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Vinos Ezeiza, la vinatería con más solera de San SebastiánVinos Ezeiza. ·
Es la única de las diecisiete vinaterías que abrían al público en 1944 y que mantiene sus puertas abiertasJ. J. Fdez. Beobide y Lola Horcajo
Domingo, 4 de junio 2023, 02:00
En esta vinatería de la calle Prim han sabido guardar el ambiente de las bodegas de antaño. Los desgastados suelos de madera, las estanterías hasta ... el techo repletas de botellas, los antiguos mostradores con encimera de mármol o los carteles con los precios que el gremio de vinateros todavía regulaba en 1990. Todo ello le confiere un encanto especial.
Manuel Eceiza y sobrinos. Manuel Eceiza Larzabal nació en 1916 en el desaparecido caserío Argel-Etxeberri, en Intxaurrondo Sur. En 1944 tomó el traspaso de esta vinatería de la c/ Prim 16, abierta un par de años antes por Sebastián Arrieta. Se trataba de una bodega más entre las 17 que existían en su entorno cercano, pero para todas ellas había clientela ya que casi diariamente se bajaba a rellenar la botella o el cuartillo con vino 'familiar' o dulce moscatel.
Dos años después de su inauguración, Manuel hizo venir a su sobrino José Antonio Peña (1935-2022) que sólo contaba con 11 años. Cuando tuvo que cumplir con la mili, se incorporó su primo Bernardo Anabitarte (1937).
Los datos
Año 1944. Manuel Eceiza (1916-1991) toma el traspaso y le da su nombre a esta bodega fundada dos años antes.
Sobrinos José Antonio Peña (1935-2022) y Bernardo Anabitarte (n.1937), ayudaron a su tío desde muy jóvenes.
Actualidad Ibon Anabitarte, hijo de Bernardo y con 35 años trabajando en Vinos Ezeiza, es quien se encarga ahora del negocio.
Al principio la tienda era más reducida. Sólo abarcaba la propia bodega, con sólo dos ventanales a la calle Prim, estando ocupada la esquina de la c/ Urdaneta 1, por la tienda de comestibles de Pedro Pedrosa. Al cerrarse esta última tienda en 1963, Ezeiza se amplió para atender mejor la venta de vinos y licores embotellados que iba en alza. Las centenarias estanterías y cajoneras heredadas de Pedrosa se conservan en la actualidad y todavía sin carcoma.
Los tiempos dorados. Los años 60 empezó a masificarse el turismo del 'typical spanish' y del 'vino y toros'. Numerosos turistas venían a pasar el día en autobuses que aparcaban en el paseo del Bizkaia, y en tropel iban a ver La Concha y la Parte Vieja. Al parking se acercaban José Antonio y Bernardo a entregar tarjetas de la tienda. Al pasar por los escaparates, los turistas tomaban nota y por la tarde, cuando volvían a los autobuses se cargaban de botellas. El pastís les salía a los franceses a mitad de precio que en su país, y también compraban anisette y 'porto'. Los italianos preferían el coñac Fundador o Carlos III. Fueron los tiempos dorados del negocio, llegando a trabajar en verano hasta doce personas.
Un trabajo duro. José Antonio y Bernardo nos contaron que el trabajo requería fuerza, habilidad y mucha dedicación. «Había que manejar los bocoyes (cubas de madera) de 600 litros, traídos desde la estación rodando por la carretera. Una vez debieron emborrachar a los corcones del Urumea, porque se les rompió un bocoy al pasar el puente, ¡Menuda la que se armó! Luego había que manejar estas cubas y transvasarlas a las de su bodega. El vino, comprado de alta graduación se rebajaba con agua a las graduaciones legales de venta».
«La jornada era de 8 de la mañana a 8 de la tarde, comiendo habitualmente un bocadillo en el mostrador. El reparto del vino se hacía en bicicleta llevando a golpe de pedal un remolque con 150 botellas, o a mano en un carro con 200, todo ello en una ciudad con calles adoquinadas y railes de tranvías. Un día el Ayuntamiento prohibió el uso de carros y el tío nos dio la buena noticia de que compraban una furgoneta».
Los tiempos cambian. Al reducirse la venta de vino a granel, las antiguas bodegas fueron desapareciendo. Ezeiza se mantuvo compensándolo con un importante aumento de ventas de licores embotellados. Achacan a la escasez de aparcamientos en la zona la posterior bajada de ventas ya que «las botellas son pesadas y en las grandes superficies puedes llevarlas en carro hasta el coche. Aquí no te dejan parar ni para recogerlas».
Ibon Anabitarte, tercera generación. Manuel Eceiza trabajó en la bodega hasta su muerte en 1991. También José Antonio Peña lo hizo hasta su fallecimiento en 2022. En la actualidad Bernardo, con 86 años, sigue frecuentando la tienda, aunque hace 35 años su hijo Ibon se incorporó a la bodega y lleva el peso del negocio del que acumula mucho saber y bien hacer.
El local mantiene el aspecto de bodega antigua con sus estanterías de madera hasta el techo repletas de botellas, vinos de añadas legendarias y multitud de licores, entre los que destaca su propio pacharán 'Ezeiza' o el apreciado vermut 'Zacchini' del que vendieron 7.500 litros el año pasado. También se pueden comprar algunas conservas, guindillas y el queso Otatza, del ordiziarra Joseba Insausti, pastor de Aralar, uno de los quesos Idiazabal más premiados, incluso internacionalmente. En su interior, impregnado por el olor de vinos y licores que durante 80 años han llenado este local, pueden verse todavía las cubas de madera, el asiento para encorchar y algunas viejas garrafas de cristal. Todavía se despacha a granel vino, anís para pacharán o licor para cocinar y también se venden las tradicionales botas de vino y siempre bajo el buen consejo de Ibon.
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