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l 23 de agosto de 1999 la soprano Ainhoa Arteta y la Euskadiko Orkestra protagonizaron el concierto inaugural del Kursaal. Desde entonces, los dos cubos de vidrio que diseñó Rafael Moneo en la desembocadura del río Urumea forman parte del paisaje urbano de San Sebastián. Durante estos 25 años, esas «dos rocas varadas» han recibido a más de diez millones de visitantes que han asistido a actividades culturales, congresos, ferias o reuniones. El auditorio, la sala de cámara y las salas polivalentes dan contenido a un edificio que esconde muchos 'secretos' entre sus paredes. Espacios ocultos para el visitante que hacen posible que lo mismo se represente una gran ópera, se proyecte una película de cine o se reúna a más de mil congresistas en el auditorio.
Un recorrido por las entrañas del Kursaal, guiados por su director gerente, Iker Goikoetxea, nos permite conocer el engranaje que ha hecho posible que durante estos 25 años esta infraestructura haya podido acoger 6.700 eventos. La visita la iniciamos en la planta -2, justo debajo del gran auditorio, en la 'sala de máquinas', donde se ubica el centro de transformación, los generadores y toda la distribución del cableado del edificio. Hasta este espacio acceden también los tráileres que transportan el material necesario para los eventos. Lo hacen a través de un estrecho túnel que da acceso al muelle de carga, donde hay una plataforma giratoria, ya que no hay espacio suficiente para que puedan girar. «Todo está calculado», insiste Goikoetxea, quien también reconoce que en los últimos años han ido cambiando las grandes producciones, «los escenarios ahora tienden a ser más minimalistas». En este punto, el director gerente pone en valor «las virtudes de la parte operativa del edificio, que nosotros le otorgamos a Moneo, porque cada uno de los espacios tiene su propia entrada y su propia salida, de forma que podemos tener eventos en paralelo que hacen que nuestra capacidad se multiplique».
Parte inferior del muelle de carga, giratorio, ya que los camiones no tienen espacio suficiente para girar.
Piano de Gran Cola que se guarda en una sala bajo el escenario del auditorio ‘pequeño’.
El auditorio del Kursaal tiene capacidad para 1.800 asistentes.
Parte inferior del muelle de carga, giratorio, ya que los camiones no tienen espacio suficiente para girar.
Piano de Gran Cola que se guarda en una sala bajo el escenario del auditorio ‘pequeño’.
El auditorio del Kursaal tiene capacidad para 1.800 asistentes.
Parte inferior del muelle de carga, giratorio, ya que los camiones no tienen espacio suficiente para girar.
Piano de Gran Cola que se guarda en una sala bajo el escenario del auditorio ‘pequeño’.
El auditorio del Kursaal tiene capacidad para 1.800 asistentes.
Parte inferior del muelle de carga, giratorio, ya que los camiones no tienen espacio suficiente para girar.
Piano de Gran Cola que se guarda en una sala bajo el escenario del auditorio ‘pequeño’.
El auditorio del Kursaal tiene capacidad para 1.800 asistentes.
Si seguimos recorriendo la 'sala de máquinas', llegamos al cubo pequeño –aquí el suelo está pintado de azul, para distinguir que estamos en la parte inferior del otro edificio–. Justo debajo del escenario de la sala de cámara se encuentra la plataforma para subir el piano de cola al escenario. Hasta que llegue el momento, el piano de Gran Cola Steinway D274 'descansa' en una sala contigua que se mantiene a 20 grados centígrados y 50% de humedad. «En los últimos años ya no se utiliza tanto», admite Goikoetxea.
En la planta -1 se ubican los camerinos, a la misma altura del auditorio, que con sus butacas azules –durante estos últimos meses están siendo sustituidas–, es una de las imágenes más representativas del edificio.
Sobre su escenario, de 20 metros de ancho y 14 de fondo, han actuado grandes orquestas y músicos, desde Bob Dylan hasta la Filarmónica Checa.
AUX STEP FOR JS
Pero el espacio escénico alcanza una altura de más de 20 metros que el espectador no ve, donde se sitúan las galerías y el peine, desde donde se manejan todos los soportes técnicos, y donde 'descansa' la gran pantalla de cine. Tal y como admite Iker Goikoetxea, este espacio también se ha ido adaptando a las nuevas necesidades técnicas que han ido surgiendo en los últimos años. «Creo que el edificio ha tenido un buen envejecer, aunque evidentemente en estos 25 años de mucho uso hemos tenido que realizar adecuaciones y renovaciones, que han supuesto una inversión de 11 millones de euros. Hemos puesto al día el edificio para que siga siendo competitivo, siga estando a la altura en términos tecnológicos, y en términos de espacios agradables, cómodos y actualizados».
Vista del peine del escenario, con las galerías, soportes técnicos y la gran pantala a la derecha.
Pasillo que se crea entre la fachada del edificio y las placas de vidrio que la rodean.
Iker Goikoetxea camina sobre el tejado del edificio, donde se instalaron las placas solares en 2018.
Vista del peine del escenario, con las galerías, soportes técnicos y la gran pantala a la derecha.
Pasillo que se crea entre la fachada del edificio y las placas de vidrio que la rodean.
Iker Goikoetxea camina sobre el tejado del edificio, donde se instalaron las placas solares en 2018.
Pasillo que se crea entre la fachada del edificio y las placas de vidrio que la rodean.
Iker Goikoetxea camina sobre el tejado del edificio, donde se instalaron las placas solares en 2018.
Vista del peine del escenario, con las galerías, soportes técnicos y la gran pantala a la derecha.
Pasillo que se crea entre la fachada del edificio y las placas de vidrio que la rodean.
Iker Goikoetxea camina sobre el tejado del edificio, donde se instalaron las placas solares en 2018.
Vista del peine del escenario, con las galerías, soportes técnicos y la gran pantala a la derecha.
Un pequeño ascensor, donde apenas entran dos personas, sube desde el escenario hasta los pisos superiores al auditorio. Tres plantas donde se ubican otros servicios como los de iluminación o ventilación. Desde aquí se accede a 'la doble piel de vidrio' del edificio, ese pasillo que se crea entre el propio edificio y las placas de vidrio que la rodean. Una piel que se ilumina cada noche con las luces fluorescentes, pero que desde 2018 también cuenta con un sistema de iluminación LED en los 1.500 metros cuadrados de la fachada que mira hacia el río Urumea. Esta innovación permite mostrar distintos mensajes, aunque Goikoetxea aclara que se utiliza para transmitir «lo que acontece aquí dentro, entablando un diálogo con la ciudadanía».
En la última planta una puerta da acceso a la cubierta del edificio, donde el año pasado se instalaron la placas solares fotovoltaicas que alimentan parte de las necesidades energéticas del complejo. En este ámbito también se ha avanzado, «en estos 25 años hemos reducido significativamente nuestro consumo energético; con pequeños ajustes hemos conseguido ser más eficientes», recalca Goikoetxea.
Desde lo alto del cubo 'grande' se divisa y se 'oye' toda la ciudad desde una perspectiva distinta que pocos afortunados pueden disfrutar, ya que este espacio no es público.
AUX STEP FOR JS
«Es la primera vez que accedo hasta aquí», admite Iker Goikoetxea, quien dirige las riendas del Palacio de Congresos desde 2008. Más de 16 años de gestión, en los que ha vivido momentos difíciles de gestionar. «Sin duda, el más complicado fue la pandemia. Ahora lo vemos con cierta perspectiva, pero entonces no se sabía cómo iba a acabar todo y en qué iba a derivar. Fue complejo, pero creo que navegamos esas aguas turbulentas de forma responsable. Todos, el equipo de aquí y colaboradores, hicimos piña y fuimos muy conscientes y responsables de la situación. Y al final acabamos superando ese bache sin tener que pedir un euro a los accionistas, lo que se puede decir que fue todo un hito». También fueron complicados los ejercicios de 2012 y 2013. «La crisis económica de 2008 aquí llegó más tarde, Hasta el 2011 aguantamos bien, los dos años siguiente fueron duros. Pero a partir de 2014 conseguimos darle la vuelta».
En una infraestructura en la que se moviliza tanta gente en cada uno de los eventos que se organiza siempre surgen imprevistos, aunque Goikoetxea reconoce que el personal del Kursaal «lo sabe gestionar en cada momento y de forma fantástica». Por eso pone énfasis en el trabajo de la plantilla, que cuenta con 21 personas en nómina, a los que que hay que añadir los colectivos que se suman en función de la actividad que se desarrolle, como técnicos de diferente índole, personal de seguridad y limpieza, azafatas o la parte de la restauración, entre otros. «La media de personal que durante el año trabaja aquí es de unas 80 personas».
Sala donde se controla todo lo que ocurre en el edificio.
Escaleras que dan acceso a las salas polivalentes.
El sistema de iluminación LED permite mostrar distintos mensajes.
Sala donde se controla todo lo que ocurre en el edificio.
Escaleras que dan acceso
a las salas
polivalentes.
El sistema de iluminación LED permite mostrar distintos mensajes.
Sala donde se controla todo lo que ocurre en el edificio.
El sistema de iluminación LED permite mostrar distintos mensajes.
Escaleras que dan acceso
a las salas polivalentes.
Sala donde se controla todo lo que ocurre en el edificio.
Escaleras que dan acceso
a las salas polivalentes.
El sistema de iluminación LED permite mostrar distintos mensajes.
Durante estos cinco lustros el Kursaal se ha convertido en 'la casa' del Festival de Cine de San Sebastián, la Quincena Musical, el Jazzaldia y la Euskadiko Orkestra, «estamos encantandos de que nos acompañen en este viaje de ámbito cultural». Goikoetxea también destaca otros eventos ya 'fijos' en la programación, como son el congreso San Sebastián Gastronomika o la reunión anual de Club de Creativos, a los que agradece «su fidelidad». A ellos se suman los congresos nacionales e internacionales que se consiguen atraer, tanto de índole médico o científico-tecnológico, y por los que hay que pelear mucho. «El 90% de estos congresos son de rotación y la competencia es feroz para atraerlos, por los beneficios que aportan, que son extraordinarios, tanto por la parte económica como por la exposición internacional del ecosistema local», recuerda.
De cara al futuro, el director gerente se muestra optimista y cree que el Kursaal «tiene margen de crecimiento». Con una ocupación media del 78% y récord de facturación en 2023, el Consejo de Administración, en su plan estratégico 2024-2027 «ha sido ambicioso», sostiene. «Creemos que todavía podemos seguir creciendo, poniendo el foco en ese ámbito congresual y corporativo que esté alineado estratégicamente con los focos de desarrollo estratégico de la ciudad y del territorio, y también en el ámbito cultural, donde pretendemos seguir ofreciendo una oferta cultural de calidad que contribuya al desarrollo integral de las personas».
Reportaje fotográfico Lobo Altuna
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Miguel Ángel Mata | San Sebastián y Amaia Oficialdegui
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Un viaje por los rincones secretos de 'los cubos'
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