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El censo de Euskadi retrocede un lustro
DEMOGRAFÍA

El censo de Euskadi retrocede un lustro

Las 10.800 personas que se esfumaron del padrón en 2013 abren un ciclo que cambiará si se crea empleo que empuje de nuevo la inmigración

JAVIER MUÑOZ

Lunes, 28 de julio 2014, 16:40

No es fácil orientarse entre las estadísticas demográficas, ya que los datos que avanza el INE se corrigen pasado un tiempo. Pero el baile de números que aparece habitualmente en los medios de comunicación está dibujando, en cualquier caso, una tendencia clara en Euskadi. El flujo de inmigrantes que hizo crecer el padrón en la pasada década está menguando y ha puesto al desnudo el envejecimiento de la población autóctona, un fenómeno disimulado antes de la crisis por la afluencia de 'nuevos vascos'. El censo tiende a retornar a los niveles de hace un lustro, cuando llegó la crisis, aunque lentamente y en un contexto marcado por la evolución incierta de la economía. «Los descensos no son de gran intensidad», explica Gorka Moreno, director del Observatorio Vasco de Inmigración. «Pero sí parecen reflejar que los últimos años de recesión están teniendo cierto efecto sobre la demografía».

No es el único experto que percibe nuevos vientos. «Es un cambio de ciclo migratorio», concluye Unai Martín, profesor de Sociodemografía de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). El docente advierte de que el fenómeno es general e incluso anterior en España (sólo en 2013 el conjunto del país perdió 220.000 habitantes y un año antes, 205.000). En Euskadi, el punto de inflexión llegó en 2012, cuando el padrón retrocedió por primera vez en casi dos décadas, situándose a finales de ese año en 2.177.006 residentes (dato a 1 de enero de 2013). Y en el siguiente ejercicio volvió a caer hasta 2.166.184 personas; es decir, en sólo doce meses 10.822 individuos desaparecieron oficialmente del mapa.

¿Es grave? Según se mire. La natalidad -que había sido empujada tímidamente al alza por los extranjeros hasta 1,3 hijos por mujer- parece haber retrocedido un poco. Y el Eustat ha pronosticado para Euskadi una pérdida de 120.000 habitantes hasta 2020. Pero se trata de una proyección demográfica, y en la práctica el retroceso del crecimiento vegetativo de 2013 (-415) ha sido inferior al previsto. Ahora mismo, la población vasca rebasa el nivel de 2008. Aunque el número de extranjeros ha caído a 113.380 (5,2% del censo corregido por el INE), en buena parte por las nacionalizaciones y también por el éxodo de muchos de ellos, el padrón contabiliza 155.875 residentes nacidos fuera de España, que si bien representan 9.000 menos que el año pasado, todavía son 14.000 más que en 2012. De hecho, dice Gorka Moreno, «sin los flujos de inmigración desde finales de los 90, ahora tendríamos la población de 1998».

Es en esas luces y sombras donde pone el énfasis Luis Sanzo, responsable de Estadística del Departamento vasco de Empleo, uno de los mayores especialistas en políticas sociales. Su discurso suena escéptico frente a otros análisis demográficos más alarmistas. «Euskadi puede asumir el envejecimiento», afirma. «Pero la clave es el empleo ¿Seremos capaces de recuperar empleo industrial?», se pregunta.

Sanzo se remite a la experiencia reciente de Euskadi. Tras la crisis industrial de los ochenta, el despegue económico de la década posterior permitió la emancipación bastante tardía de decenas de miles de jóvenes vascos. Un colectivo numeroso que había sido fruto de la natalidad de los años setenta (2,7 hijos por mujer) y que impulsó el auge de la construcción de viviendas. «El futuro dependerá de la posición de Euskadi en un entorno económico globalizado», dice el estadístico, que añade a continuación que esa interrogante afecta a toda Europa. Sin embargo, es cierto que en el caso vasco hay un factor más acusado que en otros países de la UE. En poco tiempo la población treinteañera se reducirá notablemente, de modo que, en un contexto de baja natalidad, a poco que la economía mejore, volverá a demandar mano de obra foránea, quizá no tan intensamente como hasta la última crisis.

Leer los números

Sin embargo, en el presente, ¿qué dicen las cifras? El recorte de habitantes sufrido el pasado año por el País Vasco (10.822 personas menos) es llamativo, pero reciente. Y tiene matices relacionados con los cientos de miles de desplazamientos de la población foránea y autóctona dentro y fuera de España; una maraña que no se puede interpretar fácilmente. Para empezar, en esas idas y venidas el INE distingue dos tipos de migraciones, de las cuales, al menos en el caso de Euskadi, se extraen conclusiones dispares. Por un lado, está la corriente de personas que circulan desde la comunidad autónoma al extranjero o que vienen de allí. El saldo entre una y otra fue negativo en 13.662 individuos en 2013. Pero por otro lado, hay un flujo interno, menos numeroso que el anterior, formado por personas que recalan en el País Vasco desde otras autonomías o que toman la dirección contraria. Y aquí el saldo fue favorable a la comunidad autónoma en 3.255 individuos.

De hecho, Euskadi fue la tercera comunidad con más poder de atracción. «Madrid y otras grandes ciudades 'expulsan' inmigrantes y muchos recalan en el País Vasco -explica el demógrafo Unai Martín-. No es nuevo. Ocurre en todos los procesos migratorios y no somos una excepción. La inmigración llega primero a las grandes ciudades y luego se extiende por el país».

El problema es conocer la dimensión real de ese fenómeno en Euskadi y, sobre todo, el perfil y los motivos de las personas que se mudan de una autonomía a otra (empleo, redes familiares, etc.). Y las mismas preguntas se pueden formular sobre el éxodo al extranjero; especialmente, cuando se trata de la UE. Ciertamente, en todos esos desplazamientos los inmigrantes son mayoría, ya sean de salida o de retorno, pero cuando se busca un cálculo más preciso todo se complica. La definición de inmigrante se ha difuminado y muchas veces ha dejado de ser operativa, pues buena parte de los españoles que también se desplazan son en realidad foráneos nacionalizados.

Así ocurre, por ejemplo, con los alrededor de 10.000 'españoles' desplazados desde la Península a Ecuador en 2013. El 70% de ellos son oriundos de su país, y en el 30% restante hay hijos de ecuatorianos que nacieron en España. El fenómeno recuerda a los irlandeses que, desde mediados del XIX y a comienzos del XX, iban y venían de EE UU al compás de la situación económica y de circunstancias políticas y familiares.

Al final, la presencia de inmigrantes nacionalizados hace pensar que a la hora de la verdad no hay tantos jóvenes autóctonos que se están marchando. Según algunas estimaciones, los vascos que se han ido fuera de nuestras fronteras se han movido en una horquilla aproximada de 1.500 y 3.000 al año, antes y después de la crisis económica. «Pero esta conclusión también es engañosa», puntualiza Unai Martín. La mayoría de los jóvenes que van a trabajar a Gran Bretaña y Francia no se inscriben en los consulados españoles. «Las cifras que da el Gobierno británico sobre españoles en el Reino Unido son cinco veces superiores a las estadísticas españolas», afirma el demógrafo.

¿Conclusión? «Hay un reto demográfico», dice Gorka Moreno desde el observatorio Ikuspegi. «La clave son las expectativas laborales, crear empleo», remacha Luis Sanzo, mirando hacia la salida de la crisis de los 80. Su receta es empleo industrial e inmigración.

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