Han tenido que pasar once años para que la bandera de San Sebastián, la blanca con un recuadro azul franciaque no se reconoció como oficial hasta 1998, vuelva a ondear en lo alto del monte Urgull. Allí, en la cima y a los pies del ... Cristo, luce de nuevo esta insignia que desaparació en 2011 después de que se rompiera y que por motivos que se desconocen no se había vuelto a reponer hasta la semana pasada. La historia de esta bandera se remonta a mediados de los años noventa cuando, bajo el mandato de Odon Elorza en el Ayuntamiento, se colocó por primera vez en el mástil existente en el Castillo de la Mota.
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En sus inicios, la persona encargada de su vigilancia fue una monja. De hecho, la misma religiosa, que era la responsable del cuidado de la capilla existente en el mismo lugar, se ocupaba de verificar que no se rompiera y que ondeara, día y noche, en perfectas condiciones. En más de una y de dos ocasiones, cuando veía que se había hecho jirones, contactaba con el Ayuntamiento para que los servicios de Mantenimiento se hicieran rapidamente cargo y la repararán con todas las medidas de seguridad pertinentes. Así estuvieron varios años hasta que San Telmo, que gestiona el Museo de Historia de la ciudad y que se encuentra justo debajo de la citada capilla, pasó a vigilar su estado. De la misma manera que lo hacía la hermana, los responsables del museo pasaron a hacer lo propio cuando ésta requería de alguna mejora o directamente de un cambio por estar sometida a las inclemencias del tiempo y soportar las rachas de viento que azotan algunos días de invierno.
Desde su colocación, la bandera estuvo varios años a la vista de todos los ciudadanos y éstos la reconocían como propia. Pero, en realidad, no fue hasta 1998 cuando se conviertió en la insignia oficial de San Sebastián, tal y como aparece en el Boletín Oficial de Gipuzkoa del 10 de noviembre de 1998. La restitución que se llevó a cabo la semana pasada estaba prevista que se realizara el día de San Sebastián como un gesto simbólico para con todos los donostiarras que un año más no iban a poder celebrar su día grande por la pandemia. El edil pensó que ya que se suspendía la tamborrada por segundo año consecutivo era un buen momento para que se volviera a izar en el mástil del Castillo de la Mota como simbolismo y orgullo de sentirse donostiarras. Pidió entonces a los empleados municipales que fueran a mirar qué se necesitaba para volver a colocarla. La sorpresa llegó cuando observaron que la cuerda con la que se iza la bandera, además del mecanismo para poder atarla, estaban rotas y no se podía solucionar para la fecha. Aún así se decidió que se pusiera a punto y ya se ha estrenado.
Además, la de la ciudad no es la única bandera que hay en el citado monte. También desde mediados de los 90, algunas fuentes consultadas citan el Aberri Eguna de 1996, un grupo de ciudadanos de la Parte Vieja colocó la ikurriña en el mástil situado en el Baluarte del Mirador. Ese grupo de ciudadanos era el que se encargaba de reponerla cada vez que se deterioraba, cosa que sucedía y todavía sucede con frecuencia por los vendavales.
El mástil, situado en un lugar de complicado acceso sobre un acantilado que da a la confluencia del paseo Nuevo con la calle San Juan y la plaza Zuloaga, se fue deteriorando y por ello, en 2011, visto que la cimentación y el mástil estaban en muy mal estado, el Ayuntamiento asumió su renovación. Desde ese momento asumió su mantenimiento.
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