Secciones
Servicios
Destacamos
Octavio Igea
Miércoles, 5 de agosto 2015, 07:17
El pasado 15 de junio, a las puertas del verano, la Asociación Española de Técnicos de Salvamento Acuático y Socorrismo (Aetsas) hizo un llamamiento a la prudencia. Los ahogamientos en playas, piscinas y ríos del país se habían incrementado notablemente en 2014 y alertaban sobre ... el peligro que supone «perderle el respeto al agua». Pero la recomendación no ha surtido efecto. Todo lo contrario: las muertes de bañistas se han disparado en el arranque de las vacaciones estivales y el mes de julio ha registrado 83 víctimas, 45 más que en el mismo periodo del año pasado. Andalucía y Cataluña concentran casi la mitad de las muertes mientras que Euskadi y La Rioja se presentan como la excepción más positiva. Son las únicas comunidades que no acumulan ningún fallecimiento en este tiempo.
Más allá de la tragedia personal que rodea cada caso, lo peor del asunto es que lo sucedido no parece únicamente fruto de una mala racha. Las víctimas se siguen acumulando en el arranque de agosto por toda la geografía nacional. En los dos primeros días del mes, el pasado fin de semana, perdieron la vida tres personas de entre 30 y 60 años en arenales y ríos de la comunidad valenciana, y un niño de 8 años pereció tras caer a una balsa de riego en Níjar (Almería). El lunes apareció el cadáver de un hombre de 69 años en la playa de Langre (Cantabria) y otro de 80 murió durante un chapuzón en una cala de El Vendrell (Tarragona). Ayer se sumó a la lista de decesos un buceador de 40 años en Murcia y otro varón de 58 años en Cullera (Valencia). Al parecer, no atendió los avisos de los socorristas ni el de una bandera amarilla que alertaba sobre las corrientes que zarandeaban el mar.
Y es que, pese a que algunas muertes llegan provocadas por la fatalidad, los expertos alertan de que «la inmensa mayoría» de los accidentes suceden por la imprudencia de las víctimas. Baños en solitario, en zonas peligrosas o en horas a las que no hay socorristas al tanto, saltos en lugares de baja profundidad o con fondos desconocidos, carreras por el borde de la piscina, chapuzones bruscos en momentos de altas temperaturas que provocan un shock al cuerpo, no respetar las horas de digestión... y perder de vista a los más pequeños. En julio han fallecido diez niños menores de 10 años y todos se ahogaron en piscinas privadas. Portavoces de Aetsas creen que la colocación de soportes de seguridad en las piletas que no cuentan con supervisión de vigilantes y, por supuesto, un férreo control paterno evitarían todas las muertes infantiles.
Ojo a los pantanos
Para otras edades la cosa se complica más. El Informe Nacional de Ahogamientos que ha publicado esta semana la Federación Española de Salvamento y Socorrismo destaca que el 69% de las víctimas registradas el último mes tenían más de 45 años -una buena parte superan los 60-. Y siete de cada diez son hombres. El estudio también recuerda que por cada muerto que se produce en España otras «tres o cuatro personas» sufrirán daños graves durante el resto de su vida.
Las playas acumulan algo más de la mitad de los decesos. El resto se los reparten mayoritariamente las piscinas y los pantanos. Sobre los segundos alertaba recientemente el director de Atención de Emergencias del Gobierno vasco, Pedro Anitua. «La gente muchas veces cree que está en una piscina y no es así. No hay corrientes ni olas, pero sí irregularidades», señalaba. Una fosa repentina, unas algas, un tronco invisible en el lecho «y te quedas enganchado».
Pese a la ferocidad del Cantábrico, la interminable lista de playas que salpican la costa de Euskadi y el buen tiempo que ha dejado julio, la comunidad se mantiene sin víctimas desde que arrancara el periodo estival. Ayuda considerablemente la menor proliferación de piscinas privadas, pero no conviene bajar la guardia porque durante la última década el territorio acumula una media de 15 ahogados anuales. Y el verano de 2014 no fue tan bien como éste. Para estas fechas ya habían perecido en aguas del territorio un joven holandés de 19 años que se bañaba en La Zurriola un día de mar encrespada; un hombre de 52 años que no soportó la presión de verse arrastrado por la corriente en Zumaia y otro varón de 40 que desapareció en el pantano de Vitoria cuando navegaba en un barco. Su cuerpo apareció a los siete días.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.