes o ibas a la isla o al río, a Ereñozu. Después la Diputación fue instalando merenderos y la gente se dispersó. Y llegó la OTA a Donosti. Para venir al Muelle ya no podías aparcar en el centro. Con los años resulta imposible y todos buscamos la comodidad».

Los turistas son, en los últimos años, los que mantienen la afluencia a la isla. «La gente viene a conocerla, algo que no han hecho aún bastantes donostiarras. Muchos me lo dicen cuando les cuento que trabajo en el bar de la isla».

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Necesarios arreglos

La escultura de Cristina Iglesias en el faro de Santa Clara cambiará algo el panorama. «No creo que la isla vaya a masificarse», dice Fernández Mata. «Hay que venir hasta aquí. Y solo se llega nadando o en barca. Se habla de acoger a grupos reducidos. Nos adaptaremos a lo que venga».

Con la obra en el faro llegarán otros necesarios arreglos. «Pensamos que se mejorarán caminos y muretes, algo que vendrá muy bien», dice Fernández Mata. «Estaría bien una rehabilitación completa como se hizo con Urgull. Quedaría impecable».

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Desde la Asociación de Amigos de la Isla, la recién nombrada presidenta, también reclama esos arreglos. «El camino que transita frente al Aquarium y da la vuelta a la isla lleva años cerrado», dice Gorospe. «Hubo unos desprendimientos y siguen sin reparar. Ya va siendo hora de que lo arreglen».

También reclama que mantengan la temporada de la isla en el mes de septiembre. «Ya hemos sacrificado un mes, que nos dejen disfrutar», afirma. Los baños en la isla saben mejor que en cualquier otro lugar. Lo saben bien los más de 300 miembros de la asociación. «Somos marítimos, de la zona del bar. Los fundadores, allá por 1967, frecuentaban la zona de arriba. Eran de la montaña».

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